93. El viudo
Por JChM
(Manuscrito
hallado en una agenda que alguien olvidó sobre una banca del Parque El Rejón).
Abro los ojos y lo que veo son estas ramas negras y al fondo un lago tranquilo.
Parece que estuvieran al principio del mundo y no solo a principio del año;
otro tiempo más de fracaso. ¿Quiénes son esas personas que ayer parecían tan
felices comprando regalos de última hora, tomando brandy a hurtadillas como
adelanto de la cena que viene, la noche buena? Las parejas van de la mano con
absoluta confianza y cariño. Por supuesto que no los envidio, jamás seré ese
blando señor que por una brizna de alegría fue vendiendo su alma al tedio.
Nadie me ama, es cierto, pero tampoco dependo de ningún afecto. Soy el paria de
las pocas casas a donde llego, el que se queda un rato y luego se va: sigue
caminando por el rumbo de su completa libertad. Pero si me hago alguna de las
preguntas que nunca dejo llegar, podría saltar esta: ¿libertad para qué, para
dónde? Soy un cuerpo a la deriva. La Navidad frente a la televisión y el año
nuevo en la botella de whisky, sin medida, no me procuran plenitud alguna, por
más que en los vapores del viaje alcohólico se revele algún espejismo de
ingenio que luego se esfuma. Y luego solo queda esta biología torturada que
ahora late con violencia en las sienes queriendo reventar un cerebro estéril.
Tengo 64, ¿ya para qué me esfuerzo? Nadie me espera, muy pocos habrán de
acordarse de mí cuando me muera.
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