92. Se destilaron las historias
Por JChM
En la
mirada de un búho la noche vuela; cae ligera como agua la memoria y una lluvia
de secretos se va posando en el rocío, al amanecer.
92. Se destilaron las historias
Por JChM
En la
mirada de un búho la noche vuela; cae ligera como agua la memoria y una lluvia
de secretos se va posando en el rocío, al amanecer.
91. Materia inerte
Por JChM
Hace ya
muchos años, demasiados, vivimos juntos en el paraíso terrenal, aquella región
que en este siglo se ha vuelto mítica, solo colgada en la fe de algunos y
negada para siempre, la utopía, por las evidencias y las acciones de un mundo
en el que el oro se ha concentrado tanto y es tan pesado que amenaza con caer a
un abismo. Recuerdo que en aquel tiempo tú y yo jugábamos con la luna, como en
esta foto que guardo en mi archivo de imágenes.
90. Tenue montaña
Por JChM
Rígido
el aire, quebradiza la sombra; primavera el sueño del eterno retorno que iba
escrito en las hojas que se fueron.
89. Un minuto de profunda sombra
Por JChM
A
cierta hora de la noche el mundo es silencioso; en el fondo de ese mar oscuro
se agitan las palabras, abismo y serranía.
88. Hola, año nuevo
Por JChM
Helada
la sombra que desde el firmamento nos espera; plena de esperanza para algunos
bendecidos con la fe, maravilloso regalo; abismo de la nada para otros que se
consuelan con la plenitud de la tierra o se olvidan de su alma, cierran los
ojos. Helada la luz en la esfera infinita de la memoria, la colectiva y la
encarnada, donde moran tantas criaturas y donde se van apagando al anochecer
algunos luceros, marchitas neuronas. Helada la muerte a la que nadie procura
mirar hasta que llega el dolor infinito, cuando alguien se despide para
siempre; esa región a donde una vez me fue arrancada la sonrisa bondadosa y
feliz de mi hermano y donde allá muy lejana me saluda con su manita de bebé mi
hermana, ángel niña de una familia que siempre la ha venerado con ternura suave
y gozosa. Helada la luna que al centro de la foto posa para la cámara del
artista Pedro Chacón, medico sabio y músico de rock a quien saludo de Año Nuevo
y le deseo que el año sea divertido y placentero. Lo mismo de parte de él y mía
deseamos para nuestros lectores en este sitio de facebook, con esta frase del
gran maestro mexicano José Joaquín Blanco: La vida es corta y además no
importa.
87. Elemento infinito
Por JChM
Cada
una de las hojas de este árbol, que pronto se irá en el remolino del aire,
tiene su identidad, textura, color, dibujo, densidad. Mirándolas de lejos y al
descuido, pareciera que tienen la misma forma, que son iguales y que a todas
las reúne la palabra: hojas, tan simple como un plural adocenado. Sin embargo,
cuando alguien se acerca y las mira, se da cuenta de inmediato que cada una es
distinta y única. Como las vidas que pasan, como cada amanecer y cada palabra
de amor.
86. Líneas de expresión
Por JChM
En mis
huesos se van marcando los recuerdos en movimiento. Por las mañanas son mi
laboratorio de las ideas. Algún día serán ceniza de sueños.
85. Pian pianito
Por JChM
No se
apuren. Los hombres y las mujeres con su trabajo y con la luz de la educación
desmantelará este edificio insensato de injusticia, que de tan alto quiere
llegar al cielo a punta de armas y billetes. Mientras, sean felices con los
suyos. Con la gente.
84. En aquella memoria
Por JChM
Alguien
recuerda el valle de flores y futuro que se llamaba Primavera.
Por JChM
A veces la mirada de quien te amaba tiende un velo, sombra de abandono. En el horizonte se dibuja un instante la silueta que no volverá.
82. Ritual
Por JChM
Se
alzan airosas las esperanzas; en el recuerdo la sombra que no vuelve como
tampoco las fiestas y sus ceremonias. Y también se extiende en el bosque Los
Laureles mi liturgia diaria de escribirte mientras espero a que llegues.
81. Gente armada en la ciudad
Por JChM
Llego a
Revistas Loya, leve refugio de tantos solitarios. Compro Letras libres y desde una silla miro a dos soldados con rifles de
asalto, radios y pistolas en el cinturón, que también se acercan a comprar un
café para el frío de la tarde lluviosa. En la espalda de su chamarra militar
llevan un letrero grande que dice “Ejercito mexicano”. No es guerra narca.
Ellos andan por la calle protegiendo intereses de unos que son muy poquitos;
una montaña de oro que se alza temblorosa sobre un país poblado de multitudes
sin empleo, jóvenes mal pagados y villas de insondable pobreza.
80. Ven a llorar en mi hombro
Por JChM
En la
noche helada el silencio de la nieve que vuela desde lo alto, hasta posarse
suavemente en mi pelo, me evoca la timidez con que llorabas cuando te abandonó
tu esposo. A pesar de que han pasado 15 años desde que viniste a la editorial a
platicarme aquellos hechos crueles que te marcaron de dolor el cuerpo entero,
todavía siento muy viva la confusión de no saber cómo consolarte. Me reclamabas
porque yo sabía parte de la historia y nunca te la dije, nunca te previne de
todo lo que luego sucedió. Aproveché ese tema para que te enojaras conmigo y
así distraerte del lamento encarnado y lloroso en el que te licuabas frente a
mí, literalmente, pero tú volvías a lo mismo, a ese tono de elegía con el que
me contabas con lujo de detalles tu amor traicionado. ¿Dónde estarás ahora,
amiga, mi estrella rota, piedra preciosa del amor que jamás declina?
79. Derrotero
Por JChM
Todos
los hombres saben el lugar exacto donde está guardado su tesoro. Incluso los
más indiferentes.
78.
A
Por JChM
Aquella
tarde tu cabello era un sol de seda que se destilaba en la arena, en la
memoria.
77. Carmen Marín
Por JChM
Por una
orillita de tu corazón he ido caminando desde que era un niño. Te escuchaba
cuando muy temprano prendías la lumbre en aquella estufa de leña donde
cocinaste durante 20 años, desde que eras una jovencita; ponías el radio y
cantabas con voz más hermosa que la de los artistas, alegre o triste según te
anduviera yendo en los altibajos de los días que pasan. Despertábamos con la
música de tu voz. Ahora veo con claridad qué grande regalo nos dio la vida de
tenerte, Carmen. Madre.
76. El hogar
Por JChM
Extiendo la vista hacia el agua en busca de claridad; atrás de los ojos se acumulan montañas, valles. En algunos espacios hay basura, rencor encarnado que desaparecerá cuando muera. En otros recintos resplandece el amor, el que agoniza en la resolana y el olvido y el que insiste. Ilusiones se fueron construyendo y algunas alcanzaron la tierra prometida. Frente a la mirada una ciudad y su reflejo me recuerdan que en este lugar viven mis amores, los que aún guardo y me acompañan.
75. Nadie vendrá
Por JChM
Fue
siempre un hombre egoísta y ahora vivía solo, sin amigos ni familia. Sabía que
eso era justa condena y trataba de ya no esperar a nadie.
Nahuami
en el Poliforum
Por Lourdes
Ramos Peña
La
Universidad Autónoma de Chihuahua, a través de la Dirección de Extensión y
Difusión Cultural, presenta CiberPersona, arte gráfica de Nahuami.
Nahuami,
artista originaria de Chihuahua, ha participado en exposiciones colectivas como
Proyecto árida, Del objeto a lo intangible, Variaciones, Ficuubox
y en la elaboración del Mural de Paso 2022 en la Facultad de Artes.
Su obra
se caracteriza por un manejo de diversas técnicas en las que materializa un
imaginario de personajes que conviven y se contraponen con atmósferas de
colores brillantes, presentando una realidad romantizada.
Actualmente
cursa el octavo semestre en la Facultad de Artes de la Universidad Autónoma de
Chihuahua.
Este
proyecto surgió de una reflexión personal sobre el cambio en las vidas después
de la pandemia en el 2020. Se tomó como referencia el texto Encerrados en
Internet, de Bernardo Marín. Ese texto habla de cómo el Internet se volvió conexión
a la vida, todo lo que pensamos que estaba firme y establecido se vio obligado
a adaptarse para sobrevivir, nuestro futuro como sociedad es incierto, pero al
estar todos pasando por el mismo cambio, lo es menos. Será el hogar donde
tenemos que aprender, trabajar y conectarnos con otros, otras, mediante la
virtualización de nuestras vidas. Esto es algo que eventualmente sucedería,
pero la pandemia dio un empujón.
La cita
a la inauguración es el miércoles 11 de mayo a las ocho de la noche, en el
Poliforum Museo Universitario.
Vino de
honor
Abierta
al público a partir del 12 de mayo, la muestra permanecerá hasta el 2 de junio,
entrada libre
Para
mayores Informes:
Poliforum
Museo Universitario
Escorza
900 Centro Histórico
Teléfono
439-1500 extensión 2026
Arq.
Lourdes Ramos Peña
Difusión y Vinculación
Foto Pedro Chacón
74. Felipe Calderón
Por JChM
La
muerte chiquita de la injusticia, en los años recientes se fue convirtiendo en
la muerte cierta, en este desolladero sin piedad ni fe.
La Güera
Por César Francisco Pacheco Loya
Cuenta la leyenda
qué en una ciudad lejana existió un hospital donde hace años acaeció un echo
terrorífico que nadie ha podido dilucidar. Esa tarde, Matilde, quien se había
desempeñado allí como jefa de enfermeras hasta el día en que fue jubilada,
llegó al Servicio de Urgencias quejándose de dolores en el cuerpo, falta de
apetito y molestias para orinar. Ramona, la enfermera de urgencias, la
reconoció de inmediato y, con voz cordial, le dijo:
―Jefa, me da gusto verla. Desde que se
jubiló no volví a saber de usted.
Matilde movió la
cabeza, y con voz apagada musitó:
―Vengo a consulta, me siento muy mal.
―No se preocupe, yo haré lo necesario para que
la atienda el doctor Estornino, ¿Recuerda quién es él?
―Por supuesto que sí. Un médico muy humanitario
y además muy preparado.
Apenas entró
Ramona al área de consultorios, se escucharon pasos que avanzaban por el
pasillo central del Servicio de Urgencias y se oyó el molesto rechinido que
hacía la puerta cada vez que la abrían o la cerraban. En cuanto el médico
estuvo cerca de Matilde le dio la mano y le dijo:
―Hola Jefa, a que se debe su visita.
―Hace tres días que siento el cuerpo cortado y
no apetezco la comida, solo tomo agua.
El doctor pidió a
la enfermera:
―Ramona, ponle el termómetro a la Jefa, ahorita
que la saludé de mano me di cuenta de que viene ardiendo en fiebre.
El médico terminó
su interrogatorio, y cuando iniciaba la exploración física, fue interrumpido
por Ramona:
―Trae
41 grados de temperatura, doctor.
―Tómale muestras de sangre y de orina y
llévalas a laboratorio para que le hagan una biometría hemática y un examen
general de orina. Diles que son urgentes.
El doctor
continuó su trabajo, y en no más de media hora estuvo el reporte de
laboratorio. Con los resultados en la mano, le dijo al paciente que atendía en
ese momento:
―Regreso rápido, no se desespere.
En cuanto llegó
al lado de Matilde, le informó:
―Trae usted una infección aguda en las vías
urinarias, se va a quedar hospitalizada ¿Quién viene con usted?
―Nadie, solo tuve una hija, pero hace años se
casó y se fueron a vivir al Estado de Virginia ella y su marido; solo
mantenemos comunicación por teléfono.
―Muy bien, Jefa, no hay problema, aquí tiene
una gran familia, usted sabe a qué me refiero, todo el personal de enfermería
la aprecia mucho.
―Sí doctor, le agradezco sus atenciones.
En cuanto la
enferma ingresó al Hospital, se corrió la voz, entre las enfermeras de que
Matilde estaba encamada en el cuarto 218 y por ello, en pequeños grupos, fueron
a saludarla y manifestarle su deseo de que sanara pronto.
Cuando la ex jefa
quedó sola, se abrió la puerta del cuarto y entró la enfermera Adela empujando
una charola rodante donde traía todo lo necesario para iniciarle el tratamiento
que le había indicado el doctor Estornino. Luego que terminó de canalizarle una
vena, le empezó a pasar la solución salina, y cuando terminó de regular el
goteo, tomó una jeringa que contenía un líquido amarillo y le explicó:
―Este es el antibiótico que le recetó el doctor,
es un medicamento muy fuerte, se lo voy a poner en el suero para que vaya
pasando lentamente, verá que pronto se va a curar. ¿Se le ofrece algo más?
―Sí, Adela, dame un vaso con agua, tengo sed. Luego
voy a descansar, porque estos días he dormido muy poco.
Ya que Adela se
retiró, pronto se escucharon los ronquidos de la ex jefa. Cuando despertó había
una joven sentada en el sillón del cuarto, a quien Matilde le preguntó:
―¿Ya
cambiaron de turno? ¡Acaso dormí tanto!
―¿Por qué pregunta eso, Jefa?
―Porque tú no eres la enfermera que me puso el
suero, ella se llama Adela.
―Tiene razón, no soy quien le puso el suero,
pero vengo a cuidarla.
―Te mandó el doctor Estornino, es una
distinción especial, ¿no es así?
―Sí, estoy aquí por orden superior,
tranquilícese y siga durmiendo.
La ex jefa secó
sus ojos con un pañuelo desechable y, sin quitar la mirada del rostro de la
joven, preguntó:
―¿Cual es tu nombre?
―Uhhh, mejor le voy a decir mi apodo, porque
todo el personal me conoce como La Güera. Por mi nombre de pila no hay quien me
nombre aquí.
―La Güera, eso no me dice nada, no recuerdo a
nadie con ese sobrenombre. Préstame tu gafete.
―No lo traje. Como venía a hacer un servicio
especial, solo vestí mi uniforme y me vine rápido. ¿Por qué le extraña cómo me
dicen?
―La Güera. Es cierto que tu piel es muy blanca,
pero tu cabello es negro, lo mismo que las cejas y las pestañas. ¿Quién te puso
el apodo?
―Fue un médico interno. Él cursaba su internado
rotatorio. Lo recuerdo con aprecio porqué fue un buen compañero.
La ex jefa se
resignó a llamar a la joven por su sobrenombre y desistió de tratar de recordar
la verdadera identidad. Cambiando de tema, Matilde comentó:
―Sigo con sed, se me antoja una soda bien
helada.
―Yo se la traigo, en fin, no está
contraindicada.
La Güera salió presurosa
de la habitación y fue por el refresco. Apenas había salido, entró Adela a
tomarle signos vitales a la paciente y una vez que los anotó en el expediente,
le preguntó:
―¿Cómo se siente, Jefa?
―Mejor, creo que ya hizo efecto el analgésico y
el antipirético, claro también el antibiótico está actuando. Oye, ¿cómo se
llama la enfermera que salió del cuarto en el momento que entraste?
―¿Enfermera que salió de dónde?
―De aquí. Si casi te tropezaste con ella.
―No, Jefa, ni en la puerta, ni en el pasillo vi
a nadie.
―Andas concentrada en tu quehacer y por eso ni
ves ni oyes lo que pasa a tu alrededor.
―Pues será por eso. Pase buenas noches, nos
vemos mañana.
En cuanto Adela
salió de la habitación, entró La Güera trayendo en las manos un refresco de
cola mediano.
―Regresaste rápido, ¿acaso fuiste volando? ―comentó la ex jefa.
─No, bajé en el
elevador y de regreso también subí en el elevador, por eso volví tan pronto. Yo
utilizo mucho el ascensor y de preferencia lo hago por las noches.
Llegó la noche y
con ella la obscuridad. La Güera no mostraba intención de retirarse a
descansar; por ello Matilde le preguntó:
―¿Qué no piensas ir a dormir en tu casa?
―No, aquí me voy a quedar toda la noche.
―Dónde piensas acostarte?
Señalando con uno
de sus dedos, dijo:
―En este sofá.
―No es necesario que hagas ese esfuerzo,
recuerda que hay personal suficiente.
―Sí, pero algunas enfermeras desconectan el
timbre para dormir y no hacen caso al llamado de los pacientes.
―Tienes razón, sí hay enfermeras
irresponsables. Bueno, pues entonces acondiciona tu dormitorio; en el cuarto de
utilería debe haber una cobija y una almohada.
―Ahorita preparo mi cama, antes voy al baño.
―Usa este, está limpio.
No obstante la
insistencia de Matilde, La Güera se encaprichó:
―Prefiero ir al baño de personal.
Pronto regresó La
Güera y la ex jefa, de nuevo sorprendida, le dijo:
―¿Cómo es posible que tan rápido hayas ido y
regresado, si los baños del personal están en el sótano.
―Es que bajé por el elevador. A mí me gusta
mucho pasearme en el ascensor, principalmente por las noches.
Al tercer día,
Matilde fue dada de alta, con su salud restablecida. Cuando ya estuvo vestida
con ropa de calle y había terminado de guardar sus pertenencias en una bolsa de
mano que traía para tal fin, La Güera le pidió:
Dígame el número
telefónico de su vecina para hablarle y preguntarle que si puede venir por
usted.
―Abre mi bolsa y saca una libreta que traigo
ahí para decirte el número.
La Güera fue a
contactarse con la vecina de Matilde y pronto regresó.
―Sí, Jefa, en un momento llega. Voy a traer una
silla de ruedas.
Ya junto al coche
de la vecina, mientras abrían la portezuela para que subiera la ex jefa, el
brillo del sol permitió a Matilde saber quién era La Güera, y lívida gritó:
─Jesús, María y
José, pero si eres Virg… y en ese momento cayó muerta mientras que el cuerpo de
La Güera se transformaba en una columna de neblina que lentamente se desvanecía
elevándose al cielo.
César Francisco Pacheco Loya es egresado de la Facultad de Medicina de la Universidad Autónoma de Chihuahua, donde después fue maestro. Dedicó su ejercicio profesional a la administración de servicios médicos, área en la cual tiene un postgrado. Realizó además un diplomado en informática. Es autor de dos libros publicados: Análisis global de los servicios médicos bancarios (1993) y Control médico administrativo (1995), y las novelas La inexplicable especie humana, Encuentro con un medio desconocido y Amores que matan.