Cobalto 60. Presentación de El gran engaño,
novela de Agustín Horcasitas Cano
Por Jesús Chávez Marín
En 1984 conocimos en Chihuahua la expresión técnica cobalto 60, el nombre de un
material radiactivo que se mezcló en la producción industrial de Aceros de
Chihuahua. La información periodística fue escasa, en relación a la
trascendencia de los hechos, cuyos daños se extendieron en el espacio y en el
tiempo de tal forma que ahora, cuando ya pasaron 16 años de aquel accidente
nuclear, aquella radiación sigue causando trastornos de salud en los
recintos que fueron construidos con la varilla contaminada que no pudo
detectarse ni retirarse, sobre todo después de una interesada
campaña de ocultamiento de información y de silencio.
De este suceso histórico
quedaron estos registros: una versión oficial que no corresponde a la magnitud
del problema; informes técnicos que nunca se dieron a conocer y que alimentaron
archivos secretos, muchos de los cuales seguramente ya fueron destruidos, y las
vagas historias de la tradición oral, mal alimentada por los rumores, los
temores y la información fragmentada y manipulada. No hay más. Faltan la
investigación histórica y la investigación científica de lo que realmente
sucedió.
En este ambiente, Agustín
Horcasitas Cano escribió una novela donde la verosimilitud
narrativa se alimenta de información muy concreta, procesada con la imaginación
y la estructura estética de una obra de ficción.
La acción inicia en un espacio
que para la mayoría de nosotros es territorio de extrañamiento: el edificio de
un reactor nuclear, el F-1, en la ciudad de Fairbanks, Texas. Desde el
principio del texto, el autor demuestra habilidad narrativa para crear
espacios y personajes que se manejan con naturalidad en su propio ámbito
existencial. Las naves industriales donde se toman decisiones en las que tiene más valor el capital financiero que la vida
humana; un hospital de mala muerte en ciudad Juárez, donde sucede un asalto
planeado milimétricamente por la CIA, antiguo membrete muy famoso en los años
setentas y ochentas, casi de ficción, que en los noventas se ha visto
desplazado por la DEA; una prisión en Mazatlán, donde estaba la “celda de la
muerte”, en una sección que fue construida con la varilla maldita y nadie se
dio cuenta sino diez años después, luego de que varios reclusos murieron por
causas desconocidas.
Este libro tiene varios
códigos de lectura. Es una novela de aventuras sabrosamente contadas, donde los
hilos de intriga sostienen con habilidad la estructura narrativa; es también un
testimonio cercano a uno de sus narradores, quien cuenta las anécdotas de
su propia experiencia como protagonista; es una reflexión accesible y bien
documentada sobre las realidades fabulosas de la energía nuclear, la producción
industrial, la comercialización a gran escala y los misterios políticos y
económicos, cuyas luces y sombras determinan nuestro destino social.
El buen instinto narrativo
de Agustín Horcasitas Cano, sostenido con una estructura novelística efectiva y
certera, cuenta una historia de ficción cuya verosimilitud es impecable.
Claro que nadie confundiría verosimilitud con “realidad”. Toda buena novela es
un espacio coherente que crea su propia verdad, desde la cual se trama un pacto
de comunicación con el lector. Cuando el texto funciona, los narradores de la historia podrán hablarnos de seres cuya única esencia sea la
fantasía, pero que en la escritura serán perfectamente creíbles y que, como
sustancia narrativa tendrán igual valor de verdad que los actos que pertenecen
a la realidad histórica.
Esta es la sustancia de las novelas: la forma del texto. Puede aludir a hechos de la realidad, como es el caso de esta novela. O puede contar una historia
totalmente imaginada. Pero en ambos casos deberá construir un mundo coherente,
esto es la verosimilitud: un objeto similar a la verdad. En los dos casos será
un texto de ficción. Pero también en ambos casos la historia será una verdad
más profunda, sostenida por el tratamiento estético del texto.
En este sentido, El gran engaño es la revelación de un hecho trágico que realmente sucedió. En el ámbito de su escritura existen
seres de fábula, como los tenebrosos agentes de la intriga internacional; el
presidente de los Estados Unidos que, más preocupado por su campaña de
reelección que por un accidente nuclear que no acaba muy bien de comprender,
ordena sabotear los propios sistemas científicos de seguridad; un grupo de
burócratas de la industria privada en complicidad con burócratas del gobierno
mexicano, que aparecen negligentes, dóciles y cínicos en el manejo de un asunto
tan delicado como la radiactividad.
En la acción de la novela,
esos seres de fábula resultan creíbles gracias a la buena
escritura novelística. Sobre todo porque su red de relaciones, en el texto,
incluye otros personajes cercanos a la verdad histórica, los cuales, son
embargo, pertenecen a la misma sustancia de la ficción. Ellos son los
camioneros que transportan 300 toneladas de tubería contaminadas con
radiactividad; el policía aduanal que por unos cuantos dólares corrompe sus
funciones; el joven ingeniero que aún conserva idealismo y ética personal para buscar la verdad, y que termina por ser despedido de la
empresa donde era gerente de producción; el anciano cuya esposa murió de un
cáncer fulminante y lo dejó solo para siempre.
Esta verdad de la ficción es
también sustancia de la historia de los pueblos. Una buena investigación
histórica siempre incluye textos literarios. En los poemas, las novelas,
el teatro, las buenas películas, se expresa la vida, el destino personal de
los hombres y las mujeres que fueron protagonistas de los hechos históricos.
Por eso es importante esta
novela. No solo por contarnos una historia que se lee gratamente, que nos
atrapa desde la primera página, nos eriza la piel con su tragedia y nos mete a
vivir en un espacio de extrañamiento, sino porque registra una versión muy
sólida sobre aquellos sucesos que afectaron profundamente nuestra ecología. Y
la registra con la sólida verdad de su buena estrategia narrativa, con la
sólida verdad de la ficción literaria.
Horcasitas Cano, Agustín: El gran engaño. Edamex, México, 1999.
Octubre 1999
Buen Dia, Donde podría conseguir este libro?
ResponderEliminarEn la ciudad de Chihuahua, ya solo en librerías de viejo, porque la primera y la segunda edición ya están agotadas.
ResponderEliminarLibrerías de viejo:
Cosmos, calle Neri Santos y Niños Héroes, en el centro
Logos: calle Libertad y 17, en el centro
Infinito: calle Ocampo y Coronado, en el centro
Karacol: Calle Morelos y 14, en el centro
¿Qué tal? Mi nombre es Guillermina Ortiz y actualmente estoy buscando a Agustín Horcasitas, ¿usted tendrá algún tipo de contacto? En las búsquedas lo encuentro a usted por la reseña que hizo del libro.
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