Poetas y fotógrafos en la Quinta Gameros.
Por Jesús Chávez Marín
Octubre 1986 ha sido pródigo en actos culturales que celebran el aniversario
de la ciudad. El cronista de la ciudad se ha ocupado de que esto ocurra. El
doce de octubre publicó notas en los cuatro matutinos, su secretaria y él
anduvieron ocupados semanas antes del día señalado.
En ese marco, el pasado miércoles 22 se inauguró la serie de actos
culturales Nuestra casa, imágenes de la ciudad
de Chihuahua en el Centro Cultural Universitario Quinta Gameros. Varias
personas, elegantes a todo lo que daban, se reunieron esa noche. Lo primero fue
una exposición de fotografías de Nacho Guerrero y Víctor Fernández. Imágenes
que captan con precisión la vida urbana, fotos testimoniales y artísticas donde
la figura humana tiene importancia.
Para iniciar el acto, funcionarios de gobierno y artistas cortaron con
tijeras y con cierta demagogia rencorosa un cartel largo donde estaban escritas
las palabras “canibalismo” y “desunión”, actitudes que, a decir de los
organizadores, había que desterrar. Hubiera estado mejor que cortaran el
tradicional listón de las inauguraciones.
Las fotos de Nacho expresan su conocida habilidad como retratista, su
composición y factura impecables. Nacho sabe mirar rincones y figuras que permanecen
ocultas para la mirada de los profanos.
Agradable sorpresa fue la presencia del joven fotógrafo Víctor
Fernández. De estilo vigoroso, crea un insólito dinamismo en sus trabajos; con
pocos elementos encuentra formas de expresión corporal en sus temas, con
agilidad en la mirada. Tiene buena visión para relatar el ambiente urbano.
Hubo algo de vino fresco, muy racionado, las papas se acabaron pronto. La
crisis, ni modo. Se tomaron fotos para sociales por kilos; las damas perfumaban
el aire, se echaron todo el veinte de Channel 5 y posaron a su gusto para las
diecinueve cámaras cuyos flashes encandilaban. El fondo musical fue espantoso,
se oían rechinidos y extraños tamborazos fuera de tono.
Medardo Aragón llegó vestido de catrín, muy propio el esmoquin,
sombrero; esa noche usaba ¡monóculo! ―se
los juro―,
y bastón de caballero de los años veintes.
Más tarde José Vicente Anaya, quien vino de México invitado por el
ISSSTE dentro del programa La voz de los
poetas, leyó parte de su reciente obra. Vestido de saco marinero, su melena
rizada y barba montaraz, hablaba con voz alta y bien educada de su trabajo literario.
Leyó un fragmento de Peregrino, un
largo poema de viajero. También varios textos breves que él llama Postales, parecidos a los haikús
japoneses.
El jueves anterior también el ISSSTE había presentado a Alfredo Espinosa
en la Quinta Gameros. Habló de su trayectoria de poeta, contó su experiencia
literaria, leyó poemas. Esa noche asistió mucha gente, allá estaban casi todos los
que integran la comunidad literaria local.
―Hasta yo vine ―dijo Rogelio Treviño, quien asiste muy poco a esos
rituales.
Dentro de las buenas vibras del octubre chihuahuense, empezó a circular
esa misma semana el libro Muestra de la
poesía chihuahuense, de Rubén Mejía y Alfredo Espinosa. Está muy bien
hecho, a pesar de que fue impreso en los talleres gráficos de gobierno del
estado. Aparecen textos de veintiún poetas. ♣
El formato de los actos culturales que hoy se realizan en Chihuahua fue iniciado en la praxis por artistas que nacieron en los años cincuentas del siglo pasado.
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