Por Jesús Chávez Marín
En agosto Alejandra Guzmán dio un concierto en la Plaza La Esperanza. Apareció en medio de una atmósfera de emoción y vapor de hielo. Vestía al salir una crinolina y un vestido azul celeste como princesa de cuento.
En su bella voz de mares locos se fue metiendo toda la gente que ese viernes de fábula llenó hasta atrás el circo mayor de la ciudad.
Estos lugares del norte son ahora más hospitalarios y más despiertos al deleite y a la alegría desde que ella vino a Chihuahua y nos gritó a todos emocionada:
—¡Los quiero un chingo!
Querida Alejandra: cada uno de quienes estuvimos en la Plaza La Esperanza aquella noche memorable también te amamos el resto. Ojalá regreses algún día.
Agosto 1991
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