miércoles, 28 de octubre de 2020

JChM. Dos niños, el río, su sombra




Dos niños, el río, su sombra

 

 

Por Jesús Chávez Marín

 

 

Cuando los años han pasado como un río

caudaloso y fresco, a veces furioso, a 

veces tranquilo,

en la rivera de ese río hay árboles y 

arena,

jarillas y trozos de madera, piedras. 

Recuerdos.

 

Los hijos de un hombre tal vez ya se 

fueron.

Amores pasados van y vienen a la sombra

de la memoria; el dolor de la soledad es 

una brasa.

Una herida. Tal vez un responso también. 

Y lumbre.

 

Porque el silencioso río de la sangre en 

las venas

también sigue llevando el aire y la luz. Y 

su perfume

es de yerbas y arco iris. Metales.

Tiempo en su licor más fuerte. Incendio y 

ceniza.

 

Por ejemplo yo recuerdo aquel tiempo

en que mis dos hermosos hijos eran niños;

cuando jugaba con ellos, cuando con 

seriedad

escuchaban atentos mis historias. Las 

canciones.

 

Y me parece que apenas fue ayer. Y los 

miro

con la nitidez de un recuerdo cercano. 

Con la gracia

de su sonrisa más fresca. Y aún percibo 

el olor de su pelo.

Y oigo sus voces de niños, como si en 

esta habitación

jugaran. Y luego dijeran: papá, llévanos 

al parque.

 

Salgo con ellos a la calle de siempre.

Les compro una nieve. Los cuido del 

tráfico.

Van de mi mano al cruzar las esquinas.

Con la sencillez de su vida. Con la dicha 

exacta

 

de ser su papá y de que ellos sean míos

en la ilusión pasajera de la paternidad. 

En el vuelo

de una vida entera. En el trabajo y el 

reposo

de la vida que fluye. El río, su caudal.

 

Entonces me siento acompañado, aunque 

sea en el recuerdo.

El río sigue para mis ojos y para mi 

corazón

su vuelo portentoso.

 

Junio 2010

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