jueves, 31 de diciembre de 2020

JChM. Unas palabras al cumplir cuarenta años


 

Unas palabras al cumplir cuarenta años

 

 

Por Jesús Chávez Marín

 

 

La memoria es un valle

donde suceden todas

las estaciones.

 

En las noches heladas del invierno

a veces llegas

temblando de frío, de miedo,

 

pero ya no quieres el refugio

de mis brazos.

 

Las hojas de nuestro amor

volaron

de los corazones.

 

Nos dejaron desnudos y secos.

Fuimos víctimas del aire

furioso del rencor.

 

El otoño nos había muerto,

teníamos solo la vida

latente

de las semillas,

 

sangre abandonada en la arena.

 

La primavera nos pareció imposible.

Tu cuerpo era ya para mí desconocido,

 

yo que tantos años

navegué con regocijo

en ese caliente húmedo suave territorio

como un caballo feliz

embriagado por el perfume de tu pelo.

 

Todo era ya un árbol

de recuerdos podridos.

 

¿A dónde fuiste, amada?,

¿qué otras miradas te fueron habitando

y me expulsaron de tus pensamientos?

 

No sabía vivir sin ti.

Y en la noche una esfera de vacío

me crecía en el plexo solar.

 

Viví desamparado y la luna

se bebió mi corazón.

 

La vida se burló

con crueldad.

 

Me quedé solo. Mis manos te extrañaron tanto.

No sé cómo sigue amaneciendo

esa luz indiferente que me deja oscuro,

 

mientras andas lejos,

y hablas con hombres y mujeres

que no me conocieron.

 

No les cuentes de mí.

No dejes que el rencor me alcance.

No quiero que ese veneno añoso

manche tus palabras y tu boca.

 

Quiera Dios que alguna vez me nombres

con la memoria del cariño

que tus brazos y tus ojos me tuvieron.

 

Junio 1993

miércoles, 4 de noviembre de 2020

JChM. Fantasmas en una casa de interés social

Fantasmas en una casa de interés social

 

 

Por Jesús Chávez Marín

 

 

En el mes de los muertos una tarde,

frente a la luna de una televisión 

prendida,

una mujer se acercó a la cama

donde yacía su blando esposo.

 

Ella incendiada por los deseos

del cuerpo atlético y su esperanza;

él un hombre dañado por la tristeza,

ya no sabía mirar el rostro de su amada.

 

En los ojos furiosos de aquella mujer

resplandecía un filo de ternura;

al fulgor de aquel hilo tenue

lo asombraban velos de rencor.

 

El hombre fue causante de muchas 

derrotas.

Ella se imaginaba a sí misma

la víctima de un loco despiadado.

 

Se humillaba suplicando

amor y placer, caricias y palabras.

Pero él tenía el alma petrificada

por la melancolía.

 

Nadie quiso entender la tragedia de los 

amantes.

Ellos sufrían a gritos en su casa,

porque el corazón del hombre

no sabía querer, vivía opacado.

Todos los deseos habían muerto.

 

Ella lo cuidaba, resignada,

como se guarda un perro moribundo.

Con mucha piedad y con desprecio.

Con mucho rencor y sin futuro.

 

¿Qué más se puede buscar en un ser 

melancólico

que se marchita en el umbral de su casa?

 

Él tomaba pastillas de sal.

Ella los licores de su desengaño.

 

Marzo 1995

sábado, 31 de octubre de 2020

JChM. Yo soy tu hora del recreo

Yo soy tu hora del recreo

 

 

Por Jesús Chávez Marín

 

 

Yo soy tu hora del recreo,

el hombre con el que pasas algunas tardes

cuando quieres andar contenta y joven.

 

Para ti mi amor es un teatro exuberante,

mi cuerpo, alfombra de flores

para que tus pies desnudos se perfumen.

 

Soy el lugar donde reposas.

Mis manos tienen aceite de olivo

y mi boca miel para los besos.

 

Traje una botella de vino.

Viajaremos despacio mientras bebes

en una copa nuestra pasión reunida.

 

Aunque sé que tu vida te reclama,

en esta habitación el mundo entero

está formado por un par de solitarios.

 

Es el refugio de nuestras palabras serenas.

 

También soy tu vida muchas horas,

cuando intensos jugamos en la cama,

cuando tu risa linda canta y sueña.

 

Tú lo sabes, consentida, bien lo sabes

que mis brazos te conocen y mis manos

quieren conocerte más, íntima reina.

 

Mi pasión espera, te busca siempre,

el olor de tu cuerpo la despierta.

 

Hasta pronto, amiga querida, fino tesoro.

Que la vida sea fortuna, y que me quieras

deliciosa mujer, mi sortilegio.

 

Mayo 1979

miércoles, 28 de octubre de 2020

JChM. Dos niños, el río, su sombra




Dos niños, el río, su sombra

 

 

Por Jesús Chávez Marín

 

 

Cuando los años han pasado como un río

caudaloso y fresco, a veces furioso, a 

veces tranquilo,

en la rivera de ese río hay árboles y 

arena,

jarillas y trozos de madera, piedras. 

Recuerdos.

 

Los hijos de un hombre tal vez ya se 

fueron.

Amores pasados van y vienen a la sombra

de la memoria; el dolor de la soledad es 

una brasa.

Una herida. Tal vez un responso también. 

Y lumbre.

 

Porque el silencioso río de la sangre en 

las venas

también sigue llevando el aire y la luz. Y 

su perfume

es de yerbas y arco iris. Metales.

Tiempo en su licor más fuerte. Incendio y 

ceniza.

 

Por ejemplo yo recuerdo aquel tiempo

en que mis dos hermosos hijos eran niños;

cuando jugaba con ellos, cuando con 

seriedad

escuchaban atentos mis historias. Las 

canciones.

 

Y me parece que apenas fue ayer. Y los 

miro

con la nitidez de un recuerdo cercano. 

Con la gracia

de su sonrisa más fresca. Y aún percibo 

el olor de su pelo.

Y oigo sus voces de niños, como si en 

esta habitación

jugaran. Y luego dijeran: papá, llévanos 

al parque.

 

Salgo con ellos a la calle de siempre.

Les compro una nieve. Los cuido del 

tráfico.

Van de mi mano al cruzar las esquinas.

Con la sencillez de su vida. Con la dicha 

exacta

 

de ser su papá y de que ellos sean míos

en la ilusión pasajera de la paternidad. 

En el vuelo

de una vida entera. En el trabajo y el 

reposo

de la vida que fluye. El río, su caudal.

 

Entonces me siento acompañado, aunque 

sea en el recuerdo.

El río sigue para mis ojos y para mi 

corazón

su vuelo portentoso.

 

Junio 2010