domingo, 3 de abril de 2022

La Güera. César Francisco Pacheco Loya


 

La Güera

 

 

Por César Francisco Pacheco Loya

 

 

Cuenta la leyenda qué en una ciudad lejana existió un hospital donde hace años acaeció un echo terrorífico que nadie ha podido dilucidar. Esa tarde, Matilde, quien se había desempeñado allí como jefa de enfermeras hasta el día en que fue jubilada, llegó al Servicio de Urgencias quejándose de dolores en el cuerpo, falta de apetito y molestias para orinar. Ramona, la enfermera de urgencias, la reconoció de inmediato y, con voz cordial, le dijo:

Jefa, me da gusto verla. Desde que se jubiló no volví a saber de usted.

Matilde movió la cabeza, y con voz apagada musitó:

Vengo a consulta, me siento muy mal.

No se preocupe, yo haré lo necesario para que la atienda el doctor Estornino, ¿Recuerda quién es él?

Por supuesto que sí. Un médico muy humanitario y además muy preparado.

 

Apenas entró Ramona al área de consultorios, se escucharon pasos que avanzaban por el pasillo central del Servicio de Urgencias y se oyó el molesto rechinido que hacía la puerta cada vez que la abrían o la cerraban. En cuanto el médico estuvo cerca de Matilde le dio la mano y le dijo:

Hola Jefa, a que se debe su visita.

Hace tres días que siento el cuerpo cortado y no apetezco la comida, solo tomo agua.

El doctor pidió a la enfermera:

Ramona, ponle el termómetro a la Jefa, ahorita que la saludé de mano me di cuenta de que viene ardiendo en fiebre.

El médico terminó su interrogatorio, y cuando iniciaba la exploración física, fue interrumpido por Ramona:

―Trae 41 grados de temperatura, doctor.

Tómale muestras de sangre y de orina y llévalas a laboratorio para que le hagan una biometría hemática y un examen general de orina. Diles que son urgentes.

El doctor continuó su trabajo, y en no más de media hora estuvo el reporte de laboratorio. Con los resultados en la mano, le dijo al paciente que atendía en ese momento:

Regreso rápido, no se desespere.

En cuanto llegó al lado de Matilde, le informó:

Trae usted una infección aguda en las vías urinarias, se va a quedar hospitalizada ¿Quién viene con usted?

Nadie, solo tuve una hija, pero hace años se casó y se fueron a vivir al Estado de Virginia ella y su marido; solo mantenemos comunicación por teléfono.

Muy bien, Jefa, no hay problema, aquí tiene una gran familia, usted sabe a qué me refiero, todo el personal de enfermería la aprecia mucho.

Sí doctor, le agradezco sus atenciones.


En cuanto la enferma ingresó al Hospital, se corrió la voz, entre las enfermeras de que Matilde estaba encamada en el cuarto 218 y por ello, en pequeños grupos, fueron a saludarla y manifestarle su deseo de que sanara pronto.

Cuando la ex jefa quedó sola, se abrió la puerta del cuarto y entró la enfermera Adela empujando una charola rodante donde traía todo lo necesario para iniciarle el tratamiento que le había indicado el doctor Estornino. Luego que terminó de canalizarle una vena, le empezó a pasar la solución salina, y cuando terminó de regular el goteo, tomó una jeringa que contenía un líquido amarillo y le explicó:

Este es el antibiótico que le recetó el doctor, es un medicamento muy fuerte, se lo voy a poner en el suero para que vaya pasando lentamente, verá que pronto se va a curar. ¿Se le ofrece algo más?

Sí, Adela, dame un vaso con agua, tengo sed. Luego voy a descansar, porque estos días he dormido muy poco.

Ya que Adela se retiró, pronto se escucharon los ronquidos de la ex jefa. Cuando despertó había una joven sentada en el sillón del cuarto, a quien Matilde le preguntó:

 ¿Ya cambiaron de turno? ¡Acaso dormí tanto!

¿Por qué pregunta eso, Jefa?

Porque tú no eres la enfermera que me puso el suero, ella se llama Adela.

Tiene razón, no soy quien le puso el suero, pero vengo a cuidarla.

Te mandó el doctor Estornino, es una distinción especial, ¿no es así?

Sí, estoy aquí por orden superior, tranquilícese y siga durmiendo.

La ex jefa secó sus ojos con un pañuelo desechable y, sin quitar la mirada del rostro de la joven, preguntó:

¿Cual es tu nombre?

Uhhh, mejor le voy a decir mi apodo, porque todo el personal me conoce como La Güera. Por mi nombre de pila no hay quien me nombre aquí.

La Güera, eso no me dice nada, no recuerdo a nadie con ese sobrenombre. Préstame tu gafete.

No lo traje. Como venía a hacer un servicio especial, solo vestí mi uniforme y me vine rápido. ¿Por qué le extraña cómo me dicen?

La Güera. Es cierto que tu piel es muy blanca, pero tu cabello es negro, lo mismo que las cejas y las pestañas. ¿Quién te puso el apodo? 

Fue un médico interno. Él cursaba su internado rotatorio. Lo recuerdo con aprecio porqué fue un buen compañero.

La ex jefa se resignó a llamar a la joven por su sobrenombre y desistió de tratar de recordar la verdadera identidad. Cambiando de tema, Matilde comentó:

Sigo con sed, se me antoja una soda bien helada.

Yo se la traigo, en fin, no está contraindicada.


La Güera salió presurosa de la habitación y fue por el refresco. Apenas había salido, entró Adela a tomarle signos vitales a la paciente y una vez que los anotó en el expediente, le preguntó:

¿Cómo se siente, Jefa?

Mejor, creo que ya hizo efecto el analgésico y el antipirético, claro también el antibiótico está actuando. Oye, ¿cómo se llama la enfermera que salió del cuarto en el momento que entraste?

¿Enfermera que salió de dónde?

De aquí. Si casi te tropezaste con ella.

No, Jefa, ni en la puerta, ni en el pasillo vi a nadie.

Andas concentrada en tu quehacer y por eso ni ves ni oyes lo que pasa a tu alrededor.

Pues será por eso. Pase buenas noches, nos vemos mañana.


En cuanto Adela salió de la habitación, entró La Güera trayendo en las manos un refresco de cola mediano.

Regresaste rápido, ¿acaso fuiste volando? comentó la ex jefa.

─No, bajé en el elevador y de regreso también subí en el elevador, por eso volví tan pronto. Yo utilizo mucho el ascensor y de preferencia lo hago por las noches. 

Llegó la noche y con ella la obscuridad. La Güera no mostraba intención de retirarse a descansar; por ello Matilde le preguntó:

¿Qué no piensas ir a dormir en tu casa?

No, aquí me voy a quedar toda la noche.

Dónde piensas acostarte?

Señalando con uno de sus dedos, dijo:

En este sofá.

No es necesario que hagas ese esfuerzo, recuerda que hay personal suficiente.

Sí, pero algunas enfermeras desconectan el timbre para dormir y no hacen caso al llamado de los pacientes.

Tienes razón, sí hay enfermeras irresponsables. Bueno, pues entonces acondiciona tu dormitorio; en el cuarto de utilería debe haber una cobija y una almohada.

Ahorita preparo mi cama, antes voy al baño.

Usa este, está limpio.

No obstante la insistencia de Matilde, La Güera se encaprichó:

Prefiero ir al baño de personal.

Pronto regresó La Güera y la ex jefa, de nuevo sorprendida, le dijo:

¿Cómo es posible que tan rápido hayas ido y regresado, si los baños del personal están en el sótano.

Es que bajé por el elevador. A mí me gusta mucho pasearme en el ascensor, principalmente por las noches.


Al tercer día, Matilde fue dada de alta, con su salud restablecida. Cuando ya estuvo vestida con ropa de calle y había terminado de guardar sus pertenencias en una bolsa de mano que traía para tal fin, La Güera le pidió:

Dígame el número telefónico de su vecina para hablarle y preguntarle que si puede venir por usted.

Abre mi bolsa y saca una libreta que traigo ahí para decirte el número.

La Güera fue a contactarse con la vecina de Matilde y pronto regresó.         

Sí, Jefa, en un momento llega. Voy a traer una silla de ruedas.

Ya junto al coche de la vecina, mientras abrían la portezuela para que subiera la ex jefa, el brillo del sol permitió a Matilde saber quién era La Güera, y lívida gritó:

─Jesús, María y José, pero si eres Virg… y en ese momento cayó muerta mientras que el cuerpo de La Güera se transformaba en una columna de neblina que lentamente se desvanecía elevándose al cielo.

 

 





César Francisco Pacheco Loya es egresado de la Facultad de Medicina de la Universidad Autónoma de Chihuahua, donde después fue maestro. Dedicó su ejercicio profesional a la administración de servicios médicos, área en la cual tiene un postgrado. Realizó además un diplomado en informática. Es autor de dos libros publicados: Análisis global de los servicios médicos bancarios (1993) y Control médico administrativo (1995), y las novelas La inexplicable especie humana, Encuentro con un medio desconocido y Amores que matan.

sábado, 2 de abril de 2022

La carga del payaso. JChM

 

Foto Mague Alcaraz

73. La carga del payaso

 

 

Por JChM

 

 

Un mimo hacía piruetas con las manos y gestos de galantería. Bajo el maquillaje se enraizaban en su rostro marcas de rencor y desesperanza.