viernes, 24 de agosto de 2018

La oración en formato poema. Contemplación: un libro polisémico

En la foto Alejandro Caro

La oración en formato poema. Contemplación: un libro polisémico

Por Jesús Chávez Marín y David Chávez Aguirre

Este libro comparte un conjunto de resultados de un trabajo literario, el de la contemplación, acompañado de experiencias posibles solo vividas desde ese mundo espiritual del que nos habla en algunas líneas este libro, (como la anécdota del Oxxo) en mezcla constante con el mundo cotidiano. Así podemos decir que la contemplación ha resultado algo así como un mundo cotidiano cada vez más misterioso y sublime. Por lo antes dicho, podemos pensar en que la muy mencionada dicotomía del Cristianismo se borra por momentos y se integra en la experiencia de la Luz inconmensurable.
Estas dos realidades se manifiestan en el texto a partir de lo mundano y también de lo místico. Por mencionar un ejemplo tenemos Sociedad de Autómatas (pág. 13) en donde se trata un asunto bien específico (el aislamiento con respecto al entorno y a los demás seres que produce el uso excesivo de los aparatos electrónicos) de un momento histórico, que es la actualidad; y por otra parte, tenemos la parte mística en el texto de la página 29 llamado ¿Y qué es contemplación? En el cual se nos remite a lo inconmensurable, más allá de toda medida, tiempo y espacio incluidos.
Casi como decir que son dos dimensiones distintas pero no totalmente separadas. Para aclarar esto pensemos en que las contemplaciones son producidas en la atemporalidad y nos regresan a asistir la cotidianidad con un sentido más crítico, habiendo visto el asunto, el problema, tópico, dependiendo del caso, en perpectiva; es decir, desde esa otra dimensión desde la cual permeó la Luz del espíritu santo, el entendimiento.
Hay otro tópico muy socorrido para hacer la tertulia pero pocas veces se trata concisamente, la supuesta dicotomía de Dios y el diablo. Esta vez encontramos reflexiones como la de que el diablo existe para servir a Dios como punto de apoyo en el entendimiento del hombre, como en la regla de tres. Es la referencia para que el hombre valore las virtudes de la palabra de Dios.
Para finalizar cabe mencionar que hay algunos poemas o versos que también se pueden leer como lecciones didácticas, que bien podrían usarse para leer de noche en la cama a una hija para despertar la curiosidad, la reflexión y que la mente se concentre en algo positivo hasta que duerma.
No es muy abundante este tipo de libros en la tradición literaria mexicana; la vocación liberal y laica de los gobiernos prácticamente se asustan en cuanto se topan con este tipo de discurso. Solo algunos atisbos de misticismo hallamos en la obra de nuestros grandes poetas, todos tímidos y temblorosos. Vicente Leñero que toda la vida se proclamó escritor católico, tenía pavor a escribir nada que oliera a oración mística, para no quemarse, según él con su tertulia.
En Chihuahua tenemos el solitario ejemplo de la poeta Natalia García Gameros quien con la sutileza y la alegría que caracterizaba su obra literaria tuvo la valentía de publicar un hermoso libro de poemas místicos, mismo que fue reeditado en los años noventas por la Universidad Autónoma de Chihuahua.
El filósofo David Chávez, mi coautor en este texto de presentación, y por supuesto, yo también, recomiendo a ustedes que lean el libro Contemplación de Alejandro Caro. Se van a entretener. Lo van a disfrutar. Gozarán la sutil ironía que el fino corazón de este poeta nos regala. También a veces habrán de sentir el aguijón del dolor, la piedad. Y al final tendrán seguramente la esplendorosa bendición del divino protagonista de estas páginas.

Caro, Alejandro: Contemplación. Editorial Ari, México, 2015.

Febrero 2015

sábado, 18 de agosto de 2018

Victoria Granados

Historias donde la muerte germina. Presentación del libro La muerte y el agua, de Victoria Granados

Por Jesús Chávez Marín

Cuando alguien pasa al otro lado de la calle y lo miramos con atención, podemos ver en su rostro dibujada las tormentas que en ese momento agitan sus pensamientos y a veces relampaguean en la mirada. Bueno, eso resulta cierto cuando leemos el libro de Verónica Granados, donde vienen tantas imágenes de la muerte y de las vidas que germinan en el valle de su extraña escritura, construida con relatos de íntima poesía.
Los personajes narradores que cuentan las historias pueden ser inocentes como el del cuento “El mensajero” y aún así tener una percepción visionaria de lo que sucede, de la vida que avanza. Con exquisita sensibilidad nos mete de lleno, a los lectores, a una atmósfera bien definida en todos los sentidos, donde los ojos una mujer muerta son la única compañía de un niño desamparado, los ojos de su tía Buena, la única que lo había amado y protegido. Un solo fragmento sea aquí una muestra de finísima calidad de la prosa de este libro, que suena como plata de tan expresiva y bien labrada: “Una bandada de pájaros se asusta con el ruido de mis pisadas y vuelan haciendo una gran sombra en mi cara por unos momentos. Avanzo sin quitarles la mirada de encima, hasta verlos parados en otro árbol”.
En “La trampa de un sueño” el relato se conecta con la leyenda mítica de las sirenas y miramos a Armando que por la playa busca a una mujer, persigue su sueño hasta quedar convertido en caracol a la orilla, donde queda “vacío, sin sonido en el corazón, sin música en la voz y sin palabras. Y a unos metros de distancia, una sirena de pelo rojo saboreaba las últimas notas de una melodía llena de anhelos, agitando su cola y formando burbujas de espuma”.
Cada uno de los cuentos nos deja una impresión profunda de vida intensa, de magnífica espiritualidad donde a veces domina la tristeza; a pesar de eso nunca la angustia vence a los personajes que siempre tienen la fortaleza de enfrentarse a un mundo hostil y a los fenómenos de la naturaleza que se extienden hasta formar espacios sofocantes, en donde los personajes humanos son parte de esa misma fuerza, como los árboles, los ríos y las sombras de la noche. Como un hombre que pidió con todas sus fuerzas y con toda su fe que su hijo no muriera de viruela, días y días, hasta que el hijo muere y el hombre decide sepultarlo en su misma casa, junto con los objetos sagrados de su fe, ahora perdida con la misma fuerza de las oraciones no escuchadas y decide para siempre con toda su familia que no existirán ya más en su vida ni oraciones ni esperanzas.
Uno de los temas recurrentes en el libro es el suicidio. Un racimo de cuentos en donde sucede esta acción impresionante, contados con lucidez y con poética originalidad. El primero de ellos se llama “Liberación” donde una mujer de 30 años literalmente se convierte en caracol de piedra, para escapar de una fuerza que había dominado su vida entera, en las relaciones familiares, en especial con su madre. En otro cuento es la voz es un río la que oscila en el discurso, “siento mis pies batidos en el lodo, el alma bordada con hilos de agua. Las piedrecillas se meten entre mis dedos. Ahora solo importa este momento”.
Hay un niño que acostumbraba jugar a las orillas de una noria, pensando siempre en lanzarse a lo oscuro del pozo, y a pesar de que su madre tomó todas las precauciones para protegerlo, termina lanzándose al vértigo de la muerte.
A pesar de que los relatos se producen con un sobrio discurso realista, la mayoría de estos cuentos son de literatura fantástica. Hay un hombre que busca una metáfora en los movimientos de una mujer que admira; lo que busca es una metáfora para que su verso quede redondo. Y lo consigue, al final, cuando la mujer ya se había ilusionado con otro tipo de contacto, y se desilusiona cuando él se despide, pues ya había conseguido su texto y se va.
Otro de los elementos en la esencia de estos textos es la presencia de fantasmas. Como Luana Luna que busca no quedarse sola en el infinito de la muerte y se dedica a rescatar de la nada a otros seres en el momento exacto de cumplir su destino y desde otra dimensión ven cuando se hunden, ya solo quedan como bultos hacia la fatalidad.
En este extraño libro de relatos los suicidas siempre son jóvenes y con plena voluntad de morir, sin tristeza ni melodrama. Un adolescente y la joven que ama y contempla, cuando por accidente la mira en coloquio amoroso con otro, simplemente se retira pesadamente y se arroja desde puente al vacío, hacia un río caudaloso. Lo mismo en otro cuento, el personaje camina con una vieja soga y busca el sitio exacto dónde colgarse, solitario, y allí queda como un objeto muchos días, meses, hasta que lo devoran las hormigas y se convierte en materia de otra naturaleza.
Muchos sentimientos nacen de la lectura de este libro. Cada uno de los relatos dibuja la vida intensa, la naturaleza como parte de los componentes del alma y a veces la desolación profunda. Un destino que tanto compartimos todos, en distintos momentos.
Granados, Verónica: La muerte y el agua. Editorial del Instituto Chihuahuense de la Cultura, México, 2016.

Mayo 2016

viernes, 10 de agosto de 2018

Happy ending

En la foto Araceli Loya

Happy ending

Araceli Loya y Jesús Chávez Marín

―El novio de Bárbara era ya todo un señor de 25 años y ella apenas iba en la prepa, pero estaba enamoradísima y se esforzaba por complacerlo en todo, menos en eso que estás pensando.
―¿Y por qué?, ya no son tiempos de ser tan apretada, qué tonta.
―Su mamá le había dicho un montón de patrañas para asustarla. Que se guardara porque los hombres las prefieren selladitas, ¿tú crees? qué imbécil, que si quedaba embarazada arruinaría su vida; bueno eso sí, a los 17 está canijo meterse en esa bronca.
―¿Y el novio estaba de acuerdo?
―Claro que no, cómo crees. Se mantenía haciéndole la lucha, pero la niña no era nada pendeja y a pesar de ser tan chica tenía mucha personalidad.
―¿Y qué pasó?
―Lo de siempre, él se dejaba querer y vaya que la muchachita era casi su esclava para no perderlo, pero también se consiguió de amante a una vecina del edificio, que era viuda.
―Y no me digas: ella lo descubrió.
―No, pero eso ya no importa. La canija se enamoró de otro que tocaba en el grupo de rock donde ella era la cantante, ese sí de su edad, y ya no hallaba qué hacer, cómo decirle a su novio que ya se fuera a freír espárragos.
―No creo que le preocupara, él ya tenía su rorra que le daba, que se las, eso.
―Pues sí, la verdad es que este relato nos salió con final feliz, ya era hora, nos la pasamos escribiendo puras amarguras. Final feliz, y para los cuatro.
Agosto 2014