sábado, 15 de diciembre de 2018

Giorgio Germont. Qué dilema moral más infame

Qué grande es Dostoievski
(Crimen y castigo, Libro III, Capítulo 4)

Por Giorgio Germont

Qué dilema moral más infame el de Rodia Raskolnikov cuando recibe a su madre y a su hermana en su humilde cuartucho. Su mente vuela constantemente a los hechos que le roban la tranquilidad, el doble asesinato del que es culpable. Su mente está tan desquiciada que se atreve uno a preguntar si no es acaso cierto que ya era presa de la enfermedad mental cuando las mató a la usurera y a su sobrina.
Pero ahora debe olvidar todo eso y recibir a su pobre madre y a su hermana, quienes están en la desgracia y las reprende por tratar de resolverlo todo con un matrimonio por conveniencia. Se acusa interiormente de hipocresía al criticarlas a sabiendas que él no tiene derecho a criticar a nadie.
Y luego aparece un ángel que viene a agradecerle su increíble generosidad al haber regalado su último centavo, el día anterior, a la viuda Marmeladov para que pudiera sepultar a su marido. Ese ángel no es otro que la misma Sonia, la joven perdida que mantiene a sus hermanitos trabajando en la calle de mujer de la vida galante.
Al verla entrar a su cuarto, el asesino siente que Dios le ha mandado un mensaje de perdón, perdón a su hermana, perdón al prójimo y perdón a sí mismo. Perdón dentro de su sincero y obsesionante arrepentimiento. La obsesión que le llena de una imperiosa necesidad de confesar su crimen.
Y es ella, Sonia, la damita licenciosa, la que al final lo salva para siempre.
Lo salva después de que él le pide a ella un pasaje de la biblia. Y lo leen juntos ahí en ese cuartucho donde ella "se gana la vida". Los dos toman asiento para oír la palabra de Dios, y se escucha el comentario editorial tan agudo:
"Vea usted nada más, querido lector, que ironía: el asesino y la prostituta tomados de la mano, leyendo la biblia..."

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