martes, 15 de septiembre de 2020

JChM. Harakiri

 

Foto Jessica Aguirre Porras

Harakiri

 

 

Por Jesús Chávez Marín

 

 

Tu rencor había esperado este día.

El perro de las dos cabezas se fue;

las noches de lumbre y luna llena

quedarán limpias de su presencia atroz.

 

La sal de la tristeza no volverá,

ni la ansiedad solar de su locura.

Ahora los hijos dormirán tranquilos,

el monstruo aquel no ladrará a tu lado.

 

Mujer: tus heridas irán sanando.

No quedarán cicatrices

de la antigua epidemia de tormentas.

 

El lecho sucio de la melancolía

lo perfumarás con la fragancia

de tu libertad recuperada.

 

Nadie recordará el ciclo polar

donde oscilaba

una oscura identidad

irregular,

violenta y solitaria.

 

 

El ansia autoritaria de torturas

no tocará más tu pelo fino.

Su aliento despiadado

oscurecerá otras atmósferas.

 

Ya no serás ni amor ni prisionera

de su voluntad maltrecha y rota.

 

 

 

Abre las ventanas de tu casa,

mujer adolorida.

Que se purifique el éter del lugar

donde tus hijos moran.

 

Nadie vuelva a pronunciar el nombre

de aquel enemigo cruel y violento.

 

El destino de todas las fieras

es incierto, pero ineludible.

Las persiguen soledad y exterminio,

nadie les dará tregua.

 

El vértigo de la depresión

es hoyo negro, sepultura;

viento furioso de los dolores

arrastrará, sin duda, aquella escoria.

 

El hombre quedará congelado

en la caja de sus pasiones muertas.

Y en los veranos un incendio mental

petrificará por fin los recuerdos

 

en la espiral de un corazón destrozado

por los golpes, el desprecio y los gritos

del sentido y las voces justicieras.

 

 

No le ofrezcas ritual de despedida,

déjalo que se vaya en silencio

entre la madrugada oscura.

 

El alba del sol habrá de enfrentarlo

en algún lugar lejano.

Allá habrá de vaciarse su destino

de paria ilegal y desterrado.

 

Relámpagos de su pólvora inútil

se ahogarán en ceniza,

su herida será tan profunda

que la misericordia de sus semejantes

jamás podrá aliviarlo.

 

No merece refugio

quien daño ha causado.

 

Una señal doble de tristeza y furia

le marcará la frente.

 

Cúmplase de esa forma la venganza

que en oraciones, a gritos, reclamaste.

 

Junio 1997

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