(En la foto Holda Ramírez, Semi Ugalde y Jesús Ramírez en Su Alteza Serenísima, versión escénica de Jesús Ramírez).
XIV. Su Alteza Serenísima
Por Jesús Chávez Marín
Alfonso Verona regresa investido de todo su poder, el cual le fue
conferido por el caballero Enrique Hernández Soto, director de la farsa Su Alteza Serenísima. La actuación de
Verona está de risa loca y su secre Jiménez (Carlos Ayala) no hace malos
gestos. Juntos son la pura botana.
Hernández Soto se lanza en este montaje a experimentar efectos que antes
no se atrevía a poner. Un hallazgo fue el vestuario de los personajes, todos en
color blanco igual que la sencilla escenografía surrealista, blanca también,
recursos que expresan una sensación de delirio y sueños locos.
El “quien vive” de la actuación de Varona y Ayala crea en la obra un
ritmo regocijante y dinámico. Ellos son los dos mejores actores de Chihuahua.
Paradójicamente, este hecho causa cierta arritmia en la obra, ya que la
actuación de sus otros compañeros en escena deja mucho que desear. Francisco
Díaz hace un Mr. Sewar de pacotilla, impostadísimo, apenas estaría bueno para
que el señor Barriga hiciera chistes sobre el tratado de libre comercio. Mary León,
en el papel de Petra, finge ser una sirvienta pueblerina y coquetona, pero
parece la chorreada de Pepe el Toro. El consejo de ministros está compuesto por
cuatro inditos de esos que le dan vuelta al sombrero todo el día, se la jalan
mucho y se maquillan bigotes de orillita; su actuación es pésima, típica y
declamatoria, ya mejor ni quisiéramos decir los nombres de los actores pero son
Mario Meléndez, Juan Gómez Franco, Luis Raúl Quintana y Carlos Héctor Montes.
La actriz que hace el papel de Lola Tosta de Santa Ana, de quien no
tenemos el nombre porque no venía en el programa (suplió esa noche a Mónica
Gutiérrez, quien ha hecho el papel en otras funciones), se desempeña en una
buen actuación, se salva. No a la altura profesional de Alfonso Varona y Carlos
Ayala, pero al menos no cae en las sobreatuaciones, garabatos corporales y
desfiguros de sus otros compañeros.
Su Alteza Serenísima 1991 inyecta
vitalidad nueva al viejo texto de Fuentes Mares. Aunque Hernández Soto ha sido
siempre respetuosísimo de los autores que pone en escena, se atreve por esta
vez a meter discretamente su cuchara literaria. Los chistes de Fuentes Mares,
hoy un poco pasados de moda y hasta bobalicones, se ven aquí renovados en la
voz aguardentosa de Varona, que le imprime con el tono y con la brillante
mirada picaresca una vigencia que actualiza la antigua farsa del poder. Hay
varios textos en los parlamentos que mencionan de pasada hechos y picardías son
de actualidad periodística, como el TLC y el montón de doctores en economía que
hoy nos desgobiernan.
Incluso Varona, con la impresionante agilidad mental que siempre ha
tenido en escena, pudo haber aprovechad la presencia del ex gobernador Óscar
Ornelas entre el público, a quien también corrieron del trono, para formular un
mimetismo con el Antonio López de Santa Anna, interpretada magistralmente esa
noche. Pero le perdonó la vida. Y don Óscar Ornelas se lo merecía esta vez, por
ser de los pocos gobernadores de Chihuahua que van al teatro.
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