Remigio Córdova
Por Jesús Chávez Marín
La madrugada del 23 de septiembre de 1990 murió Remigio Córdova. Se lo
llevó uno de los arroyos enloquecidos por las terribles lluvias de la semana
pasada, mientras rescataba a sus vecinos. Logró salvar a varios niños y cuando
ayudaba a una señora a salir de entre las aguas, una ola violenta los empujó a
los dos. La señora logró salvarse, pero el noble Remigio Córdova fue arrancado
de entre nosotros.
La vida de Remigio Córdova fue la de un hombre valiente. Su muerte fue
la de un hombre sin miedo. Había muchas vidas en su mente y en su corazón de
artista.
Fue dramaturgo importante en los años setenta y ahí están sus textos de
teatro escritos en medio de aquel esplendor artístico y político que no ha
vuelto a darse en esta ciudad. Entre los fotógrafos, fue Remigio uno de los
pioneros y de los mejores en una generación que aquí fundó una dignidad artística
para la cámara fotográfica. Fue poeta cuyos textos permanecieron cercanos a su
biografía de aventurero.
Pero más que todo eso, Remigio fue un artista de la vida. Sus amigos lo
quisieron porque tenía la sangre liviana, la de un ángel.
En su sepelio, sus amigos, su bella hija, su hijo Remigio, sus hermanos,
su mujer Xóchitl Villegas y el padre lloraban inconsolables. Una poeta amiga
suya, Micaela Solís, mandó una corona florida donde iban escritos estos versos:
Adiós capitán del castillo
submarino
hacedor de tormentas
navegante de los cuatro
costados de la noche
Septiembre 1990