En la foto Luis Carlos Salcido y Rosa María Hernández
Cartelera, arte de la ciudad. Presentación de
la revista Cartelera
Por
Jesús Chávez Marín
A lo
largo de un día cualquiera, una persona dedica la mayoría de su tiempo a
trabajar para conseguir los recursos para la subsistencia, la propia y también
la de los hijos durante algunos años. Otro buen tiempo lo pasa en transportarse
a los lugares donde sucede la acción, comer de prisa, cumplir compromisos, reunirse
con clientes, contadores, otras personas del trabajo.
Lo que
queda del día es un tesoro que todos merecen y que no siempre es apreciado en
su justo valor: el tiempo libre. Durante los fines de semana, por supuesto, se
extiende a uno o dos días casi enteros, digo casi porque los sábados y los domingos
también hay obligaciones domésticas que no se pueden detener, pero la verdad
eso es lo de menos porque en el espacio de la propia casa todo suele ser más
amable, a menos de que nos hayamos construido uno de esos infiernos íntimos que
suelen ser avasalladores, pero esas ya son historias de terror.
Lo
cierto es que todos tenemos en alta estima el tiempo libre. Guardamos dinero
para ir a determinado lugar, procuramos enterarnos dónde están los espectáculos
que nos gustan, conciertos, alguna conferencia atractiva. Pero a veces resulta
que se nos escapó algún acto que jamás hubiéramos querido perder, o porque no
hallamos información en los diarios o porque venía equivocada. En una ciudad ya
tan extensa en su territorio y en territorios espirituales, reaparece ahora
esta fina joya del periodismo especializado que es Cartelera, de Luis Carlos Salcido.
La
historia de la revista es larga. En los años ochentas la inició Salcido con un
grupo de amigos que ya antes habían hecho una anterior, que era literaria y se
llamaba Media Hora. Me acuerdo que en
esos días Ana Belinda Ames Russek y el propio Luis Carlos recorrieron palmo a
palmo la ciudad reuniendo información turística para el contenido del primer
número, y luego volvieron a recorrerla para buscar puntos de venta y
distribución. Lo duro del trabajo nunca se sentía porque las empresas
culturales de Salcido siempre han sido divertidas, su carácter alegre, irónico
y de insospechada sabiduría hacen ligero el recorrido. Me consta porque fui uno
de los trabajadores en su sala de redacción.
Aquella
Cartelera de los años ochentas era
una novedad en Chihuahua. Solo unos cuantos que habían vivido en la ciudad de
México o en alguna otra ciudad grande conocían como algo natural esas guías
donde vienen los rumbos de los actos artísticos, los bares, hoteles,
espectáculos del día con sus horarios y los lugares bien organizados. Aquí cada
quien se las arregla como puede y son las instituciones culturales con la
parsimonia y el pequeño alcance de su difusión las que procuran anunciar los
actos que organizan de vez en cuando.
Tanto
Salcido como Ana Belinda y los demás iniciaron otros proyectos y abandonaron Cartelera; en la ciudad nos volvimos a
quedar chiflando en la loma en lo que respecta a la oportuna información
cultural. Pero en los años noventas decidió Salcido revivir Cartelera. Y como siempre ha sido un
espíritu cosmopolita sofocado en Chihuahua, incluso vivió muchos años en la
ciudad de México donde se sentía como pez en el agua, decía que esta ciudad en
muchos aspectos tan estancada literalmente lo volvía loco. En homenaje a eso,
le puso a su nueva revista Chihuahua me
vuelve loco.
Esa
revista llegó a ser imprescindible para los espectadores de la ciudad, que ya
habían crecido en número y en complejidad. También era mayor la oferta cultural,
más conciertos, bares de lujo y también de los otros, más arte público. La
revista fue universalmente generosa con los lugares de reunión, anunciaba
gratis lo mismo restaurantes carísimos que taquerías de barriada. Hay que decir
que en la correspondencia de comprar publicidad, la mayoría fueron bastante
miserables: los fritangueros de la orilla y aún más los ricachones.
Una novedad
de la nueva revista fue que Salcido les dio cancha a varios escritores y
fotógrafos, abrió un magnífico espacio de expresión en un momento en que ya no
existían publicaciones literarios. Como es un mago del diseño, no se veía
tediosa esa mancha de texto; incluso se las arreglaba para que la revista
siguiera siendo materialmente lo que era su vista esencial: un programa de mano
de toda una ciudad, un folleto turístico muy ágil y accesible, en formato de
plakette de turismo para traerse todo el mes como una agenda útil y de grata
presencia.
Y como
en toda revista que siempre está cerca, el portador termina por verla toda, la
verdad los escritores y los fotógrafos que allí aparecieron terminaron por
volverse bastante famosos durante los dos años que duró circulando Chihuahua me vuelve loco.
Publicar
con Salcido significaba un escenario de lujo. En cada uno de sus diseños transforma
el espacio en una especie de caleidoscopio; su amor y respeto por la palabra
escrita hacen que jamás sacrifiquen el texto en función de las imágenes, que hallen
columnas deleitosas de lectura, que consigan la comodidad del lector, la
belleza de lo escrito. Cuando un autor se vé a sí mismo publicado por Salcido,
un poquito se pregunta: ¿de veras yo escribí esto tan hermoso? Y esa es una de
las lecciones que él ha dado a la ciudad: el arte de la expresión gráfica en
las publicaciones.
Recuerdo
lo horrible que fueron los libros antes de 1985, cuando Salcido empezó a
trabajar aquí. Unos amasijos de letra amontonada hasta arriba y hasta abajo de
la página, sin ton ni son; en las portadas había dibujos chuecos y cívicos. Las
revistas estaban hechas con unas columnas de líneas abiertas, empalmadas, con
fotos desdibujadas en blanco y negro.
Salcido
venía de trabajar en la SEP donde ya había ganado un premio nacional de diseño.
Inició aquí con aquella revista Media
Hora que fue una sorpresa y muy pronto se puso a hacer libros para varias
editoriales y revistas, para empresas maquiladoras. Casi de inmediato la gente
que sabe de libros empezó a contratarlo, y hasta la fecha. Lo mismo hace libros
de arte que fue editor cultural en un diario de la ciudad, algunos años.
Y
además de todo eso, ahora inicia el tercer vuelo de su revista constante, Cartelera. Será en estos años más útil
que nunca, pues el número de espectadores es ahora una multitud. Quedó vista
con claridad hace unos meses en el festival Ruta Uno y ahora en el nuevo
festival llamado Metrópolis. Un mar de gente que necesita saber donde están los
conciertos, los lugares, los artistas. Una revista como Cartelera será una publicación de grande utilidad y a la vez un
objeto hermoso, producido por un gran artista de Chihuahua.
Espero
que Cartelera tenga larga vida y se
establezca como un instrumento turístico valioso y una revista muy querida por
los que vivimos en la ciudad.
Julio
2014
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