Una máquina de escribir que se llama José Manuel García García: presentación de su libro Guardamemorias
Por Jesús Chávez Marín
Cuando este libro dejó la oscuridad de lo inédito, salió a la luz de la imprenta y remontó su vuelo, ya habían pasado los catecismos panistas de la excelencia industrial neurolingüística; las demagogias revolucionarios e institucionales que prometieron la utopía de a peso cuando predicaban con la izquierda y cobraban con la derecha, el feminismo machista que puso a las mujeres a trabajar en la maquila, en la oficina, en el gobierno y en la cantina; por estos rumbos ya los templos y capillas tenían código de barras y fueron sucursales oscuras de la transnacional llamada iglesia católica, apostólica y romana, cuyo gerente en la ciudad de Chihuahua es el empresario José Fernández Arteaga.
Por cierto, y permítame aquí el señor José Manuel García García y caballeros y señoritas que lo acompañan al bautizo de su Guardamemorias, una digreción a tan importante acto cultural: ¿se saben ustedes el juego del adjetivo en aumento?, se trata de irle agregando adjetivos a un sustantivo: los políticos panistas son tarugos, los políticos prisitas tarugos y ladrones, los políticos perredistas tarugos, ladrones e ineficientes, los del partidoverde etcétera, etcétera etcétera.
Regresamos al precioso libro de Guardamemorias: un reseñista principiante, que no lo soy pero a veces me lo parezco, iniciaría por el índice: este libro esbelto y ágil contiene seis libros, igualito que la Biblia contiene un montón de libros: guardamemorias, guardadelirios, guardamomentos, guardamores, guardaoraciones y guardaexpedientes.
El autor es un científico de la teoría literaria que en su estudio de artista tiene dos toneladas de papel, cuatro computadoras, dos impresoras y ocho becarios de igual ciencia: historia, aritmética, física, literatura y otras bellas artes. Para que se den una remota idea: igualito que la fortaleza secreta de Fantomas la amenaza elegante.
Julio 2005, texto inconcluso, el resto lo tengo en unas hojas manuscritas que esperan el momento de su digitalización.
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