Un
ángel flota en el discurso
Por
Jesús Chávez Marín
Es
regocijante asistir a la aparición de un nuevo libro de Alejandro Caro Rascón,
un escritor muy productivo en la plena madurez de su oficio literario. Su obra
tan fecunda inició con un libro de aforismos y relatos breves titulado Permíteme comentarte donde desde el
título establecía más que un monólogo una conversación amable con los lectores,
los que ha ido ganando uno por uno con su simpatía y amabilidad, con sus textos
siempre elegantes, emocionantes y pulidos, y con su constante disciplina de
publicaciones empeñando su tiempo y su singular talento y también desde luego,
ya que estamos en Chihuahua y no hay de otra, su dinero que no le sobra y
también jamás le falta, como hombre disciplinado y laborioso.
Su
segundo libro fue una extraordinaria novela que se llama Perseverancia, donde Alejandro despliega un hermoso discurso
narrativo y con toda serenidad y gracia construye la épica de un comerciante
ejemplar desde su niñez hasta su muerte, ejemplo de bondad y de fortaleza que
logró construir un emporio comercial sin abandonar sus principios de justicia y
solidaridad. Esta novela se inscribe en el género del hiperrealismo a manera
del escritor inglés Harold Pinter y del mexicano Vicente Leñero, pues está muy
cercana al personaje histórico que la inspiró y desde ahí alza su vuelo
simbólico hasta cristalizar en una estética firme y de grande belleza.
Luego
siguieron tres libros de poemas que merecen todo un ensayo en su conjunto, ya
que están compuestos con un estilo muy definido y de gran expresividad. Cada
uno de ellos es distinto a los demás libros de Alejandro Caro, pues él siempre
procura ofrecer puntos de vista novedosos, estructuras que antes no había
ensayado y personajes nuevos; cada libro suyo que sale es una novedad, una
sorpresa.
Tal es
el caso del libro que hoy se presenta, Petro,
que se inscribe en el género de la novela breve, el cual suele ser muy
apreciada por los estudiantes de preparatoria cuando se ven en la exigencia de
leer un libro completo para acreditar cada cuatrimestre y buscan los volúmenes
más delgaditos, de tal manera que de seguro se venderá como pan caliente en
esos ambientes escolares. Me consta porque fui profesor de literatura en el
Colegio de Bachilleres y les aseguro que las novelas breves son muy apreciadas
y escasas.
En esta
obra el autor se arriesga a construir una estructura afianzada en dos pilares,
dos discursos. Por un lado cuanta con toda claridad una anécdota realista y
discreta, sin aspavientos ni momentos grandilocuentes, sin drama ni tragedia,
la simple vida cotidiana de unos personajes que viven como todos. En otro
discurso, el personaje en el que se centra el punto de vista, o sea Petro, se
desplaza por el mundo hablando como un ángel, algo así como un iluminado que
habla todo el tiempo con imágenes y versos, reflexiona lo mismo en cantinas que
en sacristías y no le importa si alguien lo escucha o se bota de la risa o se
conmueve hasta las lágrimas.
Como
estrategia para hacer que embonen los dos lenguajes en un solo producto
estético, el autor no se arriesga a desplazar a su personaje en el Chihuahua de
la época actual, sino cien años antes, en los tiempos en que reinaba, bueno,
gobernaba el presidente Adolfo López Mateos; con lo cual se cura en salud,
porque una mujer de hoy, tenga la edad que tenga, tendría un ataque de
carcajadas incontenibles si un pretendiente le dijera muy emocionado: “Violeta,
áncora de mi existencia, impulsas mi razón de ser. Tenerte a mi lado es saber
que aún existo en el perene esplendor de la esperanza”. Aquellos eran tiempos
más inocentes y definitivamente, para
bien y para mal, ya pasaron.
La otra
de las dos bandas del discurso, la realista, cuenta la historia extrañamente
fascínate de un escritor de provincia, una especie de mezcla entre de Avelino
Pilongano y Ramón López Velarde llamado Petro que tiene un grupo de fans que
son sus amigotes de cantina, donde se juntan en aquellas bohemias de los años
cincuentas del siglo pasado y recitaban poemas, ensayaban filosofías
domésticas, pedían canciones de rompe y rasga y también de vez en cuando se
daban tiempo de planear sus vidas y organizar los pensamientos en la lucidez
instantánea y química del alcohol.
Uno de
aquellos sábados de tertulia Petro les platica que va a vender su carro Ford para irse de gira literaria por
tierras de Jerez, Zacatecas y Guadalajara, donde piensa participar en un
concurso literario para ver si se compone por un rato su precaria economía. Él
es un viudo cuarentón ya muy desaminado de la vida, que carga el dulce recuerdo
de su linda esposa Alondra, quien murió a los dos años matrimonio y ahora es su
musa desde el cielo pues le dice en voz alta sentidos poemas ante la tumba
fría, le cuenta sus planes etcétera.
Voy a
dejarlos con la duda de si gana o no gana el concurso, solo les adelanto que se
pasó 8 meses en Guadalajara donde un amigo de otra cantina, esta vez de
Guadalajara, le consiguió un puesto de bibliotecario y de inmediato se
consiguió una novia joven que lo amó con locura y tentación, pues él era encantador,
culto y guapo, a pesar de la diferencia de edades.
Una vez
que el autor entra en el ritmo, la atmósfera y el pacto narrativo del libro, va
desplazándose por un mundo muy loco y raro en muchos niveles, y a la vez afianzado
por un texto de gran belleza. Hallamos por ejemplo piezas descriptivas
fascinantes como esta: “Sobre tres tableros que penden atrás de la barra en el
muro figura una colección de botellas de vino y de cervezas fabricadas en
diferentes épocas y, a la proximidad del lado derecho cuelga un cuadro de
ligeras fisuras y tenues ondulaciones que acusa los estragos del tiempo, sin
faltar la humedad de la vieja pared”. Ese solo fragmento bastaría para probar
que cuando un poeta escribe prosa, escribe una prosa de mayor calidad sin duda
que los otros escritores, y ese es el caso de Alejandro Caro.
La
mirada burlona del autor es pródiga en frescura y pensamiento que llega como
flecha, raudo y certero, como este donde define en dos líneas todo lo que
pudiera ser el alcoholismo: “Se observa a decepcionados en amores y muy
variados traumas quienes al calor de las copas se sienten liberados de sus
penas, cuya utopía es breve, en razón a la medida del tiempo que les dura el
efecto del alcohol y su presupuesto”.
Esto y
muchos ángulos más es Petro, novela
escrita con extraordinaria capacidad de síntesis y la presencia de varias
regiones de significado y, sin duda, con un personaje inolvidable.
Caro,
Alejandro: Petro. Editorial Ari, México, 2017.
Abril
2017
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