Una
novela gótica de siglo 21. Presentación del libro La maldición del séptimo invierno, de Almudena Cosgaya
Por
Jesús Chávez Marín
A una
buena novela se entra como a una región, a una ciudad, a una casa que jamás
habíamos conocido y en el umbral se inicia un viaje hacia un territorio de
ficción; el tiempo real del lector se suspende voluntariamente y se inicia el
tiempo del relato, el tiempo de la ficción. Y esto cuenta aún para las novelas
realistas, no solo para las que navegan en la literatura fantástica.
Almudena
Cosgaya, esta escritora extraña y concentrada, esta mujer plena de misticismo y
destreza narrativa, nos lleva a un viaje por lugares asombrosos, páramos
agrestes donde de la nada aparece un castillo de quince torres que un minuto
antes no estaba allí; un bosque más oscuro que la noche a donde todos los
aldeanos temen ir; no quieren ni mirarlo de lejos; es igual de atormentado que
la noche oscura del alma de donde surgió la idea maravillosa de La divina comedia, de Dante.
Para
conseguir el cataclismo de tormentas que es su novela, Almudena Cosgaya, y me
gusta decirlo así completo Almudena Cosgaya porque su nombre parece seudónimo
de tan buen nombre de escritora que es, ella, acudió a un corpus muy vasto de
mitologías y leyendas, códigos y códices, desde los más sagrados hasta los más
heréticos: La Biblia, manuales de brujería, Drácula, hombres lobo y un pormayor
de zombies a los que jamás se les llama de esa manera en este delicado libro.
También
andan por aquí un buen de de autores invitados que en esta novela se pasean no
tanto como influencias, aunque también, sino como compañeros de viaje, Edgar
Allan Poe, Hoffman, Mary Shelley, Bram Stoker y hasta de un poquito de J. K.
Rowling.
Como ex
profesor de la autora, soy testigo presencial de que la concepción de esta
novela que hoy sale a la luz fue iniciada en su concepto completo y con gran
avance en el año 2001, antes de que Holywood pusiera de moda a los neo vampiros
de la saga Crepúsculo, cuya primera
película fue en el 2008.
Si en
lugar de empezar a escribir en Chihuahua y en ciudad Juárez Almudena hubiera
empezado a escribir en Los Ángeles o en Nueva Work, hubiera sido la guionista
perfecta para ese cine que cobró tanta fuerza en los recientes años.
Así son
los misterios de la literatura. Para nuestra buena fortuna ahora tenemos esta
novela tan compleja y tan fascinante.
En sus
páginas hay secuencias que no se pueden dejar de leer y aún después de que
cierra uno el libro se queda pensando qué pasará después, porque a la vuelta de
la hoja aparecen sorpresas increíbles luego de que ya pasó todo: la peste que
mató a un pueblo completo y luego los muertos andan mordiendo gente en lugar de
permitir que le dieran cristiana sepultura, maldiciones y profecías que
condenan a quien se les para enfrente a la vida eterna de los malditos; cielos
que se tiñen de sangre y sombras que toman no la figura humana sino la figura
inhumana, así lo escribe la autora con toda desfachatez y risa irónica, pues
son ángeles errantes con espadas de oro.
La
novela abre con una hoja donde se mezclan versículos proféticos de la biblia
con hechos históricos donde se enuncian todos los tópicos del libro. El inicio
es de lo más novelístico: con una carta de Sounya, uno de los personajes más
simbólicos. Y luego entra ya propiamente el primer capítulo, donde sale el
héroe principal, Adrián Moïse.
Este
personaje es toda una síntesis conceptual, una especie de vértice donde se
conjugan muchos seres de la tradición literaria, de la mitología y de pasajes religiosos:
Fue un niño vagabundo que apareció en una aldea donde había un monasterio, en las
novelas fantásticas siempre hay un monaserio Shaolín como escuela de samuráis
de un jovencito, donde nadie sabe su
origen y él mismo no recuerda su pasado. Más adelante sabremos que en su alma
de guerrero habita un lobo, es un hombre lobo, también es un ángel caído, parte
de todos aquellos que fueron expulsados junto con Lucifer de los confines del
cielo. Años después, para salvar a su amada tuvo que dejarse contaminar por la
sangre insepulta de los vampiros y ya más viejo algunos le llamaban Drácula.
Las aventuras que vive son tantas como las arenas malditas de un desierto de
donde de pronto se levantan sombras.
Estoy
seguro que esta novela tiene ya un público específico, formado con personas de
la generación de Almudena. Y que su literatura está muy bien afinada en el
ritmo de su época: vertiginosa y un poco escéptica. Cuando leía la novela
también se me reflejó como una metáfora de nuestros tiempos de violencia y de
grandes monstruos que acechan a la humanidad: a su ecología, a su economía, a
su integridad física, a su libertad. Pero esa ya sería otra lectura que también
pudiera tener esta novela. La buena literatura nos remite a varias zonas
semánticas y simbólicas. Y como lo que escribe Almudena Cosagaya es buena
literatura, pues de esta novela cada lector puede tomar lo que guste entre una
gama muy amplia de posiblidades.
31 agosto
2018
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