Bienvenidos
Por Jesús Chávez Marín
Héctor Jaramillo y Felipe Alcántar cuidaron cada detalle de su
exposición, Bienvenidos, que se inauguró
el martes 16 de abril en quinta Gameros. Desde diseñar las invitaciones en papel
bond, pero eso sí un impreso originalísimo, hasta en la manera de doblar el
tríptico que lo contenía, con los nombres al margen: lograron un nuevo objeto
artístico.
“No cabe que Felipe y Héctor son artistas en todo, en su vida, en su
estilo, eso se nota hasta en mínimos aspectos, como esta gráfica cotidiana”,
comentó Raúl Sánchez Trillo cuando encontró sobre su escritorio la invitación
de sus dos amigos: un diseño en tinta negra con efectos de textura y con el ojo
de una cerradura por donde hemos de asomarnos a la temática de intimidad que
nos presentan las fotos de Jaramillo y los óleos y acuarelas de Alcántar en su
exposición 1991.
La obra se instaló en la planta baja de la quinta Gameros. Desde arriba
Nacho Guerrero tomaba fotos a varias personas que iban llegando. Ya había mucha
gente cuando un poco tarde aparecieron los dos artistas de esa noche, entraron
corriendo y con las manos llenas de los paquetes de última hora, agitados y
totalmente fuera de contexto.
Eso les pasa por exponer en Chihuahua, una ciudad bastante mezquina con
sus artistas, donde los promotores oficiales del arte y la cultura se dedican a
pelearse entre ellos como perras y gatos, como guardianes y guardianas de sus
míseros sueños de burocracia y rencor.
Aquí los artistas casi tienen que hacer todo ellos solos, hasta
servicios elementales. Y claro, como todo, hay las excepciones, hemos tenido
promotores culturales inteligentes y generosos, como Mario Arras, Leticia
Santiesteban o el mismo Rubén Mejía, por citar tres nombres.
Cinco minutos después de esta reflexion rencorosa, Mario Humberto Chávez
inauguró el evento con un discurso sencillo y breve. Fue el único discurso.
Después entramos todos a las cuatro salas de la exposición.
A la entrada había un ojo de cerradura cuyas orillas eran de papel de
china, a un lado había una mesa llena de copas con vino fresco y abundantes
frutas y legumbres para delicia de los invitados.
Bienvenidos: a este lado de la pared están los cuadros de Alcántar, en formato
grande, las tenues acuarelas de tono rosa o los colores fuertes, vigorosos, al
óleo, las pinturas de un excelente dibujante.
De este otro están las fotos de Jaramillo, en blanco y negro, con las
imágenes nítidas de un neorrealismo o
de un hiperrealismo que contiene
ciertos tonos de idealización. Una ojeada rápida basta para confirmar que
estamos frente a dos artistas de tinta fuerte, que arriesgan, que crean
universos coherentes y que ya han recorrido un buen trecho en la sólida
formación de su oficio.
Pero si la noche de inauguración nos ponemos a ver los cuadros,
parecería que todo fue un fracaso de pavoroso aburrimiento y no lo fue. Al
contrario. Cierto que las salas estaban llenas y que muchos de los espectadores
se veían notoriamente impresionados. Había tantos amigos, la noche era fresquecita
y agradable en la terraza del museo, con el ambiente de bienvenida que los
organizadores lograron crear, con música, floresotas de papel a los pies de la
gente sobre el piso de machimbre, con la cama instalada en medio del último
cuarto, con sábanas color palo de rosa y la almohada destendidas cachondamente
como una escultura en homenaje a la intimidad.
Este tipo de eventos son, antes que nada, una buena ocasión para
reencontrarse con los seres queridos: los amigos; también para el buen
intercambio de chismes y demás rollos.
Esa noche asistió una multitud, gente de todo tipo: desde el elegante
Jorge Benavides Lee con su look neoyorkino, hasta jóvenes punk con la cabeza
rapada parcialmente; desde exjipis como Olaf, a quien ahora le gusta posar de
empresario con teléfono celular al cinto, hasta jóvenes homosexuales vestidos
igualitos que Solín, el pequeño
valiente amigo de Kalimán, aquel
héroe del radio que era “caballero con los hombres, tierno con los niños,
galante con las mujeres, implacable con los malvados.”
En la terraza tomaban el fresquecito de la noche Jaime García Chávez,
Irma Campos Madrigal y Flor María Vargas. Adentro un señor muy elegante de
traje gris discute con Lupita Guerrero, quien vino muy guapa con blusa negra y
pantalones de mezclilla.
José Pedro Gaytán y David Carrera llegaron, vieron y se fueron pronto.
Lourdes Carrillo va bajando la escalinata para salir y va entrando el Chato
Reyes, quien llega bastante tardecito pero muy a tiempo para saludar a sus
cuates, que son muchísimos: Sergio Fernández muy serio esta vez. Gabriel Ortiz
y Rosendo Muñoz, de los pocos fotógrafos que asistieron. Allá están Lupita
Salas, Luis Carlos Salcido, Rosa María Hernández, Maya Bejarano y si seguimos
anotando nombres esto va a parecer la lista de asistencia del primer año “B” en
cualquier primaria estatal.
Mejor digamos cómodamente: a la exposición de Jaramillo y Alcántar
asistió todo Chihuahua. Y todavía algunos, encabezados por Enrique Servín,
siguieron la fiesta en casa de Kety González.
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