martes, 31 de julio de 2012

con luis heraclio sierra, belinda y luis rey

En la foto Víctor Hugo Rascón Banda, Víctor Orozco y Alfredo Espinosa

El show de Amor, miel y veneno: una multitud acompañó a Espinosa

Por Jesús Chávez Marín

Alfredo Espinosa tiene muchos lectores, sus libros se venden como pan caliente y cuando los presenta a la gente le gusta asistir en masa, porque él acostumbra poner músicos, actores, pianistas, cantadoras de flamenco y tríos románticos: no es la típica presentación de libro estricta y académica, a veces aburrida, donde el único menú sea el rollo.

El 13 de noviembre de 2001 fue presentado en el Centro Cultural Universitario Quinta Gameros el más reciente: Amor, miel y veneno, publicado por la editorial Doble Hélice, un pequeño cuaderno con una crónica bien divertida en la que el personaje es colectivo: los enamorados y las enamoradas a los inicios del siglo 21 en ciudades como Chihuahua; los espacios son oficinas, moteles, parques, academias donde se ofrezcan cursos de cuanto hay, cafeterías, aeropuertos, cantinas, asientos traseros de automóviles y todos aquellos lugares donde sucede la intimidad de las parejas.

En el acto participaron el actor Luis Heraclio Sierra, quien realizó un espléndido espectáculo de teatro en atril con un libreto basado en el texto de Espinosa, acompañado en la parte musical por el trío Los Tréboles, la famosa cantadora Belinda y el piano electrónico de Luis Rey.

Por su parte, la pintora Martha Carolina Legarreta dio una conferencia: certeros comentarios acerca del pequeño libro: inteligente, graciosa y de buen humor: al terminar recomendó a las mujeres que lo llevaran de regalo a las despedidas de soltera, pues resulta muy aleccionador para cualquier matrimonio moderno.

La gente estaba encantada: esa mezcla de teatro de gran estilo con canciones populares funcionó bien. El discurso de la diva Legarreta, quien llegó elegantísima con un vestido de dos millones de pesos y algunas joyas de la familia, resultó ligero y muy en el ambiente de la fiesta. El espectáculo fue realizado y dirigido por Flor María Vargas, quien además fue maestra de ceremonias. La producción estuvo a cargo del Departamento de Difusión Cultural de la Universidad y de Martín Reyes, director de la editorial Doble Hélice.

En este libro, cuyo texto fue leído en la voz profesional de Luis Heraclio Sierra, que en sus gestos y en sus manos magistrales adquirió otra dimensión artística, Espinosa logra una comunicación regocijante. El relato, mezcla de crónica y ensayo, viene escrito con agilidad y reflexión, un caudal de imágenes y conocimiento profundo de la vida. A Espinosa le sobra desfachatez para mezclar con la mano en la cintura frases de poetas clásicos españoles del siglo 17 como Quevedo: polvo enamorado, con canciones de la vulgar Paquita la del barrio: tres veces te engañé. Por allí aparecen voces de Neruda, José Alfredo, Sabines, José José, Borges y muchos otros poetas que Espinosa frecuenta. Y también letras de las más necias canciones que erizan las rockolas de las cantinas y los bares románticos con iguales dosis de alcohol y nostalgia.

Noviembre de 2002

lunes, 30 de julio de 2012

emilia jáquez jáuregui


Emilia

Por Arelí Chavira y Jesús Chávez Marín

Cuando tenía diecinueve años, Esteban trabajaba en la oficina de una ferretería. Todos los días, a las seis de la tarde, una mujer le hablaba por teléfono, con fingida sensualidad:

—Hola, soy yo.

 —¿Magdalena?

—Claro, ¿pues qué te hablan muchas?

—Nada más tú me hablas, y ni siquiera te conozco. Solo tu voz.

Hacía un mes había recibido la primera llamada. Era una broma, casi una burla infantil. Ella jugaba a ser misteriosa, él se dejaba vencer por la curiosidad y por el sonido de aquella voz hermosa. Desde el principio ella dijo: “te conozco, sé todo sobre ti”. Usaba expresiones de novela con toda naturalidad.

—Mañana por fin podrás conocerme. Te espero en la plaza Capoulade a las siete de la tarde. Iré vestida con una blusa rosa y tengo el pelo largo.

Sus compañeros de trabajo se reían de aquella cita a ciegas, pero como Esteban era el más joven del grupo, lo trataban con benevolencia. Alfredo, el gerente, le prestó un Volkswagen para que llevara a pasear a la desconocida.

Esteban no se hacía muchas expectativas, pero no quiso dejar de resolver aquella pequeña intriga.

Estacionó el carro a un costado de la plaza y al bajar su mirada registró de inmediato a la mujer: una muchacha alta, como de dieciocho años, de pelo castaño, ligeramente rizado, y largo hasta la nítida cintura. Estaba de espaldas, curvilínea, sus nalgas se dibujaban con gracia en el pantalón de mezclilla. La blusa rosa le daba un cierto aspecto de inocencia, los brazos eran firmes, también los senos, ceñidos bajo la tela, y las manos, delgadas y largas. Mientras se acercaba con paso lento, los ojos de Esteban se iban colmando de la belleza prodigiosa.

—¿Tú eres Magdalena?

—Yo soy. Sígueme. Vamos a dar un paseo.

Caminaron juntos alrededor de la plaza, pero ella le hablaba de lado. Se cubría la cara con el pelo, que caía libre. Esteban podía respirar un perfume de jazmín pero solo pudo ver un instante los grandes ojos, la boca delicada, la frente amplia, la nariz primorosa, la piel lozana y resplandeciente.

—¿Por qué no me dejas verte la cara, Magdalena?

—Otro día podrás mirarme. Hoy no.

Tampoco quiso pasear en el carro, ni que la llevara a su casa. Se sentaron juntos media hora en una banca de la plaza, luego se despidió y le indicó que no la fuera a seguir. Se fue caminando y él la siguió con la mirada. La elegancia de su cuerpo al moverse era tan natural como el aire, fresca como el agua.

Tanto misterio era ya mucha payasada, pensaba Esteban.

—Ya ni le contestes las llamadas a esa tipa —le aconsejaron sus amigos de la oficina—. Ni siquiera te dejó que la tocaras. No te conviene, Esteban. No pierdas tu tiempo. Viejas, sobran.

Pero Esteban no hizo caso. Ni a sus amigos, ni al sentido común.

Ella siguió hablando a las seis de la tarde. En los acontecimientos del día, su voz era una promesa.

Solo cuando ella lo decidió, Esteban pudo verla cinco veces más. Una tarde la besó en los labios, pero ella permaneció inmóvil, indiferente.

Nunca lo quiso, pero él se enamoró como un perdido.

En aquel juego cruel y absurdo, ni siquiera había dicho su nombre verdadero. Se llamaba Emilia, era hermana de la esposa del cobrador de la ferretería, así había conseguido el teléfono y el nombre de su víctima. Tal vez en un principio ella había pensado en tener un novio, pero al conocer a Esteban, algo le resultó desagradable y se dedicó a humillarlo. Un día le pidió que la llevara a Aldama, un pueblo cercano. Esteban se alegró mucho, pensando en el hermoso paseo juntos. En cuanto llegaron, ella se bajó del automóvil: “Aquí espérame”. Regresó tres horas después, ya de noche. “Vámonos”, dijo. Sin pedir disculpas, sin dar explicaciones.

Esteban era sensible y terco. Cuando supo la mentira de los nombres, consiguió el domicilio de la joven y le mandó un ramo de flores con una carta enferma de elogios y erizado amor. Querida Emilia. Querida Magdalena.

Aceptaba los dos nombres, las dos regiones de su amada: realidad y fantasía. Desde entonces ella no volvió a llamarle por teléfono.

Un domingo, muy temprano, Esteban fue al barrio donde ella vivía y permaneció de pie frente a su casa, pero a una gran distancia, desde lo alto de una pendiente donde podía verse a lo lejos. Allí estuvo de la mañana a la noche, sin importar la necedad inútil y sin esperanza. Solo para verla. Ella salió recién bañada, con dos de sus hermanas. Traía un vestido blanco. Cuatro horas después regresó del paseo dominical, y entró en su casa, sin dirigir una mirada al grotesco vigilante, quien resistió firme la resolana y el ridículo todo el santo día.

Una noche la encontró en una fiesta donde él también era invitado. Lo trató como si no existiera, no contestó el tímido saludo. Cerca andaba un fotógrafo y Esteban le pidió que la retratara sin que ella se diera cuenta. Cuando el fotógrafo la enfocó, ella comprendió todo y de inmediato se sentó en los brazos de un conocido suyo, para no aparecer sola en la fotografía que el mustio enamorado pudiera tener.

Esteban tenía conciencia clara de su derrota, pero no le importaba. Prefería el dolor vivo de amar a la mujer más hermosa del mundo, que acomodar su vida a la lógica del mundo. Su amigo Alfredo, el gerente, no lo podía creer, le parecía absurda aquella pasión sin destino.

Esteban se reconocía en las letras de las más necias canciones: Reloj detén tu camino porque mi vida se acaba. Tuve una vez la ilusión de tener un amor que me hiciera valer. Llévame si quieres hasta el fondo del dolor. La noche es más fiel que oscura.

Veinte años después, Esteban la recuerda y se pregunta: ¿Dónde vivirá ella ahora? ¿Se habrá ido a otra ciudad? ¿Aún será tan hermosa?

Agosto de 2002

miércoles, 4 de julio de 2012

boletín



El jueves 18 de febrero de 2010, a las 8 de la noche, se presentará en Casa Chihuahua mi libro Te amo Alejandra, segunda edición corregida y aumentada.

Este viejo libro se publicó en 1996 y fue un éxito de ventas sin precedentes en la ciudad de Chihuahua. A los dos meses salió una reimpresión y desde hace varios años el libro está agotado en todas las librerías, las buenas, las regulares y hasta en los más oscuros estanquillos. Al inicio de este año, la editorial Doble Hélice lo vuelve a poner a la luz de la imprenta. 

Los presentadores serán la arquitecta Ángela Siqueiros, el fotógrafo y productor de televisión Didier Emmanuel Ortiz y el ingeniero industrial y doctor Juan Óscar Ollivier Fierro. También tendrá presencia el arte de la música, con el grupo Vértice rock.

(JChM).

Enero 2010

martes, 3 de julio de 2012

JChM. El agua y la sombra, de Enrique Servín


Servín
El agua y la sombra


Por Jesús Chávez Marín


El un honor para mí participar en la presentación de El agua y la sombra, este libro tan esperado de Enrique Servín, maestro generoso y amable de casi todos los que escribimos textos literarios en en la ciudad de Chihuahua.

Desde joven, Servín ha vivido, caminado, hablado, pensado como un poeta. Su sensibilidad y su mirada registran con exactitud la luz y el tiempo, los objetos y las voces, las historias y los rostros de las personas que encuentra en su marcha. Ha viajado por muchos lugares y en su conversación parece que ha leído todos los libros que existen, todos en su idioma original.

Es tan vasta la información que maneja, tanto de nuestra época como de tiempos remotos, que la gente se queda durante horas escuchando su palabra, su conversación siempre animada y sorprendente; su memoria resplandece en poemas completos y largas frases literales dichas o escritas en un pasado que se vuelve en su voz tan viva como en el momento original.

Resulta difícil de creer que un hombre de tanta sabiduría conviva entre nosotros con naturalidad y sencillez, camine por las calles de esta ciudad y trabaje a nuestro lado todos los días, y que todo lo ha haga “sin pizca de infatuación ni de soberbia”, tal como en dos de sus versos lo expresa él mismo al referirse a sus ancestros.

Enrique Servín es antes que nada un maestro en voz alta. A pesar de que ha escrito mucho y algo de eso ha publicado, la esencia de su expresión es el habla. Las palabras de su conversación son muy precisas, un vocabulario vastísimo.

Algo de ese prodigio se refleja en este libro de poemas, El agua y la sombra, en la escritura que es también la sombra del agua viva del lenguaje.

El libro inicia con el mensaje de un regalo. En uno de sus niveles de significación, el poeta ofrece al lector poemas como un regalo elemental y lo invita a participar en el juego de la comunicación: Aquí te dejo este loto, simple como una flor. Es una flor. Y luego la sugerencia: haz tú que se desdoble. La literatura no existe sin el lector. Solo en la resonancia de la voz poética leída por alguien se realiza el poema.

En otro de estos primeros textos que se llama “Trino en la luz”, el autor hace una transfiguración de las sensaciones, de tal forma que un sonido sutil se sienta como un fluido visual y también como una sensación del tacto. Esta percepción ampliada de los sentidos también se produce en otro poema llamado “La música, la hierba” y en el que cierra esta primera parte del libro, “Manantial”.

Esta fusión de significaciones es uno de los recursos utilizados en el libro. La gran efectividad que alcanza se debe al cuidadoso trabajo de cada verso. Cada uno de ellos está medido cuidadosamente, y el ritmo respeta con todo rigor los acentos de la poesía en español. Utiliza sobre todo versos endecasílabos, combinados con otros de 14 y 7 sílabas. En poemas más extensos se atreve con versos muy largos, pero siempre cuidando el sonido y la música del poema.

La memoria como material de sueños o como registro de sensaciones es otro de los mecanismos del poema en este libro. En uno de los textos se señala esto: Como una imagen rayada por una vara en el agua los recuerdos se funden, se confunden. Una de las secuencias más repetidas es la evocación desde un presente de la escritura hacia un pasado de la infancia o de la conversación con los mayores que refieren historias antiguas. También abundan las referencias a la Historia o a la simbología de la tradición cultural.

A veces el texto relata una escena cotidiana, como una fila de gente que espera ante la ventanilla de pasaportes, o viaja en un camión, desde la cual se desprende en la conversación o en el resplandor del recuerdo la ventana hacia el extrañamiento o hacia la simbolización de un hecho o una construcción abstracta o bien concreta.

Otro de los materiales del libro son los documentos significativos: una fotografía, una agenda, un cuadro que son el punto de partida no solo de la evocación sino del nuevo significado del tiempo, lluvia de años pasa y queda una especie de arco iris que contiene la memoria y su significado, como también la percepción de la voz, la nostalgia y la fuerza de la nueva imagen, construida con palabras.

Entre las secuencias entrañables de este libro, que conjugan la alegría y la nostalgia, está la reunión de los amigos, en el pasado y en el presente: el muchacho que invita a una amiga suya a visitar el patio donde jugaba de niño; los compañeros de viaje o de tertulia al ritmo de la música fresca de las risas; el encuentro con el padre frente al mar y más allá de la muerte; la charla con una abuela que le da vida a los relatos.

También son elementos de fabulación en este libro los edificios, las ciudades: no solo las del presente sino además las del pasado, las que fueron y son ya ahora tan solo polvo en el aire del tiempo, tal como lo dice el autor en dos versos suyos. También la presencia concreta y material de un edificio, o la materialización de sueños delirantes, como lo dicen estos dos versos magníficos y dolorosos: y un gran arco triunfal que los fantasmas alzaron a la antigua violencia o vanidad de los hombres. Es muy original el ángulo desde donde se miran las grandes construcciones, el magnífico mármol y la noble cantera, piedra numerosa, como llama a ese conjunto, que luego fueron torres, y que pervive en la eternidad fugaz del esplendor. Con este tipo de frases tan ágiles, con versos certeros, el poeta sorprende, carga de significación varios momentos del libro.

Otra de las líneas temáticas es la mirada al desastre ecológico. En un poema que se llama “Nota encontrada después del fin del mundo” viene este verso atormentado, que se refiere a los signos que se vieron y que no fueron suficientes para impedir el desenlace fatal: pájaros que caían muertos a nuestros pies como pesados jeroglíficos.

Denso en su significación, armonioso en su sonoridad, ingenioso y nostálgico, este libro tiene hilos de buen humor, una mirada múltiple construida con extensa información, una elaboración ágil y eficiente de los conceptos y una sensibilidad educada en la reflexión y la percepción.

El libro de un poeta que expresa su época y sabe ordenar las sensaciones y las ideas con las que se imagina el mundo en el siglo 20 y a los inicios de este nuevo siglo.

Servín, Enrique: El agua y la sombra. Editorial UACH, México, 2003.


Julio de 2003

lunes, 2 de julio de 2012

lectura de poemas

Coralillo en voz alta

El jueves 20 de marzo de 2003, a las 8 de la noche, se realizará la lectura de poemas Coralillo en voz alta en las instalaciones de la Unidad de Estudios Históricos y Sociales de la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez, cuyo domicilio es: Álvarez de Arcila 2107 de la colonia San Felipe.

Como parte del programa permanente de actividades culturales de la Universidad en esta capital, nos presentaremos Florencia Rodríguez y yo en este acto literario: del libro Coralillo serán seleccionados algunos poemas y serán dramatizados en la voz: teatro de atril.

El libro, cuyo autor soy, fue publicado recientemente por Aster Ediciones en ciudad Cuauhtémoc. Esta compuesto con una colección de textos cuyos ingredientes principales son la furia y la ternura, el placer y el dolor: expresiones trágicas y melodramáticas de la vida cotidiana. Presenta una visión moderna del amor, tal y como se vive en las oficinas, en los bares, en los moteles y en el lecho conyugal.

Una de las tintas fuertes de los textos es la angustia de la depresión: enfermedad social y privada que se ha puesto de moda con dolor y desaliento desde los años ochentas del siglo 20.

Quienes asistan a esta lectura de poemas, habrán de participar activamente no solo como espectadores: se pretende involucrarlos en la temática de este libro furioso y amoroso.

La entrada es libre y abierta a todo público que guste de la literatura y de pasar un rato extraño y lejano de la cotidianeidad.

(JChM).

Marzo 2003.