Literatos frente al público
Por Jesús Chávez Marín
En los recientes años se ha ido estableciendo una costumbre en esta
ciudad: poner frente a narradores, poetas y críticos literarios un micrófono
para que expresen de viva voz sus pensamientos. Nadie es tan descarado para
hablar en público y tan hábil para manejar las palabras como un escritor. Y se
formó un público dispuesto a escuchar y asistir a este tipo de espectáculos.
De otra manera no se explica cómo 117 personas llenaron la Quinta
Gameros el viernes27 de septiembre nada
más para escuchar cuatro discursos con este tema: “Panorama de la literatura
chihuahuense”, en la última mesa de conferencias de las Jornadas FM 1991.
Primero habló Alfredo Espinosa. Aunque empezó diciendo que la poesía no
sirve para nada porque no produce alimentos y no derriba dictaduras, terminó
diciendo que sirva para respirar.
Habló del aceleramiento de los regionalismos, citó un epigrama de
Alberto Carlos donde exigía que le escrituraran un desierto a los chilangos,
porque se habían quejado de que ellos no tenían, y criticó la insensibilidad
del gobierno para la cultura y las artes, apenas matizada por el entusiasmo
personal de la maestra Eva Lucrecia Herrera.
Agregó que una constante de los escritores norteños es el vigor de
quienes están conscientes de la vida breve y la certeza de la muerte, la
marginalidad de quienes se niegan a participar en el simulacro de las
democracias.
En el segundo acto de este drama, el narrador juarense Willivaldo
Delgadillo leyó una larga crónica titulada: “Por el retorno a la literatura”,
que inició con una pregunta: “¿Qué significa ser escritor chihuahuense?” Su
historia está salpicada de anécdotas, resentimientos decantados estrictamente
en los límites de los grupos y grupúsculos de literatos juarenses, cuyo máximo
reventón es leer poemas dedicados a los calzones de las prostitutas en una
cantinucha llamada La Brisa, donde tocan rockanrol ranchero.
Afirmó que en Chihuahua es fácil ganar un status de escritor siempre y
cuando se involucre uno en esos chismes, pleitos y envidias a los cuales se
hadado en llamar “movimiento literario.”
José Vicente Anaya leyó un discurso titulado románticamente: “Las
mujeres poetas de Chihuahua, Evas de un paraíso desterrado.” Denunció las
actitudes de dominio que siguen teniendo los cultos contra la mujer intelectual,
la cual se ve agredida por ninguneos, sonrisitas burlonas y abiertas
carcajadas.
Hizo un recuento de mujeres escritoras que se inicia en 1915 con la
parralense Aurora Reyes, quien fue pintora, sindicalista y autora de cinco
libros. Su poesía, dijo, era delicadeza para la vista, el olfato, el tacto e
incluye haikús de gran factura.
Otra maestra fue Nellie Campobello, jugadora de emociones no aprendidas
sino descubiertas y cuya sensibilidad más desbordante está en su prosa más que
en sus versos.
De ahí le siguió Anaya con las poetas nacidas en la década de los años
cincuenta, habló de sus voces frescas, conscientes y comprometidas, y dijo
nombres: Yolanda Abbud, de Juárez; Margarita Aguilar, de suavidad amorosa;
Blanca Estela Cano, de Casas Grandes, en quien el amor se une a la reflexión de
la existencia; Lourdes carrillo, para quien los amores se mezclan con una
intensa preocupación social; Ana Perches, la campeona del humor paródico;
Guadalupe Salas en quien el amor es la sorpresa y la cotidianeidad de amores no
planeados, con jazz, café y espontáneas manos traviesas que inician el juego de
las caricias; Lety Santiesteban, quien narra en sus poemas el deleitoso
enamorar; Micaela Solis, de quien Anaya dice es la poeta más conocida y leída,
y cuyos textos son imágenes para el mágico encantamiento.
Lamentó Anaya la poca difusión que tiene la poesía de esos lugares, pues
impide que su discurso pueda incluir a otras mujeres de la cosecha de mujeres poetas
chihuahuenses.
Como acto final, Mario Lugo refrendó su bien ganado título de ser uno de
los escritores más polémicos de la ciudad.
Despotricó contra las revistas chihuahuenses, entre ellas aquella de
donde él mismo es editor, Finisterre,
de la que dijo que estaba dada al catre, a la autocomplacencia, a la indolencia
y al importamadrismo. Despotricó contra Jesús Gardea, a quien llamó sorpresa
malogrado y quien según él, desde Sobol,
no da una. Despotricó contra los exizquierdistas a quienes llamó folklor local,
neofayuqueros posobsoletos y posretrógrados. Fustigó a todos los escritores
locales de quienes dijo eran a cada minuto rebasados por la realidad. Atacó a
todos los medios por la estricta falta de pago de todo tipo de colaboraciones
literarias, producto de un desdén absoluto.
Terminó disculpándose con todos los escritores a los que no ha podido
atacar esta noche por razones de espacio y para no hacerles muy largo el
cuento.
A las diez de la noche termino este acto público frente a las mismas 117
personas que muy atentas asistieron a este rito de descuartizamientos super
agresivos, mezclados con alabanzas ultra románticas.
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