lunes, 29 de diciembre de 2014

Lento Rodríguez


Villa Fierro

A ver a quién quebro con esta 45 que me regaló Fierrito, pa estrenarla. ¿Por qué le dirán Fierrote las cuzcas? Gulp, solo que sea por… Ay méndigas viejas, ya me cayó el veinte. Me vi Lento Rodríguez.

lunes, 22 de diciembre de 2014

Marlboro rojo




En lo que dura un cigarro





Por Jesús Chávez Marín





Acabo de oír una conversación en el ambiente que se ha hecho habitual en ciudad Chihuahua en los años recientes. Llegó un señor acá, disque muy elegantón, como de sesenta años. Pidió un cigarro suelto Marlboro rojo, por favor.

Mientras pedía su cigarro pensó: estos indios vayan a pensar que no tengo para la caja completa. [como efectivamente: no traía]. O que soy de esos fumadores arrepentidos que de vez en cuando rompen la dieta de tabaco.

Por eso dijo, sin  que nadie le preguntara:
           
―Pido uno suelto porque no quiero ir al cajero automático. Nunca voy de noche.
           
Vecinos y parroquianos del centro de la ciudad, acostumbrados a meterse cada cual en lo suyo importándoles madre lo que otros digan o hagan, ni lo pelaron.
           
―Es que no quiero maltratar a nadie. Imaginen que me despache a uno que quisiera asaltarme en el banco: me meten al bote.
           
Otra vez nadie le hizo el menor caso.
           
Ya se iba, echando bocanadas de humo perfumado. Un pordiosero de mano temblorosa en párkingson, dijo:
           
―No le hacen nada. Cuando alguien mata un cholo, la ley no lo persigue.
           
Complacido en la oportunidad la pintan calva de cambiar su discurso autocoplaciente por uno moralista y casi casi humanista, el viejo se devolvió a decirles a todos los que quisieran escucharlo:
           
―Me perdona mucho, señor indigente. Pero sí me hacen todo. Torturas. Penas. Iría yo directito al bote. Además no todos los cholos son asaltantes violadores y asesinos. La mayoría de los cholos en esta ciudad son magníficas personas, honestos, trabajadores.
           
Luego dio la media vuelta, hizo su histriónico retiro, ahora sí ya muy satisfecho, fumando muy a gusto su buen Marlboro.


Enero 2013







Jesús Chávez Marín ha sido profesor de literatura en la prepa Ángel Trías, Cedart y en el Colegio de Bachilleres, comerciante y fotógrafo. Es autor de los libros Yo soy tu hora del recreo, Aventuras de coctel, Coralillo, Te amo Alejandra y Tecomblates, coautor junto a Dolores Gómez Antillón de los libros Rocío de historias y Voces de viajeros. También es compilador de Nueve leyendas de Chihuahua.

martes, 2 de diciembre de 2014

Arnulfo, Cárdenas y Chávez

[En la foto, Rafael Cárdenas Aldrete].




Antros de moda




Por Rafael Cárdenas Aldrete y J. Chávez M.




Arnulfo vive convencido de que el único valor de un hombre es el dinero. "Trabajes en lo que trabajes, hagas lo que hagas, si no tienes lana, si no sabes cuidar los centavos no sirves pa’nada", dice.

Seguido toma unas cervezas con Esteban. Platicaban como dos viejos amigos ya viejos cuando se le ocurrió ofrecerle chamba:

―Oyes, Esteban, tú tienes la tarde libre, ¿por qué no trabajas unas horas en mi negocio? Es algo muy sencillo, así ganas algún dinero para que te ayudes.

 Cuando se está a gusto en un antro elegante, con cerveza clara y gente bonita a la vista, todo se mira fácil. A Esteban le pareció buena idea, y aceptó. Arnulfo, entusiasmado, se pasó el resto de la tertulia hablando del asunto:

―Vas a ver qué sencillo todo: contar la mercancía, llevar el cárdex; empiezas de almacenista y ¿quién te dice que a la vuelta de los años no te haces mi mano derecha en los negocios? Tengo hasta una mina de oro, no me doy abasto. Y de paso ganas dinero, que buena falta te hace.

Se expresaba con el arrebato de quien encuentra el hilo negro. La tarde del siguiente lunes, con la resolana y la cruda, a Esteban ya se le habían quitado las ganas de progresar. Aún así, se presentó en el edificio de la empresa. Lo recibió el gerente, le explicó las tareas.

―Esta es una tienda que vende lámina y perfiles de fierro para la industria, en cantidades de mayoreo y también al menudeo. Uno por uno contarás el filo de cada lámina por su orilla, luego revisarás por hileras; apuntarás todo con mucho cuidado.

Eran cantidades estratosféricas, había que también ponerle un sello rojo a la exacta supervisión. Al viejo le dio escalofrío, eran miles de orillas, unas más adelantadas que otras, miles de filas, miles de filos. Cuando no se alcanzaran a ver tendría que moverlas para evitar la fuga aritmética del exacto cárdex. Dijo aquél que sería sencillo, pero en las bodegas todo parecía una sentencia a la guillotina. Interrumpe al gerente:

―Ya ni le siga, ingeniero. No podría hacer este trabajo ni aunque volviera a tener veinte años. Présteme una hoja para dejarle un recado a mi amigo y explicarle por qué me fui despavorido.

En el papel escribió para salvar su pellejo: "Arnulfo: gracias por tu intención de ayudarme con este trabajo que me ofreces, pero no, ¿para qué les hago la malobra? En ese puesto necesitas gente vigorosa. Ya sabes que lo mío es la literatura, las letras. Tu amigo, Esteban".

Todo llegó a parecerle raro, acaso fueran los vapores de la cerveza. Arnulfo sabe que él trabaja como editor de libros y articulista de periódicos que le pagan una bicoca, y que todo significa, solo un sueldo escaso. Pero de eso a suponer que a huevo necesitaba más dinero y que por lo tanto trabajar en lo que sea, era por lo menos tonto.

Eso quiso pensar Esteban, y estaba a gusto pensándolo hasta que recapacitó en que su amigo tenía razón: si ya no la libraba con los recibos, menos para las cervezas y mucho menos en estos antros de moda que le gustan, llegaba la urgencia de buscar recursos.

Adivinó que después de leer el mensaje su amigo no lo invitaría a tomar más. Pensó en su vida como episodio de una telenovela con una anécdota muy mala. Suspiró. Ya ni quiso pasarse lo amargo con lo último de la cerveza. Mañana llegaría temprano con el ingeniero, le pediría la nota y, donde nadie lo viera, se tragaría sus palabras.




Cárdenas es diseñador gráfico, editor y poeta. Origen y hacedor de Onomatopeya Producchons, donde se publican los Poetazos.

Chávez es editor los blogs Estilo Mápula y Auraed.

lunes, 24 de noviembre de 2014

Mi bruja light


Mi bruja light

 

  Por Jesús Chávez Marín



Cuando te comparo, mi reina santa, con algunas de las mujeres que me he topado desde que me mandaste a volar, tú vendrías a resultar una bruja de lo más light.

Es cierto que eras levemente alcohólica y pisteabas como albañila con tus amigas de los viernes. Pero no sabes las cantidades industriales de tequila que se meten algunas de mis nuevas amigas; como pelonas de hospicio recién liberadas de la cárcel conyugal por divorcio, viudez o abandono, algunas damas tragan licores de manera insensata y una que otra se disuelve literalmente en mis brazos hasta quedar allí tiradas, sucias y blandas, a veces confundidas en su propio vértigo.

Para mí no hay problema, me concreto a bañarme, vestirme y salir de allí para siempre: de sus recámaras, sus oficinas o del motel en turno que haya sido el refugio para el encuentro amoroso, el último que conmigo habrá de tocarles a esas borrachas perdidas.

Otras son más celosas que tú, y ya sabes que esto es mucho decir: no se miden para sus reclamos ni respetan mis papeles, buscan huellas en mis camisas y revisan con lupa mi agenda, sobre todo el directorio: cada nombre femenino les parece sospechoso, las llamadas de mi teléfono son pruebas contundentes.

Debo reconocer a tu favor que siempre respetaste la intimidad de mi oficina y hasta saludabas con respeto y claridad a mis compañeras de trabajo.

También hay otras, dulce mujer antiguamente mía, que están más neuróticas que tú, la histeria las mantiene oscilando entre la amargura del pasado y el miedo al futuro. Quieren que les firme papeles de registro civil, atraparme en redes legales y yo les digo:

Mira, preciosa, para serte franco ya me casé una vez. Y a pesar de que lo intenté veintitrés años, mi matrimonio fue un acto que terminó en intercambio de rencores. No manchemos este amor libre que tan a gusto nos mantiene relajados y muertos de risa, ¿para qué quieres un marido?, tuviste uno y ya se te murió, ya viviste casada y te divorciaste, o ya pasaron los años y tuviste la precaución de no embarcarte en un matrimonio al que intuías como amenaza: te has salvado a ti misma de esa acechanza, para qué quieres entonces que firmemos esa acta civil tan peligrosa llamada contrato y apadrinada por Melchor Ocampo. Así estamos bien.

Por eso a veces me pregunto, ex esposa querida, ¿no seré yo el que está equivocado; llegaré a ser egoísta de tan pragmático o acaso mi lógica no embona con las ideas y prejuicios de mis amigas con derecho de piso?


Bueno, mi reina, ya con esta me despido. Espero que esta dulce misiva no te parezca un tanto cuanto cínica, no podría soportarlo. En todo caso te pido por favor de la manera más atenta que la borres de tu correo electrónico. Ni se te ocurra otra vez imprimirla y leérsela a tus amigas: prototipos, ellas sí, de las más peligrosas brujas de la ciudad. Un beso.



Chávez escribe en los siguiente sitios:
http://issuu.com/luiscarlossalcido