Harakiri
Por Jesús Chávez Marín
Tu rencor había esperado este día.
El perro de las dos cabezas se fue;
las noches de lumbre y luna llena
quedarán limpias de su presencia atroz.
La sal de la tristeza no volverá,
ni la ansiedad solar de su locura.
Ahora los hijos dormirán tranquilos,
el monstruo aquel no ladrará a tu lado.
Mujer: tus heridas irán sanando.
No quedarán cicatrices
de la antigua epidemia de tormentas.
El lecho sucio de la melancolía
lo perfumarás con la fragancia
de tu libertad recuperada.
Nadie recordará el ciclo polar
donde oscilaba
una oscura identidad
irregular,
violenta y solitaria.
El ansia autoritaria de torturas
no tocará más tu pelo fino.
Su aliento despiadado
oscurecerá otras atmósferas.
Ya no serás ni amor ni prisionera
de su voluntad maltrecha y rota.
Abre las ventanas de tu casa,
mujer adolorida.
Que se purifique el éter del lugar
donde tus hijos moran.
Nadie vuelva a pronunciar el nombre
de aquel enemigo cruel y violento.
El destino de todas las fieras
es incierto, pero ineludible.
Las persiguen soledad y exterminio,
nadie les dará tregua.
El vértigo de la depresión
es hoyo negro, sepultura;
viento furioso de los dolores
arrastrará, sin duda, aquella escoria.
El hombre quedará congelado
en la caja de sus pasiones muertas.
Y en los veranos un incendio mental
petrificará por fin los recuerdos
en la espiral de un corazón destrozado
por los golpes, el desprecio y los gritos
del sentido y las voces justicieras.
No le ofrezcas ritual de despedida,
déjalo que se vaya en silencio
entre la madrugada oscura.
El alba del sol habrá de enfrentarlo
en algún lugar lejano.
Allá habrá de vaciarse su destino
de paria ilegal y desterrado.
Relámpagos de su pólvora inútil
se ahogarán en ceniza,
su herida será tan profunda
que la misericordia de sus semejantes
jamás podrá aliviarlo.
No merece refugio
quien daño ha causado.
Una señal doble de tristeza y furia
le marcará la frente.
Cúmplase de esa forma la venganza
que en oraciones, a gritos, reclamaste.
Junio 1997
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