sábado, 21 de junio de 2025

Millonarios con la pena

 


Millonarios con la pena

 

Por Jesús Chávez Marín

 

Chunny Barba e Inglaterra Quintana, ejemplar matrimonio de comunistas de los de antes, fueron a Juárez a pasar fin de año con unos amigos en un antro de super lujo, donde una secretaria de Recursos Hidráulicos les había reservado mesa.

A cual más, a cual menos, todos eran héroes de antiguas batallas de la izquierda que tanto buscó, sin resultados ni eficiencia, el advenimiento de La Utopía.

Otros sectores de la sociedad los consideraban triunfadores, pues Inglaterra y Chunny eran típicos nuevos ricos de mansiones, camionetas negras, viajes a Europa; tapizaban las 17 habitaciones de su casa con antigüedades y pinturas de pésimo gusto, aunque originales y caros.

Al principio de la velada todos los camaradas se miraban entre sí un poco avergonzados por andar tan elegantes y enjoyados. Pero a las 12 gritaban alegres la llegada de 2015 así juntos, tan amigos y tan cómplices de toda una vida.

Como a Inglaterra se le pasaban las copas y las pastillas, ya borracha gritó destrampada las consignas de su nueva aventura ideológico/sentimental:

―¡Ayotzinaapa!

―¡Vivos los tomaron, vivos los queremos!

Claro que nadie la escuchaba y ni caso le hacían, acostumbrados a sus desvergonzados excesos.

sábado, 24 de mayo de 2025

Furor

 

Dibujo: Beatriz Bejarano

Furor

 

Por Jesús Chávez Marín

 

En la noche helada, el silencio de la nieve que vuela desde lo alto, hasta posarse suavemente en mi pelo, me evoca la timidez con que llorabas cuando te abandonó tu esposo. A pesar de que han pasado 15 años desde que viniste a la editorial a platicarme aquellos hechos crueles que te marcaron de dolor el cuerpo entero, todavía siento muy viva la confusión de no saber cómo consolarte.

Me reclamabas porque yo sabía parte de la historia y nunca te la dije, nunca te previne de todo lo que luego sucedió. Aproveché ese tema para que te enojaras conmigo y así distraerte del lamento encarnado y lloroso en el que te licuabas frente a mí, literalmente, pero tú volvías a lo mismo, a ese tono de elegía con el que me contabas con lujo de detalles tu amor traicionado.

¿Dónde estarás ahora, amiga, mi estrella rota, presa del amor que jamás declina?

jueves, 1 de mayo de 2025

El box


 

El box

 

Por Jesús Chávez Marín

 

Los sábados en la tarde, cuando llegaba de la obra, Manuel ponía la hielera con cervezas y hielo; se sentaba afuera de la casa al aire libre, viendo pasar la gente. También miraba a su hijo, quien jugaba en la tierra con sus primos. Le habló:

―Chumel.

―¿Qué pasó, papá?

―Te voy a dar un peso si te das un tiro con Chuy, y le ganas. Y dos, si le sacas el mole.

―No, papá, andamos jugando. Además, no me ha hecho nada; tú me enseñaste a que me defendiera en la escuela, pero Chuy es mi primo.

―No seas rajado, ¿a poco le tienes miedo?

Para nada me tenía miedo. Chumel tenía ocho años, yo era mayor que él y estaba más alto, pero él era ligero y fuerte, más vago y peleonero.

Entre más se emborrachaba, más necio se ponía Manuel con el muchacho. Quería verlo pelear, lo valiente que era, muy hombre como su padre. Lo fregaba cada rato.

―Órale, m’hijo, no le saque. ¿A poco porque es más grande?, entre más altos son, más recio caen. Si no, voy a pensar que eres culey.

Por mala suerte, me tocó ganarle en la rayuela; fue casualidad, porque él siempre ganaba, era más hábil para todo. Pero esa vez le atiné a la lanzada y le partí su trompo en dos, sin querer; uno de encino bien bonito que le había traído su padrino de Guadalajara.

Me dio un empujón contra una barda de piedra, me raspé los brazos y salió sangre. Pero no era suficiente mole, en cuanto me levanté me apañó con un golpe en la cara y, al cruce, con el otro puño. La nariz es escandalosa, mi camisa quedó teñida de rojo y así le hubiera seguido si no llega Pablo, mi hermano, y me aliviana por lo menos a que ya no me siguiera surtiendo.

Cuando terminó el pleito, Manuel se sentía muy orgulloso de su hijo, qué muchacho tan bueno para los trancazos. También vio con tristeza que nada más había dos cervezas en la hielera. Y como le había dado lo del chivo a su señora, ya no le quedaba ni un centavo para las otras.

domingo, 27 de abril de 2025

La educación de los niños

 


La educación de los niños

 

Por Jesús Chávez Marín

 

Mis primos los grandes me dijeron:

―A ver, Rulis, diga muchas veces la palabra charco.

― Charco. Charco. Charco.

Se reían mucho.

Yo creo que cuando llegué a mi casa quería que mi mamá también se riera y entré repitiendo la misma palabra.

 Mi mamá no se rió.

 Agarró un zapato y me empezó a pegar muy enojada.

―Mocoso malcriado, ahora verás.

Salí corriendo y me metí debajo de la mesa, pero me alcanzó a dar un demoniazo muy fuerte en la espalda.

Me dolió de a madre.

sábado, 19 de abril de 2025

Adiós, hija querida

 

Dibujo: Beatriz Bejarano


Adiós, hija querida

 

Por Jesús Chávez Marín

 

Me parece que esa noche don José había salido de viaje, así que no se enteró hasta tres días después.

Su señora andaba asustadísima por lo que pasó, y sobre todo de imaginar la manera como reaccionaría él cuando supiera. Le tenía pánico.

Cuando la hija regresó a la mañana siguiente, toda llorosa, apenadísima, pero con una carita de decisión tomada, y de cierta íntima felicidad, ella, su propia madre, no había tenido el valor de apoyarla con su cariño ni tampoco de regañarla. Ya para qué.

En silencio la vio sacar tímidamente alguna ropa, aceptó inmóvil el beso en la mejilla y se quedó muy quieta, viéndola salir.

jueves, 17 de abril de 2025

En el agua clara que brota en la fuente

 

Dibujo: Beatriz Bejarano

En el agua clara que brota en la fuente

 

Por Jesús Chávez Marín

 

Fíjate que el niño no quiso comer. Es que cometí el error de guisar las mojarritas enteras y de servírselas así en su plato.

Se quedó mirándolas un buen rato, pero yo no me fijé hasta que me preguntó:

―Oye, mamita, ¿por qué están así los pescaditos?, ¿qué les hiciste?

Quise restarle importancia.

―Ándele, m’hijito, es su comidita ―y traté de arrancar un trozo con el tenedor.

Con una vocecita muy triste me dijo:

―¿Y no le duele al pescadito que le piques con el cuchillo?

―No, m’hijito, no le duele.

―¿Y por qué no le duele?

No hallaba qué hacer ni que decir.

― No, no les duele porque ya están…

―¿Ya están muertos? ―hablaba como azorado, como asustadito.

Mejor le retiré el plato. Ya ni yo pude comer; empecé a platicarle de otras cosas, a jugar con él para que se le fuera olvidando.

lunes, 14 de abril de 2025

Palemón


Foto: Pedro Chacón

Palemón

 

Por Jesús Chávez Marín

 

Empedernida su mente, macerado en alcohol, salió de la cantina y manejó su viejo camión materialista por la carretera de Ávalos.

Palemón no tenía casa, ni familia, ni el menor asomo de amor propio; a los cincuenta y cinco años vivía con su mamá, pero no le ayudaba en nada con los gastos; al contrario, era una carga económica para la pobre anciana, quien, sin embargo, lo protegía como a un niño viejo, como a una criatura sin alma.

Palemón vio venir el carro de frente, pero se iba quedando dormido por la borrachera y la desvelada crónica de insomnio. Entre vapores de sueño pensó, absurdamente: ahorita se desvía, se quita de mi camino; pero él venía circulando por el carril contrario de la carretera, fue inevitable el choque de frente.

El carro Datsun quedó hecho un montón de láminas y fierro como si fuera papel estrujado, el joven que venía dentro salió sangrando, con las piernas rotas. Palemón lo miró sin el menor asomo de pena ni culpa ni compasión; lo único que le preocupaba era echar a andar el motor de su troca para irse de allí.

Después de intentarlo con ansias, logró prenderlo, dio reversa para librar el obstáculo del carro destrozado. El hombre herido ya no se movía. Palemón se fue. Muy apurado por escapar de su responsabilidad, tal como lo ha hecho toda su vida.

Dudé entre auxiliar al muchacho o perseguir al culpable y me decidí por esto último, cuando vi que llegaban otras personas. Lo alcancé más adelante, cuando su troca se detuvo, porque iba fallando. Por suerte pasaba por allí una patrulla de tránsito, a la que le hice señas.

Fue de esa manera como Palemón fue a dar a la cárcel, no por homicidio gracias a un milagro y a los reflejos ágiles de aquel joven, pero sí por lesiones muy graves que requirieron cirugías y varios meses de cuidados.