viernes, 15 de junio de 2012

casino río arriba county


Foto Raisa Pizarro
Una señora en el casino Río arriba county

Por Arelí Chavira y Jesús Chávez Marín
 
Al caer la tarde, una mujer llamada Sophie Maldonado pisa la nieve al encaminarse al casino Río arriba county, donde matará cinco horas la soledad en las maquinitas. Tiene 72 años, vive sola. El dinero de la pensión alcanza para jugarse unos dólares cuatro días de la semana.

Al entrar, un pajuelazo de adrenalina estremece su cansado cerebro: la agitación de la gente que circula entre las máquinas traga monedas con sus luces y sus burbujas sonoras, conecta a la guapa anciana en una sensación de pertenencia: yo soy de aquí, soy la jugadora.

Sus tres hijos radican en ciudades lejanas y distintas, casi no la frecuentan. Tiene también siete nietos, aunque solo conoce a tres de ellos. Hace un mes pasó la Navidad sola en su enorme casa, cenó un sándwich y se acostó temprano.

Cuando juega, en cambio, no necesita más compañía en su concentrada atención: tiene su sistema, a veces ha ganado pequeñas fortunas y el latido del tiempo está en su corazón, en las luces del aparato, en los tonos planetarios que se oyen y en las dos copas de coñac que toma mientras apuesta un puñado de fichas metálicas que parecen monedas de plata.

A veces piensa en sus hijos, en el tiempo cuando fueron niños y dependían en todo de sus cuidados y su cariño. Se le humedecen un poco los ojos y  entonces, para distraerse, deja la máquina y da un paseo por los pasillos del laberinto dinámico del casino. Mira discreta a los señores que le parecen guapos: vaqueros con botas de armadillo azul y tejana fina. Jóvenes gallardos de pelo muy largo y pantalones de piel de ternera en cuyo centro se mira el contorno de su virilidad enérgica. Caballeros vestidos de esmoquin que al pasar dejan un rastro de loción lujosa. Indios con trenzas que parecen narrados por el escritor Marcial Lafuente Estefanía en alguna de las cinco mil setecientas novelas de aventuras que escribió.

Media hora más tarde, Sophie regresa a su máquina de juego. ¿Para qué irse más temprano o más tarde? Ella sabe que la única compañía que la espera son las voces y figuras de las cinco televisiones de su casa.

Enero en 2003

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