En la foto Martín Chávez Bejarano
En el
agua clara que brota en la fuente
Por
Jesús Chávez Marín
Fíjate
que el niño no quiso comer. Es que cometí el error de guisar las mojarras
enteras y de servírselas así en su plato.
Se quedó mirándolas un buen rato pero yo no me fijé hasta que me preguntó:
―Oye, mami, ¿por qué están así los pescados?, ¿qué les hiciste?
Quise restarle importancia.
―Ándele, m’hijo, es su comida ―y traté de arrancar un trozo con el tenedor.
Con una voz muy triste me dijo:
―¿Y no le duele que le piques con el cuchillo?
―No, no le duele.
―¿Y por qué no le duele?
No hallaba qué hacer ni que decir.
― No, no les duele porque ya están…
―¿Ya están muertos? ―hablaba como azorado, como asustadito.
Mejor le retiré el plato. Ya ni yo pude comer; empecé a platicarle de otras cosas, a jugar con él para que se le fuera olvidando.
Se quedó mirándolas un buen rato pero yo no me fijé hasta que me preguntó:
―Oye, mami, ¿por qué están así los pescados?, ¿qué les hiciste?
Quise restarle importancia.
―Ándele, m’hijo, es su comida ―y traté de arrancar un trozo con el tenedor.
Con una voz muy triste me dijo:
―¿Y no le duele que le piques con el cuchillo?
―No, no le duele.
―¿Y por qué no le duele?
No hallaba qué hacer ni que decir.
― No, no les duele porque ya están…
―¿Ya están muertos? ―hablaba como azorado, como asustadito.
Mejor le retiré el plato. Ya ni yo pude comer; empecé a platicarle de otras cosas, a jugar con él para que se le fuera olvidando.
Los niños y su lógica demoledora, no han aprendido de nuestro espíritu depredador. Saludos, qué padre que mantienes tu blog. Ya hasta me dieron ganas de revivir el olvidadísimo mío,
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