miércoles, 20 de marzo de 2019

Christopher Domínguez Michael escribe acerca de Nellie Campobello

Christopher Domínguez Michael escribe acerca de Nellie Campobello

Por Jesús Chávez Marín

Domingo 8 abril 1990. Una de nuestras lectoras nos llamó para comentarnos una de las notas anteriores, donde mencionamos a Nellie Campobello. Nos pide alguna información.
Le platicamos que esta escritora aún vive, es quizá la única de todo aquel grupo de narradores que los esquemas fáciles de la crítica apresurada dominaron para siempre novela de la revolución. Nellie nació en Villa Ocampo, Durango, donde ese estado hace frontera con el nuestro. Algunos historiadores afirman que nació en Villa Matamoros, de acá de este lado. Lo cierto es que toda su infancia vivió en Parral y, de joven, en la ciudad de Chihuahua. A los 23 años su familia y ella fueron a radicar a la ciudad de México. Vamos a transcribir, para servicio de los lectores, esta nota escrita por el crítico Christopher Domínguez Michael:
El mundo de Nellie Campobello es singular. No solo por haber sido la única mujer memorable entre los narradores de la guerra y la paz, sino por la original mirada infantil con que escribe sobre la revolución. Sus únicas novelas Cartucho y Las manos de mamá, publicadas en 1937, reflejan, desde la inocencia y el humor negro, la violencia y la devastación en las poblaciones del norte de la república. En una narrativa poblada de sangre y tragedia, dolor y moraleja, la cálida irresponsabilidad moral de Nellie Campobello resulta refrescante y excéntrica. La Campobello simpatiza abiertamente con la revolución y admira a Francisco Villa, lo que no le impidió regocijarse en la descripción pormenorizada de toda clase de fusilados, mutilados y heridos, muchos de ellos víctimas inocentes. Con la coartada perfecta del narrador infantil, la Campobello se libra de dar explicaciones, enfrentándose a la revolución con el bagaje sentimental del modernismo que asimiló la clase media porfiriana. Sus cuadros familiares son tan elementales como rotundos; en medio del desastre se permite bordear con insólita ternura el culto a la madre, el dolor por la familia distraída y la curiosidad titánica de la infancia.

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