En lo que dura un cigarro
Por Jesús Chávez Marín
Acabo de oír una conversación en el ambiente
que se ha hecho habitual en ciudad Chihuahua en los años recientes. Llegó un
señor acá, disque muy elegantón, como de sesenta años. Pidió un cigarro suelto Marlboro
rojo, por favor.
Mientras pedía su cigarro pensó: estos indios
vayan a pensar que no tengo para la caja completa. [como efectivamente: no
traía]. O que soy de esos fumadores arrepentidos que de vez en cuando rompen la
dieta de tabaco.
Por eso dijo, sin que nadie le preguntara:
―Pido uno suelto porque no quiero ir al
cajero automático. Nunca voy de noche.
Vecinos y parroquianos del centro de la
ciudad, acostumbrados a meterse cada cual en lo suyo importándoles madre lo que
otros digan o hagan, ni lo pelaron.
―Es que no quiero maltratar a nadie. Imaginen
que me despache a uno que quisiera asaltarme en el banco: me meten al bote.
Otra vez nadie le hizo el menor caso.
Ya se iba, echando bocanadas de humo
perfumado. Un pordiosero de mano temblorosa en párkingson, dijo:
―No le hacen nada. Cuando alguien mata un
cholo, la ley no lo persigue.
Complacido en la oportunidad la pintan calva
de cambiar su discurso autocoplaciente por uno moralista y casi casi humanista,
el viejo se devolvió a decirles a todos los que quisieran escucharlo:
―Me perdona mucho, señor indigente. Pero sí
me hacen todo. Torturas. Penas. Iría yo directito al bote. Además no todos los
cholos son asaltantes violadores y asesinos. La mayoría de los cholos en esta
ciudad son magníficas personas, honestos, trabajadores.
Luego dio la media vuelta, hizo su
histriónico retiro, ahora sí ya muy satisfecho, fumando muy a gusto su buen
Marlboro.
Jesús Chávez
Marín ha sido profesor de
literatura en la prepa Ángel Trías, Cedart y en el Colegio de Bachilleres,
comerciante y fotógrafo. Es autor de los libros Yo soy tu hora del recreo, Aventuras de coctel, Coralillo, Te amo
Alejandra y Tecomblates, coautor
junto a Dolores Gómez Antillón de los libros Rocío de historias y Voces de
viajeros. También es compilador de Nueve
leyendas de Chihuahua.
Cuando la violencia va haciéndose cotidiana en una ciudad, el lenguaje se hace duro y la conciencia, laxa.
ResponderEliminar