Una mujer frente a mis ojos
Por Jesús Chávez Marín
Gabriela Ruiz en la ciudad
de Santiago Papasquiaro
paseaba con sus amigas por la plaza,
frente a mis ojos llenos
de fantasía.
Traía un vestido blanco y el pelo suelto,
su perfume llenaba este lugar de
placeres.
La gracia de sus brazos era el ritmo del
mundo.
La vi desde el balcón de una casa
donde vendían zapatos de mujer.
Mis ojos quedaron cautivos.
Es tan rápido el amor
como las estrellas fugaces de la buena
suerte.
Era abril, ella esperaba
a su padre que llegaría por ella.
Gabriela sale a las 8 del trabajo,
en una ferretería.
La mirada y la sonrisa me saludaron.
Bajé del balcón para verla de cerca,
miré sus manos,
hablé con ella durante un minuto.
Afuera de mi mente el tiempo sigue.
La curva mítica del reloj me señala.
Hubiera suspendido muchas horas
para llegar a la tierra donde ella vive.
Pero Gabriela ya se alejaba en una
pick-up color café.
Y esta noche en su habitación,
distraídamente frente al espejo,
mientras cepilla su pelo
y lava su cara
para dormir
temprano como una princesa
tal vez piense un poquito en aquel
hombre
a quien le regaló sin querer la maravilla
de su sonrisa
cuando jugaba en el jardín del centro,
en una ciudad encantadora.
Quizá se imagine extrañamente
que yo le escribo esta carta
para despedirla y para amarla
con la tinta y las hojas
de un libro ajeno.
Junio 1993
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