Francisco Ortiz Pinchetti en el Ajos y Cebollas
Por Jesús Chávez Marín
Todas las mesas del bar Ajos y Cebollas estaban llenas a las nueve de la
noche de aquel viernes cinco octubre 1986. Los fotógrafos de sociales se dieron
vuelo retratando a todo mundo; las meseras y el dueño de la casa, muy atentos,
saludan de mano a los presentes y las Negras Modelo regaron generosamente platillos
serranos que la discreta concurrencia devoraba.
Había expectación por conocer al cronista que en los recientes meses
narró los hechos políticos de la ciudad: Francisco Ortiz Pinchetti. A las nueve
y media llegó un cuarentañero moreno de melena entrecana, vestido de camisa
azul. Alicia Márquez hizo la sencilla presentación y luego la voz pausada del
periodista se escuchó desde las bocinas que cubren el local.
“Voy a ser breve”, dijo, “importa más el diálogo con la tertulia.
Hablaré de la prensa escrita, no por ahora de los medios electrónicos que en
nuestro tiempo son importantes por su cobertura.
“La prensa tiene tres principales bloques de obstáculos que impiden su
desarrollo pleno. El primero es que la mayoría de las empresas que se dedican a
la información son sociedades anónimas, esto es: empresas cuyo fin es el lucro,
la acumulación de capital y, por tanto, están para apoyar objetivos económicos
y obtener ganancias, más que para ejercer el periodismo.
“Lo segundo es la existencia de PIPSA, Productora e Importadora de
Papel, S.A., empresa monopólica del gobierno. Es la única que distribuye papel en
México. Ello se presta a una manipulación desde sutil hasta directa sobre los
medios impresos. Aunque pocas veces ha cortado suministro, como en los casos de
la revista Por qué o en los inicios
de Proceso, cuando negó absolutamente
el producto, sí usa el racionamiento, limita la cantidad a determinado medio
que muestra señales de independencia. O impone el cobro adelantado a unas
empresas mientras da plazos sin límites a otras más dóciles al gobierno.
“El tercer factor es el manejo de publicidad oficial en los medios. El
gobierno acostumbra canalizar sumas considerables a los periódicos para pagar
anuncios y, en el peor de los casos, gacetillas. Esto último es bastante grave,
porque es la venta del propio espacio informativo para disfrazar comunicados
oficiales. Proceso se ha negado a
publicar gacetillas, pero sí tenía contratos de publicidad oficial. Es un
ejemplo de esas relaciones y del control que el gobierno ejerce.
“En los últimos años de su gobierno, López Portillo mandó retirar toda
la publicidad de la revista. No te pago para que me pegues, dijo, como si se
tratara de su dinero, de su país propio. Proceso
tuvo serios problemas económicos, desmontó la agencia informativa que tenía y
se vio obligado a despedir a treinta trabajadores. La crisis pudo sortearse
gracias al vuelo que el mismo presidente dio a la revista al ventilar
espontáneamente el asunto: dio a entender que de ninguna forma había podido
comprar a esos periodistas. Las ventas de la revista aumentaron, la circulación
subió tanto que hasta hoy hemos podido subsistir.
“Ante esto cabe preguntarse si hay en México una censura. Creo que no la
hay. No hace falta la presencia de un censor instalado en las redacciones. Hay
otras formas. Están las llamadas a los directores, muchos de ellos dispuestos a
obedecer; no me saque esto, quíteme aquello. O el control que se ejerce sobre
los distribuidores y voceadores, pastoreados por gente cercana al gobierno,
quienes se encargan de estimular o desalentar la circulación de publicaciones,
según convenga en su momento.
Corresponsal en Chihuahua durante los recientes meses, Ortiz Pinchetty
hizo varias precisiones.
“El caso Chihuahua es, en todo esto, un ejemplo claro. Aquí funcionó esta
maquinaria de control. La televisión mintió descaradamente en programas
especiales y en noticieros. La prensa publicaba como información las versiones
oficiales. En el Distrito Federal los hechos de Chihuahua apenas se conocieron.
Solo se intuye que acá hubo algo serio por la insistencia en machacar tanto las
versiones de mentida tranquilidad, por la supuesta limpieza en los comicios.
Las campañas del PRI fueron las únicas que se cubrieron, los demás no existían.
“Para mi vida profesional de periodista, Chihuahua fue importante. Tuve
el privilegio de vivir hechos insólitos que nunca se habían dado en la vida del
país. Aquí hubo participación ciudadana, política, sin precedente.
“Claro que pasará mucho tiempo para quitarme el sambenito de que me
tachen de empanizado, pero eso es culpa de la desinformación; estos hechos son
imposibles de entender para quien no los vivió. El mismo Antonio Becerra tuvo problemas
con su partido, a nivel nacional, por este asunto.
“La mayoría de los periodistas fueron visiblemente coptados por el aparato, se instalaron en las oficinas del
partidazo y se dedicaron a transcribir textos oficiales, jamás salieron a observar,
a constatar los hechos. Publicaron lo que se les dijo, no se molestaron
siquiera en caminar por las calles, se quedaron en los cómodos hoteles con
barra libre.”
Antes de terminar la conferencia, alguien estaba ansioso por levantar la
mano: era David García Monroy.
―Oye, quería preguntarte por qué manejaste
en tus crónicas que en el cierre de campaña del PRI hubo nomás cinco mil
gentes, si éramos un chingo. También quiero saber por qué hablaste de acarreados,
yo no sé qué es eso, ningún intelectual se ha ocupado de aclararme nada,
maestro, ¿qué es un acarreado?
Estallaron carcajadas. Alguien del público se hizo oír a gritos para
hablar de las hileras de camiones y todo eso. Ortiz Pinchetti respondió que en
ninguna parte de sus textos habló de cinco mil personas, eso es fácil de verlo
en la revista. Que se constataron casos de presión sobre maquiladoras y
sindicatos. Y que ésta era una conferencia sobre periodismo y no un debate
político.
Terco, García Monroy, con ansias neopriistas, insistía en que él y sus
amigos ferrocarrileros asistieron lo más voluntariamente posible a los actos a
que fueron citados, eran libres no acarreados, los acarreados ¿existen? Este
hombre para todo saca a sus ferrocarrileros, ellos ya han de estar hartos como
nosotros en el Ajos y Cebollas con este tipo de altercados monrolleros.
El moderador, Federico Márquez, supo sortear el incidente y abrió
espacio a otras preguntas, otras voces. El conferencista contestaba con
claridad y buen tino político. A las once terminó la conferencia y Ortíz
Pinchetti se sentó con sencillez a la mesa, a platicar con Queta Santiesteban, Jorge
Muñoz, Juan de la Torre y otros periodistas que allí estaban. Volvieron a circular
las cervezas y se reanudó el ambiente bohemio que reina los viernes en el Ajos
y cebollas. ♣
Aquí va el relato de una conferencia de Francisco Ortiz Pinchetti en Chihuahua, en 1986.
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