XVI. El profe y el pequeño saltamontes
Por Jesús Chávez Marín
El 30 de julio de 1991 estaba un cómico muy
enojado, se llamaba José Luis Acosta, dándose un tiro en la Quinta Gameros con
un desconocido escritor, originario de El Charco, Chihuahua. Uno de los pupilos
del cómico, llamado El Hacedor de Morcilla, le suplicaba con lágrimas en el
rostro:
―Por favor, profe, no se rebaje tanto, no se
ponga a alegar con un reseñista local, siendo que su puesta en escena del mes
pasado mereció críticas fabulosas en el De Efe y en Tepic, Nayarit, donde hay
gente que sí sabe de teatro.
Pero aquel ingrato cómico ni lo pelaba. Andaba
ocupadísimo tratando de controlar la adrenalina de sus ojos.
―Quisiste destruir Mi Obra con tu reseñita
publicada en El Diario de Chihuahua,
pinche Chávez, pero hasta me hiciste el favor porque de esa manera todos
hablaron de Mi Obra y hasta se rieron.
―¡Ah! Entonces lo que triunfó no fue tu bululú,
sino mi reseñita, ¿no crees?
Luego de media hora con esta discusión
ridícula, el profe le hizo caso a su discípulo y dijo, temblando:
―Vámonos, querido, qué más podría esperarse de
un periodista ignorante que jamás lee y se la pasa todo el día mirando videos
de Alejandra Guzmán.
Y se fueron los dos, tomados de la mano,
tambaleándose de ira y alcohol en busca de algún crítico que sí los
comprendiera.
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