Los ires y venires del Vivebús
Por Jesús Chávez Marín
El primer recorrido de los nuevos camiones de
pasajeros por la ruta exclusiva delineada en las distintas estaciones a lo
largo de lo que antes fue la ruta uno de los antiguos, muy antiguos y sucios
camiones del sistema de transporte de la ciudad de Chihuahua, fue tema de averiguatas
y fuego fatuo de alguna que otra protesta.
En
tres días la gente que usa cotidianamente el transporte público ya se había
convencido de la diferencia enorme y favorable de los nuevos camiones, que de esa
manera se inicia un nuevo sistema, rápido, cómodo e higiénico. Los que
siguieron protestando fueron los automovilistas cuando vieron reducidos los
carriles de algunas avenidas de la ciudad, que antes solo habían servido para
su exclusivo beneficio.
También
protestaban los dueños de los antiguos camiones y los choferes, quienes
estuvieron acostumbrados durante años a trabajar sin casi ningún reglamento, ni
horario ni disciplina cívica. Y sin ninguna consideración para con sus clientes.
Los pasajeros se veían
obligados a soportar sus desplantes de pequeño despotismo, su música grupera a
todo volumen y también sabían que en cuanto les diera su gana, los choferes
paraban el camión a media calle y se bajaran a comprar fritangas en alguna
tienda del oxxo, a veces para hablar hasta cinco minutos en el teléfono público
mientras esperábamos pacientemente amontonados en el sucio camión. Eso sí: a
las ocho y media de la noche de todos los días ya eran muy escasos los
autobuses que seguían en ruta. Al abordarlos, el chofer invariablemente decía:
“ya nomás llego hasta el centro, mi jefe”.
Fueron
los antiguos choferes, y muy escondidos también los dueños de camiones, quienes
se dedicaron durante los primeros días a sabotear la marcha del nuevo sistema
de transporte Vivebús. Para ese propósito su principal estrategia fue la
morosidad de las llamadas rutas alimentadoras, que ellos todavía controlan en
exclusiva.
A pesar de que los
antiguos dueños se vieron favorecidos con la facilidad en la compra de acciones
de la nueva empresa, y de la concesión de ese servicio público, no se resignan
a perder los beneficios de la economía informal con la que antes obtenían
ganancias sin regulación. Bueno, ahora también son dueños del Vivebús, aunque
sigan en esa resistencia desleal.
Es
claro que el Vivebús apenas empieza. Lo que la empresa llama ruta troncal no es
más que una de las líneas, la de norte a sur. Estamos al inicio de una obra que
será monumental cuando cubra toda la ciudad, y hasta hoy no cubre ni la mitad.
Pero mucho se habrá ganado con este inicio si se consigue poner un reglamento
claro, un sistema que funcione para el transporte como servicio público: lo
mismo para los nuevos camiones que para todos los que sigan circulando.
Como
anécdota curiosa, el primer día del Vivebús se había iniciado una protesta
contra la construcción de la réplica de un monumento turístico en la plaza
central, la cual encabezaba Jaime García Chávez. A la misma hora, diez de la
mañana, llegaron numerosos choferes de camiones que venían furiosos porque se
había anunciado que a quienes no fueron contratados para el Vivebús les iban a
dar su finiquito laboral. Según él muy vivo, García Chávez aprovechó la
agitación del momento y se puso tomarse fotos sentado a media calle en medio
del tumulto, en su pose de profeta furioso y con un sombrerito fresa comprado
en El Paso. Algunas de las fotos salieron en los periódicos digitales y otras
las puso él mismo en su blog, tan presumido como siempre.
Octubre 2013
No hay comentarios:
Publicar un comentario