domingo, 18 de octubre de 2009

Memoria de luz

(Publicado en la columna "El Texto Breve")

por Felipe Garrido
quiero que sepas que hacía calor y los fresnos estaban dormidos y yo sabía que la llevaba encima pero no le había encontrado forma y tuve que frenar en la esquina, con violencia porque una bicicleta se me vino encima, sin faros, el puro grito o el chiflido, no se, la pura racha, mientras yo me volvía a mirar hacia el otro lado porque esa calle es peligrosa y más que verlo sentí al ciclista que chiflaba o gritaba echando el cuerpo y la máquina a un lado para librar el coche, atravesado a medias en la calle y con el amarrarse con el automóvil me fui de boca en contra del volante sudor en las manos y en el cuello, al tiempo que frente al auto cruzaba una mancha quebrada en el juego de las ruedas aunque yo no veía mas hacia el otro lado, por donde se perdió la ráfaga, hacia los fresnos quietísimos y escuchaba el grito o el chiflido y sentía el paso zumbante de la bicicleta, el terror sorprendido de su tripulante, y acariciaba en la memoria la humedad de tus labios; cómo darle forma, me pregunté al tiempo del grito o el chiflido y el paso de la bicicleta y el otro, oscuro, extremo de la calle que era en realidad lo que yo veía y el golpe contra el volante y los fresnos dormidos y el sudor.
Todo esto iluminado muy de lejos por un florón de luz, una blanca rosa repentina en mitad del cielo nublado, oración de pólvora, letanía deslumbrante, y al verla, al sentir el grito o el chiflido, el sudor en las manos y en el cuello, el paso de la bicicleta, el golpe del volante, supe que era así, quiero que lo sepas, que la memoria que me vestía era como aquella rosa de luz, la memoria de tu piel.
(transcripción, J.J.Ch.M.), octubre 2009.

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