¿Qué va
a salir en la tele?
Por
Jesús Chávez Marín
Hoy,
como desde hace muchísimos años, Roberto Gómez Bolaños pondrá en escena por
millonésima vez las mismas puntadas que a él le parecen jocosas. La mejor de
todas fue cuando eligió, como su nombre de escritor chistoso, el diminutivo
mexicanizado de Shakespeare: Chespirito.
Raúl
Velasco, por su parte, hará funcionar su dentadura postiza para sonreír
beatíficamente al presentar a la más reciente estrella, algún cantante español
que antes, tal vez, le pasó una buena feria por debajo del agua para lograr la
cima de salir en Siempre en domingo.
Quizá
por la mente de Velasco se cuecen escenas imaginarias de las transas o las millonarias
ganancias que deja el mundo del espectáculo: como el caso de Laureano Brizuela
que hasta fue a dar a la cárcel porque su representante, Velasco hijo, no pagó
impuestos al gobierno mexicano O quizá Raúl utilice esta tarde lágrimas de
utilería para emocionarse hasta el llanto con alguna viejecita que asistió al
programa o salga el recitando alguna bonita poesía y consejos después de
relatar alguna historia triste.
Al día
siguiente, en los quince minutos que los anuncios le dejan libre, la muchacha
rubia de la telenovela después de veinte años está a punto de conocer a su
verdadera madre, quien resultó ser la sirvienta de los vecinos de enfrente
donde vive un príncipe azul químicamente puro: millonario, joven, guapo e
ignorante. Ellos tres habrán sobrevivido en medio de una serie de asesinatos,
intrigas, traiciones urdidas por los malos: la suegra, el suegro, el detective
privado contratado por ellos que no se da cuenta de nada hasta el capítulo 187.
Más tarde la estúpida arrogancia de Jacobo Zabludovsky seguirá siendo útil para
hacer propaganda, disfrazada de información, en favor de las causas más reaccionarias
de una sociedad sojuzgada por los poderes gigantes del dinero y la política.
Lo que
resulta increíble en esta historia tan aburrida es que con esos desfiguros
repetitivos y limitados, la televisión logre capturar durante horas la atención
y la mirada de millones de mexicanos. Es vida tan pobre que el señor llega de
su trabajo y se tira en el maltratado sillón de la salita comedor frente a la
tele y se dispone a ver, junto a su familia, un espectáculo donde los anuncios
comerciales son lo más imaginativo que hay, lo mejor producido. Esto los niños
pequeños lo saben bien y, como en medio de su casa siempre hay un televisor
prendido, se fijan en los comerciales y los aprenden de memoria. Afuera el día
completa de nuevo su ciclo y pasamos
ciegos por el mundo.
Sin
embargo hay cosas nuevas en la tele: la más evidente su poderío tecnológico
cuyo objetivo inmediato es la ganancia, el poder económico y por tanto,
político. La presencia de la televisión en la cultura de masas es enorme. Se
multiplica con el cable, la antena parabólica, las videocaseteras. Pero su
evolución en cuanto a posibilidades de espectáculo e información sigue siendo
muy limitada, muy controlada. A ratos parece que en la tele solo vemos un
alucinante desfile de enfermos, de idiotas: “doctor” Cándido Pérez y su bella esposa,
el anciano chavo del 8 refugiado en un barril en medio del patio, los
comediantes censurados y oligofrénicos, Lolita Ayala y todos los locutores de
Eco, Angélica Vale diciendo que conoció a unos “niños” loquísimos, la nueva
gente con punto de vista light, los programas policiacos de Silvia Pinal y La Hora Marcada, Chabelo anunciando a
gritos etiquetas de juguetes dulces y frituras.
Mejor
cámbiale de canal. ¿A dónde? En Chihuahua solo se trasmiten dos canales. En el
de Imevisión los programas musicales parecen de aficionados a punto de que les
toquen la campanita descalificatoria. Las series norteamiericanas o inglesas
como Hanney, Alf, Los años maravillosos
los repiten veinte veces cada capítulo. Luego están Alejandro Aura y Ricardo
Garibay con sus pedantes invitados que se sienten soñados y en las nubes por
ser tan cultos que el telespectador no los merece pero que aparecen tan
censurados y cautos como en la tele comercial: una información que afecte
mínimos intereses y políticos y empresarios jamás saldrá a la luz electrónica
de las cámaras de televisión.
Producción
local no hay en Chihuahua. Antes hubo el canal 2 cuyo logotipo era un perrito
chihuahueño y duró años con modestos programas y sus noticieros de quinta,
tratando de firmar algún contrato de publicidad con los miserables empresarios
chihuahuenses: no consiguió ni patrocinadores ni auditorio sino en niveles muy
escasos.
Luego
ese canal fue vendido a Imevisión, con lo cual todo fue empeorando hasta llegar
a su total extinción. Todavía hace un año funcionaba a duras penas, con sus
cámaras remendadas con masquin, cinta adhesiva, alambres amarrados. En sus
estudios de la Colonia Santa Rosa las parees se caían a pedazos, las puertas
colgaban chuecas y los techos estaban llenos de goteras, cualquier llovizna era
tormentosa y en sus oscuros pasillos o subiendo las podridas escaleras de pino
deambulaban algunas personas que intentaban producir programas de televisión
sin ningún presupuesto y pidiendo gratis la colaboración de artistas locales.
Total que mejor apágale.
Abril
1991
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