Por Jesús Chávez Marín
Adelante, pásenle ¡qué bueno que se vinieron poquito tarde! Ya mero empezamos, nomás estamos esperando al representante del representante del representante del señor gobernador para que inaugure este desfile de personajes célebres que con tanto esmero hemos preparado para festejar el natalicio de el Benemérito. Ay, miren, allá va entrando don Miguelito Castelazo Muñoz, yo creí que él ya había muerto pero no, acá anda muy orondo todavía, colgado del brazo de su señora doña Aurorita Creel quien, como ya lo dijo el gran Efraín Huerta, “es el baculito de su vejez”.
Poquito después de que el contador público Maquilano Toledo, gerente de la Oficina de Cómputo Cultural (OCC), el organismo máximo de la cultura fronteriza, le aplique tijera al primoroso listón que pusimos en la puerta de la galería improvisada en el vestíbulo del teatro, desfilarán por la pasarela de estas páginas de sociales los personajes inolvidables que para fortuna de nuestros corazones existen en cualquier pueblo con tradiciones tan arraigadas y tan bonitas como el nuestro.
Miraremos pasar por su senda de gloria a los pintores, algunos arquitectos, y a nuestras mejores plumas, en cuyo rostro se dibuja el rictus de la amargura y de la felicidad contenida. Enseguida se hará una pausa para consumir tres kilos de canapés que esta noche –hay que reconocerlo– estuvieron deliciosos y más o menos higiénicos; ¿te acuerdas del coctel del viernes pasado, donde dieron puros trozos de salchichón Chimex con mayonesa amarilla?, no se midieron, oye, por suerte ahora cuidaron más este detalle y cómo no, si dijeron que iba a venir en persona doña Zonia misma.
Media hora después les toca desfilar a los nuevos valores, los jóvenes productores de video y los camarógrafos sin canal de televisión donde realizar sus sueños, cruel destino el de estas economías tan apretadas: apenas tienen 23 años de edad y ya cumplieron quince semestres de frustración artística. Y más atrasito van entrando los actores, la mayoría de ellos aventajados discípulos de aquel legendario dramaturgo conocido como El Declamador sin Maestro, hieráticos y estoicos ante la ausencia de multitudes en la taquilla. Y los periodistas, neuróticos y alcohólicos por culpa del perro mundo que los obliga a escribir siete notas por el mismo sueldo de hace tres años. Oye, mejor ya vámonos, a lo mejor hay cena de petit comité en casa de Adelita Valentina Matamoros Moreno y en una nada, los de Eskirla tocan toda la noche su rockanrol de lujo voz y guitarra del maestro Rodolfo Borja, en la batería el general Alberto Chávez, en la armonía Jimmy Lozano y en el bajo el ingeniero Luis Tena.
No, espérate tantito, ya nomás deja que pasen los pintores vestidos de luchadores (japoneses); los fotógrafos, algunos de ellos odiándose mutuamente entre sí; los políticos de izquierda entre los cuales también quienes se volvieron neopriistas o neopanistas en cuanto treparon a la prurinominal; los promotores culturales que se quedaron sin chamba por causa de su despotismo inexplicable; los críticos de gusto estragado por tantos litros de tinto consumidos en el cumplimiento de su deber y ahora si ya vámonos a casa de Adelita Valentina, esto ya se puso muy aburrido.
Abril 1992
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