El show y los videos de Javier
Corral
Por Jesús Chávez Marín
El feis da para todo, durante los
siete días recientes me llegó invitación para el informe del brioso Javier
Corral: Hotel Mirador a las 9 del sábado, acompaña a tu senador que sí te
representa, no faltes. Al cinco para las nueve subí la escalinata y me formé en
la fila para registrarme y que una edecán bonita me pusiera esta pulsera azul
que se asoma mientras escribo en la computadora de Melissa, en la sala de redacción
de Exprés.
Como la vista es muy natural, me
le quedé viendo a una jovencita despampanante vestida de lujo con pantalones
ceñidísimos y curvilíneos encantos, pero solo un instante, como debe ser el
protocolo en este tipo de miradas. Al voltear la vista me saludó el caballero
que la acompañaba, muy sonriente: ¿Cómo le va, Chávez? Era Miguel Riggs, esposo
de la súper modelo que muy seria se registraba en las mesas.
―Bieen ―le contesté―. Me sorprende
que se acuerde de mí, si solo nos saludamos en su campaña para presidente
municipal cuando visitó usted mi barrio casa por casa.
―Pues ya ve.
Como ya había llegado mi turno,
me registré: Nombre, teléfono, correo electrónico y las opciones de si era yo
militante o simpatizante.
―Periodista ―le dije con un poco
de pena, porque nada más soy un articulista, a quienes los periódicos llaman “colaboradores”
no sin cierto desdén.
Al entrar vi el salón lleno de
mesas y en la atmósfera muy denso el olor de los huevos revueltos, los
chilaquiles y el café que con fruición los comensales disfrutaba junto con la
charla de los viejos amigos y el saludo a Las Grandes Personalidades que
pasaban saludando mesa por mesa; los políticos panistas se daban vuelo y se veían
contentos de circular entre el populacho invitado.
Cuando entró Javier Corral sonó
un aplauso como el que se les brinda a los rockstars; tenía razón Enrique Macín
cuando decía muerto de risa que nadie tiene más capacidad de convocatoria que
quien invita a una cena, que en este caso sería el almuerzo. Con paso ágil y
saludando a quien se le topara enfrente llegó a hasta una de las mesas del
frente del Sunion. Diez minutos después entró por la puerta grande Jaime García
Chávez y se dirigió a una mesa del ala izquierda que ya le tenían reservada algunos
de sus fieles seguidores. Caminaba como siempre con la vanidosa humildad que lo
caracteriza.
Al final del desayuno prendieron
la tele, es decir, las dos enormes pantallas que se alzaban al fondo, sobre las
seis banderas que en sus astas de caoba se habían sujetado: dos del PAN, dos
mexicanas y dos con el escudo de Chihuahua. En la transmisión y con perfecto
sonido aparecía el héroe del evento: Con ustedes el aguerrido, el papacito, el
valiente representante de Chihuahua que sí representa a Chihuahua: Javier
Corral.
Durante una hora y cuarto que al
principio parecía buen show y luego una vil trasmisión del canal del congreso,
Corral votaba en contra, en otra toma replicaba, diez sesiones más adelante
pasaba lista, luego lanzaba mensajes de su ronco pecho con el buen arte de esa oratoria
gritona que seguramente aprendió desde la prepa y poco a poco algunas de las
personas se fueron saliendo con suma discreción, como se abandonan las salas de
teatro cuando la obra es mala o dura más allá de lo que aguantan las nalgas en
el asiento, los riñones en el vientre y la imaginación ya en la plena atrofia.
Cuando por fin apagaron las
pantallas, se puso al micrófono la muy guapa diputada Ana Lilia Gómez Licón
que habló maravillas del susodicho y se despachó con la cuchara grande cuando
dijo: Corral es el mejor senador que la república ha tenido en los últimos 20
años. Su discurso fue breve, pero no levantó gran aplauso. La gente ya estaba harta
con la hora y cuarto de videos obligatorios y didácticos. Mucho menos despertó
entusiasmo el correctito y apagado senador Juan Carlos Romero Hicks, típico
panista bien peinado y lustroso.
Y ahora sí, la estrella del show.
Javier Corral es un orador de los de antes, aunque ha ido mejorando, su voz antes
sonaba autoritaria y mamona, se ha ido puliendo en las lides parlamentarias.
Los únicos dos excesos fueron poner como el gran héroe a Jaime García Chávez
por la ventolera que ha despertado su demanda contra Duarte con el asunto del
Banco Progreso. El otro exceso fue ya de plano levantar su voz de panista
patronal y pedirle al gobernador de Chihuahua su renuncia, y hasta darle una
fecha tope: 15 de enero de 2015. Como usted ve, magnánimo, le permitió el periodo
completo de vacaciones.
Al salir muchos viejitos se
amontonaron en el baño de caballeros y no dejaban pasar; tuve qué
esperar mi turno, mientras el director de Exprés me apresuraba a través del
celular. Ya eran pasadas las 12 del mediodía.
Diciembre 2014
Antes los oradores políticos gritaban furiosos ante la multitud, regañándola a ladridos. Algunos siguen igual, en eso y en todo.
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