sábado, 12 de septiembre de 2020

JChM. Elegía para Pablo Chávez Mendoza


Foto Jessica Aguirre Porras

Elegía para Pablo Chávez Mendoza

 

 

Por Jesús Chávez Marín

 

 

Así, con tal entender

todos sentidos humanos

olvidados,

cercado de su muger

y de hijos y de hermanos

dio el alma a quien ge la dio,

el cual la ponga en el cielo

y en su gloria

y aunque la vida murió,

nos dexo arto consuelo

su memoria.

 

Jorge Manrique

 

 

Hoy nos reúne un acto triste: la muerte de nuestro padre, de mi jefe, Pablo Chávez Mendoza. Un hombre de gran estilo, original sabiduría. Un misterioso.

Vivió como solitario, pero amaba profundamente a sus hijos y a su esposa Carmen Marín. Luego también a sus nietos, sus yernos, sus nueras. Todos sentimos el cariño, la dulzura con que nos trataba, sobre todo a los niños.

Fue un señor de gran fortaleza física y espiritual: un hombre libre.

Con sus contados amigos era bromista y platicador, aunque en otros días también fue taciturno y silencioso.

Vivió entre serenidad y tormentas y siempre respetó la vida.

Con su ejemplo y sus palabras, dejó lecciones de una alta educación, entre ellas estas cuatro:

 

1. Nos enseñó a vivir con dignidad, porque era orgulloso, delicado y sensible.

2. Nos enseñó a respetar a todas las personas. A los mayores. A los niños. A ser leales con los amigos; amorosos y cuidadosos con la familia.

3. Nos enseñó a disfrutar el placer de la risa.

 

Vivió de buen humor, manifestación de su inteligencia clara, incluso en las ocasiones en que transitó regiones de tristeza. Sabía reírse de sí mismo y, por supuesto, también de los mitotes y las incoherencias en que caemos cuando perdemos el control del cuerpo o de las palabras. Se reía de todo eso y expresaba comentarios ingeniosos con una mezcla de ironía y bondad.

Vivió con alegría diáfana, sencilla y natural.

Y nos dejó la lección más importante:

4. Nos enseñó el valor de la libertad, el placer de disfrutar la frescura del campo, la lluvia, los alimentos, la tierra, las calles, la ciudad.

A platicar con cualquier persona, a leer libros, a andar en bicicleta, a manejar automóviles, a caminar sin ataduras.

A no someternos a tiranías públicas ni privadas.

A pensar, a tomar decisiones con honradez y buen juicio. A llevar asuntos en forma ordenada, pero libre. A ser libres siempre.

Libres para pensar, amar, hablar.

Libres para trabajar, para disfrutar del tiempo, la naturaleza y el cariño de los hijos.

 

Hoy que lo despedimos para siempre, sabemos que en su memoria nacimos para ser felices, que su largo amor será manantial de nobleza y que su vida y el fulgor de su alta inteligencia trascenderá en la sangre, en la tierra.

Y en las acciones y el pensamiento de sus descendientes.

 

Que Dios lo bendiga eternamente.

 

Chihuahua, 20 septiembre 2000

 

Jesús, Malenita, Pablo, Carmen, Pedro, Mila y Lupita.

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