Diez relatos de Cortázar
Por Jesús Chávez Marín
En agosto de 1980 Julio
Cortázar vino a México. Una de sus actividades en esa visita fue revisar
personalmente la edición de su más reciente libro Queremos tanto a Glenda,
que en ese mes se terminó de imprimir. El libro es una colección de diez
cuentos, distribuidos en tres partes nítidamente definidas por el tipo de
relatos que conjunta.
La primera parte incluye tres cuentos que cifran un mundo
privilegiado. Así, en “Orientación de
los gatos” son posiblemente las galerías de arte, los discos
refinados, objetos desde donde se formulan espacios metafísicos que habitan los
enigmas de Alana. En el segundo
relato, “Queremos tanto a Glenda”,
un grupo de magnates juega a crear la perfección sin necesidad de plantearse
problemas de dinero para tener los juguetes a la mano (jets, computadoras,
laboratorios). El personaje-narrador es colectivo, un grupo de amantes a
ultranza del buen cine que, sin escatimar recursos, emprende la tarea de
corregir todos los films
de la actriz Glenda Garson. En su labor descubren que la perfección puede ser de este mundo,
sin interferencias éticas up side que
impidan un trivial asesinato.
Dentro de “Historia con migalas”,
se desplazan al acecho dos mujeres con un pasado de bibliotecas y un presente
de violencia, recursos y estrategias (¿terroristas?) que tienen acceso a
oportunos contactos internacionales y a cómodos escondites en Holanda o en el
Caribe.
En los tres cuentos el mundo es propio y cercano. Mundo
perfecto, aunque contaminado por la incidencia de un presente donde aún
persiste la insatisfacción, la clandestinidad, la culpa final. El narrador y el
punto de vista es en la primera persona del plural, donde se esconden voces que
quieren ser clandestinas. En un lenguaje oblicuo se cifran una serie de
sugerencias que van tejiendo la significación total del relato y delinean la
intención de anonimato del personaje narrador. En ciertos momentos se escuchan
tonos de Edgar Allan Poe. Hay, incluso, referencias explícitas a su obra: una
cita de La carta robada o Alana y su negro gato que se parecen a El
Cuervo y Eleonora.
La segunda parte del libro presenta tres relatos de matiz
político, con una postura ideológica explícitamente asumida. El penoso mundo de
la clandestinidad se siente al leer “Texto
en una libreta”. El gradual descubrimiento de un organizado y creciente
grupo de personas (¿perseguidos políticos?, ¿activistas?) que se esconden y
habitan en el metro de Buenos Aires. “Recortes
de prensa” registra la infructuosa lucha legal y documentaria que
denuncia la violencia extrema de tortura y asesinato político en Argentina. Se
narra paralela otra historia de violencia diferente (una relación sádica) que
ocurre en el "tiempo" del relato. En el tercer cuento, “Tango de vuelta”, uno de los
personajes arma como a un rompecabezas los retazos de historia que le cuenta su
amante: el dramón melodramático de una mujer que abandona a su esposo, exiliado
pobretón, para conseguir la seguridad civil y económica en un nuevo matrimonio.
El regreso de aquel. La muerte.
En estos tres relatos se incluyen textos que están "redactándose"
en el tiempo de la narración. El narrador está escribiendo el documento al
momento de la lectura y al mismo tiempo está siendo afectado, amenazado, por
los hechos que relata. O bien, le suceden dentro del tiempo narrativo
peripecias que, en otro momento, nos va dando a leer; o va formulando,
"escribiendo" la historia en la que él mismo intervino casualmente.
Augusto Roa Bastos usa en su novela Yo, el supremo este
recurso de la escritura como personaje dinámico dentro del tiempo narrativo.
Aquí Cortázar lo asume encontrándole modalidades interesantes al
circunscribirlo a la densidad del cuento y a un tiempo presente más cercano.
En la tercera parte hay cuatro relatos. El primero, “Clone”, introduce la idea de un
elemento de la ciencia ficción para ajustar la acción al molde de la Ofrenda
musical de Juan Sebastián Bach. El personaje es colectivo: ocho cantantes
que integran un grupo coral, juegan al amor en parejas eventuales e
intercambiables, desempeñan su rol lenguaje dentro del grupo texto. Luego
vienen los celos y un asesinato. En “Graffiti”,
una historia de amor se dibuja en la descripción e interpretación de signos
gráficos: las pintas clandestinas en los muros de una ciudad donde ya no se
sabía de qué lado estaba verdaderamente el miedo, donde la represión a ultranza
se ejerce contra las mínimas manifestaciones. En “Historias que me cuento”, la ficción es pensada por el
protagonista, pero escapa de su control y se entrecruza con el plano de su
propia realidad. “Anillo de Moebius”
formula, a partir de las teorías geométricas, la actitud de dos personajes (el
uno que viola a la otra) ante el mismo suceso violento que protagonizan. La
fusión de los dos planos pensamientos sucede más allá de la muerte de los dos
personajes al torcerse el cuello, la doblez oblicua del anillo.
Julio Cortázar destila
en este libro la esencia de sus laboriosas búsquedas. Parece que ante cada
trabajo se obligara rigurosamente a crear entidades nunca antes alcanzadas.
Desde la perspectiva actual, puede verse que sus mejores logros (y a pesar de
su multicitada Rayuela) están en el cuento, en el relato corto. Territorio
donde no se le sigue de cerca ningún autor que escriba en español. Género que
no ha sido suficientemente transitado a pesar de la riqueza poética que
contiene.
Junio 1982
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