jueves, 4 de agosto de 2011

un viejo texto muy triste


Violencia navideña

Por Jesús Chávez Marín

Fin de año y todo mundo a transpirar nostalgias, las enumeraciones proliferan, los balances para llenar el vacío. La publicidad tiende tentáculos y los santocloses se amontonan con sus barbas de algodón que ocultan rostros muertos metidos en su panza inflada de borra, el rojo violento de sus trajes que quieren parecer alegres pero el polvo y el humo y las manchas de grasa pero la campanita en su mano moviéndose sola aturde a los niños que miran muy serios, distraídos se dejan retratar a quinientos pesos la foto, los niños, contestan sin convicción que un carrito de carreras cuando el santoclós pregunta aburrido qué quieres que te traiga, ¿te has portado bien?, intentamos reducir tu mundo de imágenes, niño, aquí tienes este monigote colorado, este espantasueños.
Pero los pájaros de la imaginación de los niños no son fáciles de apresar en las jaulas que les tendemos, aquí no hay niños, las jaulas son reflejo de nuestro reducido mundo, el nuestro, el “adulto”, el sin fe. Sin cielo. El niño viaja, siente que no solo eso es el mundo, que esos regalos de plástico no son los límites, lo sabe y es capaz de amar tanto su pequeña motocicleta de juguete porque en su mano que juega está su corazón lleno de imágenes. El cariño que sabemos es acumularle monitos y pistolas y carritos, el niño sonríe y está feliz.
Pero no hay peligro, no teman, pronto llegará la tierna edad de los diez años y entonces serás adulto: el grupo Menudo te enseñará los contoneos y equis e tú te llenará de ruido, niño, mientras clávate en el programa chiquilladas para que vayas aprendiendo a ser idiota: niños adultizados que nos divertirán como a enanos: Redúceles los sueños, véndeles al hombre que se hace chiquito que anda por los rincones matando cucarachas y si mata cucarachas ¿qué no matará?, el adulto también mira a los santocloses y a los pinitos que se prenden y se apagan, paisajes de las calles, contaminación de temporada, de prisa, busca los mejores precios el regalo para mi compadre: una botella, para mi ahijada: un juguetito al alcance de mi presupuesto, para ese mendigo sin piernas que me tiende un botecito: el cambio que me dieron en la caja de la tienda, de prisa. Sin mirar.
El aguinaldo no alcanza y las deudas son el único viaje; en el hoyo bancario unos tienen su tesoro y otros los pagarés vencidos y por eso son tan serios formales educados decentes, su tesoro no está en su corazón y sus sueños pequeños están prendidos en las nalgas de la oficina y aún esos sueños hay que espantarlos cuando hay que guardar la compostura, es mas seguro mirar en la tele a Briyit Auvé con su tanga de tristeza tricolor, la rubia que todos quieren aquí vestida de santoclós.
Papá ¿por qué ponen arbolitos de navidad y caminan santocloses y compras tantos regalos?, no podemos contestarte esta pregunta, hijo, no pregunte, es que alguna vez nació el niño Dios y ya mero es navidad, hijo incómodo: métase pronto a mi jaula, aquí está su lugar, nuestra casa, estamos metidos en una cajita. Envuelta. Para regalo. Camínele rápido. Niño. Ya se nos hizo tarde.

Diciembre 1983

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