Prólogo para el libro Te amo Alejandra
Por Ricardo Aziz Nassif
Escribir un prólogo para un libro de Jesús Chávez
Marín es por lo menos un atrevimiento de mi parte. Y es que al recorrer sus
páginas me encuentro con un texto impecable, con un oficio de narrador educado,
con una escritura limpia y transparente como
la niñez del autor y como los coloquios amorosos con su madre, Carmen
Marín.
Leer estas páginas fue para
mí el encuentro con un excelente escritor lleno de sensibilidad e imaginación,
con un lenguaje por demás sencillo pero refinado, ingenuo pero irónico,
tolerante con la condición humana pero crítico con la frivolidad y la farsa.
Su descripción de la
ciudad moderna y progresista que es hoy en día Chihuahua es implacable, “el
esperpento del progreso”. Y para los que hemos vivido por muchos años en esta
querida ciudad es un gozo leer anécdotas que nos parecen comunes, dramas que
nos ha tocado sufrir, y la vida tal cual es, sin agregados artificiales ni
superfluos.
En estos días aciagos que
estamos viviendo en nuestra ciudad y en todo nuestro estado, salpicados de
sangre, drogas, desempleo y pesimismo, nos reconcilia con nuestra realidad
encontrarnos con este libro de Chávez Marín, en su tercera edición corregida y
aumentada. Es como beber agua fresca. Es como
reconciliarnos un poco con la vida. Como volver a creer en el talento,
la posibilidad de creación y la belleza de una escritura llena de “lugares
comunes”, dicho en el mejor sentido de estos términos, ya que están
entretejidos en nuestra cotidianidad y forman parte de historias nuestras de
cada día.
Estas historias, que van
desde la niñez hasta su añejada admiración por Alejandra Guzmán; la tromba de
1990; la burlona descripción de un encuentro de escritores en la frontera; una
tarde en el circo; la sátira despiadada de personajes de la alta sociedad,
llevándose de corbata a uno que otro funcionario público.
Además de todo esto, su
descripción genial de cada una de “las
estrellitas del sur”, como les dice el profesor Zacarías Márquez,
arranca al lector la sonrisa, y en ocasiones la carcajada, sobre todo si uno
los ha conocido. Y es que ahí su humorismo toca la grotesca realidad en la que
desafortunadamente algunos han caído.
Parece que en este libro
Chávez Marín no respeta a nadie ni a nada, pero eso no es exacto. El escritor
respeta la belleza, la congruencia, la honestidad, el sufrimiento inherente a
la condición humana. Y sobre todo respeta su profunda fe en la narración, en la
literatura, en la memoria colectiva Y en su gente, a pesar de todo.
Son historias,
crónicas y relatos construidos por todos los que habitamos Chihuahua y otras
partes, pero admirablemente contadas solo por algunos, entre los cuales está
con letras de oro un nombre y dos apellidos: Jesús Chávez Marín.