Autora de la foto Mila Chávez Marín
La cultura del espectáculo
Por Jesús Chávez Marín
Conductor: En este programa, el maestro Hidelberto Villegas, nuestro invitado de hoy, Jesús Chávez Marín, y un servidor, analizaremos ese fenómeno de la cultura de nuestro siglo al que se le empieza a conocer como la civilización del espectáculo. En nuestros comentarios pondremos especial atención a las formas y a las conductas en las que se presenta este ambiente cultural en esta ciudad.
La discusión de este concepto novedoso se inició en febrero de este año con una crónica muy extensa que el novelista Mario Vargas Llosa publicó en la revista Letras Libres. Al inicio de su texto, el define y nombra de esta manera a la civilización del espectáculo: “un mundo en el que en el primer lugar en la tabla de valores vigente lo ocupa el entretenimiento; donde divertirse y escapar del aburrimiento es la pasión universal”. Sin duda un arranque muy dramático para nuestro tema de hoy, ¿no le parece a usted, maestro Villegas?.
Villegas: Muy dramático, sí, pero desafortunadamente con mucha verdad. Sin proponérmelo, yo también he participado en esa discusión, tanto en algunos de mis comentarios aquí en Radio Universidad, como también en algunos artículos que he publicado, en los que he reunido información y he reflexionado acerca de varios temas parecidos. La frivolidad con la que ahora manejamos nuestra vida pública está llegando a un nivel que ya debería de preocuparnos.
Hoy se habla mucho, por ejemplo, de la supuesta pérdida de valores de nuestras sociedades modernas. Incluso se ha vuelto en algunas instituciones educativas un tema de moda, de tal forma de que ya cualquier profesor se suelta filosofando al descuido, y algunos hasta publican severos libros sobre el tema.
Sin embargo cualquiera sabe que son los usos y costumbres los que marcan la pauta en los conceptos éticos, y no al revés. Un ejemplo muy claro lo vemos en las campañas políticas de los recientes años, donde ya parece tener más importancia la presencia de cantantes y bandas musicales que de los propios candidatos que en los actos públicos supuestamente salen a desglosar sus propuestas y los programas de gobierno que ofrecen a los votantes. Casi hasta puede hablarse ahora de un mercado electoral, más que de el ejercicio de un ambiente cívico. Ya ni por asomo aparecen en los discursos las ideologías ni los conceptos políticos, solo lemas de campaña que en su concepción son igualitos a los lemas que anuncian cualquier producto comercial.
Chávez: En el artículo de Vargas Llosa que citamos al inicio se menciona algo parecido a lo que usted acaba de decir: refiriéndose a la proliferación de las industrias del entretenimiento, de la misma manera en la que para el espectador quedan al mismo nivel, por ejemplo, un candidato a la presidencia de la república y el cantante Vicente Fernández, que además comparten el mismo escenario en el acto político, de igual forma se iguala y uniformiza al extremo “una ópera de Wagner, la filosofía de Kant, un concierto de los Rolling Stones y una función del Cirque du Solei”.
Todavía hace diez años, los organizadores de actos políticos contrataban cómicos y músicos para que dos horas antes de un acto partidista fueran calentando el escenario y se fuera juntando la gente. A la hora del mitin, los artistas se iban y aparecían los candidatos y los demás señores con su propio show: eran buenos oradores, manejaban una que otra idea, citaban constantemente a los clásicos de la política y de la moral pública.
Actualmente salen juntos, alternan sus participaciones, compiten al tú por tú en una especie de hit parade del carisma. Ya no compiten con ideales ni con programas de redención social, sino con cirugías plásticas, letreros en las camisetas y sonrisas a como de lugar.
Conductor: En estas dos semanas, hemos presenciado otro de los ejemplos más claros de este tipo de conductas públicas: el fanatismo exacerbado en el mundial de futbol. Los deportes en nuestro siglo ya dejaron de ser el cultivo de una disciplina física, ya no digamos la meditación encausada en el movimiento y la respiración.
Ahora son una industria del espectáculo que ha causado hasta matanzas y catástrofes.
En el mismo artículo que hemos estado desglosando, Vargas Llosa describe lo que sucede en las canchas donde se juega un partido de futbol; lo dice de esta manera: “es un espectáculo que desencadena en el individuo instintos y pulsiones irracionales que le permiten renunciar a su condición civilizada y conducirse, a lo largo de un partido, como miembros de la horda primitiva”.
Villegas: Y así podemos seguirle, en cada uno de los actos públicos se ve reflejada esta tendencia de las sociedades modernas, la de convertir todos los asuntos de la vida en un mero entretenimiento. Por ejemplo, todavía hace unos pocos años, cuando una pareja se casaba, lo esencial era la ceremonia civil o religiosa del matrimonio. Los invitados y los familiares tenían la mística de asistir a un acto importante en la vida de dos personas; la fiesta que seguía después, era una forma de celebración que se realizaba como homenaje, que subrayaba la alegría y la solemnidad del rito anterior.
Ahora, en cambio, las personas que organizan una boda ocupan el 80 por ciento de los recursos económicos, del tiempo programado, incluso de la intención y del propósito central del asunto, en la música, las fotos, los vestidos, el video, el banquete; en una palabra: la fiesta es lo importante, y pareciera que la ceremonia nupcial no fuera más que un débil pretexto, ya casi sin importancia alguna, para que se organice el baile y el banquete que disfrutarán los invitados. Como antes dije, podríamos enfocar la atención en cada uno de los aspectos cotidianos de la vida actual para ver cómo el boato y la diversión predominan en el manejo del tiempo, y no solo de los jóvenes, sino ya también de los adultos. Lo mismo sucede en la distribución de los gastos: como lo escribió a principios del siglo el filósofo español Ortega y Gasset: se gasta más en lo superfluo que en lo necesario. No solo el dinero, también el tiempo de nuestra vida moderna.
Chávez: Como parte de esa misma tendencia, algunos colegios y universidades privadas de esta ciudad dejaron ya de invitar para sus semanas culturales a escritores o científicos; ahora invitan a que den conferencias a personalidades de la televisión. Y no me refiero a periodistas supuestamente serios como podrían serlo Javier Alatorre o Joaquín López Dóriga. Los que ilustran a los jóvenes estudiantes de esas escuelas son ex futbolistas y cómicos, actrices de telenovela y primeros actores de melodrama.
De la misma manera ha sucedido con los programas oficiales de cultura: ya no invitan a Elena Poniatowska ni a Carlos Fuentes, como antes, sino a los tigres del norte, a la banda limón y a los cadetes de linares. Las vacas sagradas ya no serán jamás Juan Rulfo ni Octavio Paz, sino Joan Sebastián el poeta del jaripeo; Vicente Fernández que no deja de cantar hasta que el público cae desmayado por la borrachera y la desvelada; los cumbia kings con sus cursilerías a ritmo de salsa tex mex y, por supuesto, ese milagro de la biología y la longevidad bien alimentada que responde al dulce nombre de Maribel Guardia.
[Y de aquí, le seguimos en forma espontánea bordando sobre el mismo tema].
Junio 2010
No hay comentarios:
Publicar un comentario