Mi vida en la literatura
Por Luz María Montes de Oca y Jesús Chávez Marín, al alimón
Escribí mi primer libro de cuentos “El umbral” con la intención de que los
lectores de mi narrativa pasaran un momento divertido y, si tenían buen oído,
aprendieran alguna que otra verdad.
Mis primeros lectores fueron mis amigas cercanas; en
reuniones sociales a las que asistía, encantadas me hacían comentarios de algunos párrafos y de los
personajes de los cuentos. Les parecía
sorprendente que actores femeninos tuvieran ideas y conductas distintas
a las de otras mujeres del ambiente social en Chihuahua.
En esos años, a principios de los ochentas, el
feminismo era incipiente. Quienes hora son feministas conocidas no habían
aparecido en nuestro sistema cultural. Luly Carrillo cursaba los últimos semestres
en la escuela de Derecho; Irma Campos Madrigal era socia de su marido en un
despacho de abogados; Estela Fernández trataba de conseguir empleo en el
Colegio de Bachilleres; Flor María Vargas empezaba a trabajaren en el Instituto
Nacional para la Educación de los Adultos y Paty Ruiz, futura diputada
rojinegra, terminaba sus estudios en la Escuela de Filosofía y Letras.
La escritora Luly Carrillo fundó en 1978 la revista Palabras sin arrugas que duró cinco
años. En esa publicación se iniciaron varias autoras.
Cuando se publicó mi libro de cuentos El umbral, a quienes se les podía llamar
feministas éramos nosotras, quienes integrábamos un grupo de escritoras como
por Susana Avitia, Guadalupe Salas, Ana Belinda Ames Russek, Leticia
Santiesteban, Sofía Casavantes, Adriana Ortega, Margarita Aguilar y yo misma.
Tanto en nuestros relatos como en nuestros poemas aparecía ya, con toda su
fuerza, la cosmovisión de mujeres cuya expresión artística y política surgió a
mediados del siglo XX.
En esa época, en Chihuahua, la primera expresión
artística de esa nueva esencia femenina se dio en la literatura con libros como
El cuello
de Adán, Selenitas, Luminiscencias, Diez poemas proverbiales, La torre
blanca, El milagrito, Un sueño compacto, Magdala, Cuerpo adentro, El umbral,
y en las revistas Media hora de
Leticia Santiesteban, Cuadernos del Norte
con Micaela Solís de subdirectora, Chihuahua
me vuelve loco subdirigida por Rosa María Hernández, Puente libre fundada y
dirigida por Rosario Sanmiguel, y la colección Flor de Arena coordinada por Eva Lucrecia Herrera, quien además
publicó la antología Evas de un paraíso
reencontrado.
El
umbral comprende
catorce cuentos de diversos temas y dimensiones, circunstancia que despertó
variados intereses, en particular el de un grupo de escritoras llamado Voces furiosas del que una de ellas,
seducida por el libro, me hizo una memorable entrevista. En las historias “Los
rostros de siempre”, “Lo intenté” y “En el atrio”, el personaje es la mujer
abandonada, ya sea por rechazo sentimental, infidelidad o desprecio. Las
historias “Sacrilegio” y “El collar” son dos en las que la mujer asume una
actitud violenta.
En 1996 la editorial Onomatopeya de los Rafaeles Ávila
y Cárdenas publicó Cuando el búho cante,
mi segunda colección de cuentos. De nuevo mis amigas comentaron los dos relatos
que forman el libro, de los cuales una amiga comentó: que las calles parecían túneles, pero nosotras caminábamos como si
hubiera luz, frase que me pareció metáfora exacta de lo que ha sido la
presencia histórica de la mujer en el mundo, quien después de siglos de una
servidumbre ancestral y de una abnegación incondicional, se fue procurando un
cambio que ahora, en os inicios del siglo XXI, muestra resultados sorprendentes
de una revolución social lograda a través de muchas batallas feministas. Las
mujeres hemos ido ganando nuestro lugar en la vida, respeto en la familia,
hemos limpiado nuestra dignidad antes manchada por la sumisión y nos va
quedando replandeciente y nítida. En estos años muy pocos hombres se atreverían
a gritarnos piropos groseros; las empleadas en oficinas y fábricas caminan por
espacios laborales con la misma entereza
y seguridad de cualquier trabajador; en universidades y colegios,
jovencitas discuten al tú por tú con sus compañeros sin que su conducta
femenina señale, como antes, alguna ficticia inferioridad intelectual.
Las ideas y la dinámica social de esta nueva presencia
femenina se han expresado con libertad en mis libros y también en los de las
escritoras chihuahuenses.
En mayo de 1996, Margarita Muñoz, Héctor Sánchez Villalobos y Lilly Blake organizaron el
Primer Encuentro Estatal de Mujeres Poetas en el marco del Tercer Festival de
las Tres Culturas en ciudad Cuauhtémoc. A ese encuentro asistieron 123
escritoras procedentes de 17 municipios de Chihuahua. Las organizadoras
Margarita y Lilly, con el apoyo de Héctor Sánchez Villalobos, hicieron gala de
una organización eficiente: hospedaron a las asistentes en el hotel Tarahumara;
el manejo del tiempo conforme a la agenda parecía medido con exactitud de
relojes suizos, los servicios de apoyo a cada una de las participantes fueron
oportunos y afectuosos. Este encuentro de escritoras resultó ejemplar y su
memoria es el libro Químicamente puras
publicado en 1997 por Onomatopeya editores, la simpática microempresa de los
Rafaeles, ya mencionados anteriormente. Este libro constituye la segunda acta
de la presencia de la mujer en la literatura de Chihuahua y es una joya de
artesanía gráfica; en él aparecen dos textos míos que me complace transcribir:
Delirio
Quiero
perder los pliegues de la noche
en
un olvido absoluto del tiempo
sentir
trepidar los deseos
y
en medio de susurros y de silencio
dibujar
el contorno de tu cuerpo
y
detenerme al filo de los sueños
justo
ahí, donde mi delirio empieza
la
realidad parece fantasía
y
es el orgasmo éxtasis sublime.
Palabras inútiles
Tengo
el cuerpo y el pensamiento pesados,
llenos
de palabras inútiles,
a
fin de cuentas,
ya
no estás.
Me
quedé inmóvil,
con
los ojos vacíos de tu imagen,
escuchando
el bisbiseo de las losas,
el
adiós intraducible
de
unos pasos que se alejan.
En 1997 la Universidad Autónoma de Chihuahua me invitó
a realizar la lectura de mis cuentos en el evento cultural Relatos de Navidad. Uno de
los profesores recordó que yo solía publicar en periódicos de la ciudad,
crónicas y relatos alusivos a las festividades navideñas y de año nuevo, así
como a las de carácter oficial y religioso. Para los lectores esa escritura mía
se convirtió en tradición; conocidos y desconocidos me detenían en alguna plaza
para preguntar por mis cuentos o para comentar algunos que habían leído. Al año siguiente la misma universidad me
invitó a presentar tres libros de literatura infantil de la escritora Marcia de Vere Rangel. Acepté complacida porque este tipo de trabajo
suele ser un reconocimiento tácito a la literatura nuestra.
En 1991 me tocó ser maestra de ceremonias en otro acto
cultural Lectura poética, parte
esencial de la II Jornadas Fuentes Mares. Tres años después, en agosto de 2001,
participé como presentadora del libro La
manzana el fruto prohibido de Martha Chapa. El fue lugar en el Museo de
Arte Contemporáneo Casa Redonda.
En el transcurso de encuentros literarios acepté
también asistir al II Encuentro Internacional de mujeres en la literatura
alzando la voz, invitada en persona por
Liza de Georgina, encuentro muy grato durante el cual saludé amigas que no
había visto en años. Todas nos identificamos por un coqueto gafete que traía
una guapa modelo desnuda con alas de ángel.
A lo largo de mi vida profesional como escritora he
participado en uno que otro premio literario. Me satisface manifestar que en
2004, con mi trabajo testimonial La
escuela de cartón gané el Premio de Testimonio que otorgan conjuntamente
CONACULTA y el gobierno de Chihuahua, galardón
que recibí de manos del licenciado Fernando Rodríguez Serna.
Esta crónica feliz y breve es un relato de las peripecias
divertidas y afanosas de una escritora chihuahuense en el siglo XXI.
Noviembre
2009
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