El explorador y la princesa
Por Jesús Chávez Marín
El ángel de lo estrambótico le jugó bromas a un dinámico arqueólogo y
después le ayudó a cumplir una fresca y sabrosa venganza literaria contra
aquellos díscolos burócratas que, coludidos con la grotesca corte de la
princesa Margarita López Portillo, hicieron fracasar una de las aventuras más
vehementes. Si quiere encontrar noticia de tan singular caso, no se conforme
con esta reseña, no se pierda la lectura de ese delicioso libro titulado Brigadier Felipe de Neve, ilustre y olvidado
fundador de Los Ángeles, California. [Ching Vega, Óscar W.: Brigadier Felipe de Neve. Editorial La
Prensa, Chihuahua, México, 1983, segunda edición].
El autor, quien sueña que la historia de Chihuahua es un cuento del
viejo oeste gringo (página 25), tiene probado con documentos que Felipe de Neve
murió y fue sepultado en Gómez Farías, Chihuahua, en la antigua hacienda de
Nuestra Señora del Carmen de Peña Blanca. Este descubrimiento despertó su espíritu
aventurero y pudo convencer a Margarita López Portillo para que apoyara sus
investigaciones. Entonces la culta dama, “escritora, investigadora y persona
siempre dispuesta a colaborar en los campos del arte y la difusión de todo tipo
de manifestaciones positivas” (página 27) se animó con el señuelo de anotarse
un diez en la celebración del bicentenario de Los Ángeles, California, a la
cual había sido invitada como miembra del comité de festejos.
Fue entonces como pudo lograrse que el “explorador, historiador y
arqueólogo autodidacta” (página 26) se apersonara en el poblado de Gómez Farías
y a las 16:30 horas del día 25 de junio de 1980 ordenó que comenzaran las
excavaciones (página 30). Y del 25 al 27 de ese mes, ayudado por un equipo de
personas muy amables, encontró los restos más auténticos que jamás se vieron
por estas tierras, los cuales garantizaban sus más caras investigaciones “basadas
en documentos oficiales, información recabada por tradición oral y, además,
gracias a las corazonadas recibidas que surgen de la fe que uno pone"
(página 31).
No faltaron los incidentes. La gente creía que ellos buscaban “un
entierro, barras de oro, y el jefe tuvo que correr a unos borrachitos que
reclamaban su parte y prometían no decirle a nadie, estuvo a punto de que este
servidor comenzara a hacer uso de sus modestos y honorables conocimientos de
kung fu” (página 38). Para que vean que no todo humorismo es involuntario.
Luego su esposa no quiso que el explorador guardara en su propia casa el
fúnebre bulto que contenía los restos rescatados para la historia; tuvo que
llevárselos lejos, a su oficina, cubiertos con un manto azul para evitar
murmuraciones. Después los mentados restos viajaron disfrazados de equipaje, se
quedaron quietos en el closet de una habitación del Hotel Regis, reposaron en
un anaquel de cocina de la colonia Roma y se perdieron en la inmensidad de la
ineptitud burocrática del Instituto Nacional de Antropología e Historia de la ciudad
de México.
Ni Margarita ni su ayudante Claudio Farías prestaron la atención que la
investigación merecía. Escurrían el bulto, se mantenían ocupados, no
contestaban el teléfono. “No me hable de eso, no tengo nada que comentar”, dijo
la señora cuando le preguntaron en California (página 64). Luego la inquina de
“esos genios presupuestatívoros que, cobijados a la sombra de una respetable
institución científica (el INAH), no tuvieron vacilación en mentir y en violar
la ley” (página 64). Total, la misión falló. Pero queda este libro con pelos y
señales, y con una agilidad y sentido del humor que son santo y seña de un
habilidoso escritor.
Ching Vega, Óscar W.: Brigadier
Felipe de Neve. Editorial La Prensa, Chihuahua, México, 1983, segunda
edición
Con magnífico estilo y buen humor, el periodista Óscar W. Ching Vega cuenta en este libro una historia de disparatada burocracia.
ResponderEliminar