martes, 29 de septiembre de 2020

JChM. Mápula

 

Foto Jessica Aguirre Porras

Mápula

 

 

Por Jesús Chávez Marín

 

 

En los ojos verdes de Carmen Marín

jugaba yo antes de nacer, allá por Mápula.

Ella era mi reina, desde niña.

Un sueño descansaba en su regazo.

 

Cuando salí a la luz, le pregunté

que dónde estaba el baño. Tristeza

le dio verme lleno de sangre azul,

de la placenta que me refugiara.

 

Luego le canté, con buena letra:

“Mamá, soy Edipo, no haré locuras”

 

Ella me regaló un almuerzo rico,

luego nos fuimos a pasear un rato.

 

 

Diciembre 1995

viernes, 25 de septiembre de 2020

JChM. Cifras de la ciudad

 

                                                                                    Foto Jessica Aguirre Porras

Cifras de la ciudad

 

 

Por Jesús Chávez Marín

 

 

 

Luna de abril,

nuestro tiempo secreto

ha florecido.

 

 

 

 

Por el camino

que con tus manos digujaste

fuimos juntos de regreso.

 

 

 

 

En el follaje

resplandecen tus ojos

de jadeluz.


 

 

 

Pasa la sierra,

vuelan pinos y abismos

en tu automóvil, mujer.

 

 

 

 

Lúdico viento

viajamos a tu pueblo,

fuimos dos niños.

 

 

 

 

La vida tiene

el olor de tu pelo,

señal profunda.

 

 

 

 

La granadina

en tierra de infancia

hirió tus manos.

 

 

 

 

El arco iris

prematuro de abril

encandiló tu casa.

 

 

 

 

En tus historias

aprendí los misterios

de un junio intenso.

 

 

 

 

Flor delicada:

Bien comprendí la fuerza

de tu perfume.

 

 

 

 

No tengas miedo

al mar de la pasión.

Navegaremos.

 

 

 

 

Luz en tu rostro,

se derrama en cascada

la lluvia de tu ingenio.

 

 

 

 

Desde el pasado,

en un vaso de vino

se oían los ecos.

 

 

 

 

Marcó mi vida

el arco de tus pies,

mujer de niebla.

 

 

 

 

La roja tierra

sedienta de mi vida

graba tus huellas.

 

 

 

 

Después de ti,

el silencio. La nieve.

Cámara oscura.

 

 

 

 

Tren fantasma

en medio de la nieve:

tu silueta.

 

 

 

 

Suenan tus pasos

en el espacio secreto

de mi sueño.

 

 

 

 

Árbol de sombras,

vaso de luz que estalla

en el insomnio.

 

 

 

 

Cámara oscura.

Un vaso de relámpagos

la madrugada.

 

 

 

 

Un cuervo brilla,

de sus plumas agita

polvo de sol.

 

 

 

 

Noche sentida,

el mar de la memoria

cifra mi sueño.

 

 

 

 

Sutil desierto.

En tu noche el silencio,

la claridad.

 

 

 

 

Noche agitada:

Miré cuando la guerra

fundió las naves.

 

 

 

 

Tu pelo suave

afina mis sentidos

mejor que el vino.

 

 

 

 

Ancha llanura

en espacios de arena:

rojo silvestre.

 

 

 

 

Tierna raíz:

El fondo de un misterio

en el azul.

 

 

 

 

Luz. Quemadura.

Territorio de sombra

centrifugaz.

 

 

 

 

Voz amorosa

la de mi madre, su consuelo.

Mi ánima descansa.

 

 

 

 

Es la locura

vaso de luz intensa

y vagas sombras.

 

 

 

 

Tu despedida:

un jardín de rosales

rasgó mi pecho.

martes, 22 de septiembre de 2020

JChM. Circe en La Central

 


Circe en La Central

 

 

Por Jesús Chávez Marín

 

 

Primero llegó una voz,

su sonido era un río.

Agua iluminada

en su verano intenso.

 

Luego vino la mirada,

unos ojos lumbre femenina.

Dos esmeraldas

en su rostro.

 

La vi caminar y el relámpago

de los deseos

del cuerpo y los pensamientos

tronó sobre el cauce de aquel río.

 

Al saludarla toqué sus manos

delicadas, fuertes.

La esencia de la vida

latía en la piel de su palma.

 

Respiré el aroma de su pelo

y soñé que era el viento

completo de la noche.

El aire de mi respiración.

 

Presentí que ya no podría vivir

de otra manera.

Cuando preguntó mi nombre

me eligió sin darse cuenta.

 

La marca intensa de su mirada

dejó una señal en la frente.

En la dulce herida oscilaron

el lucero de la tarde y la madrugada.

 

Cuando bailó mi cuerpo con su cuerpo

un sortilegio quedó trazando.

En aquel intenso mar navegarían

diez auras de la memoria.

 

En la verde luz de un sol profundo,

almas de un antiguo árbol

se habían cristalizado.

Ella resplandeció en la penumbra.

 

El éter azul de una larga tristeza

conoció el resplandor de su arco iris.

La sonrisa de esa mujer

abrió por un instante la entrada

hacia un territorio femenino.

 

La música de la felicidad me perfumaba

con un canto de sirenas.

En la sinfonía de sus manos

respiraba la luz de las caricias.

 

Por eso escribo esta carta

para sus ojos y para sus oídos.

Quiero que ella me recuerde

y seguir navegando en este siglo.

 

Junio 1997