Concierto para enamorados
Por Jesús Chávez Marín
El año pasado, a partir del 11 de septiembre, los temas de la guerra y
el terrorismo se volvieron parte del ambiente cotidiano en conversaciones,
noticieros, revistas. La violencia dejó su marca al inicio del siglo como un
azote milenario, la señal de un destino trágico de los seres humanos; como si
la semilla de la destrucción estuviera en la sangre y en el alma de los
hombres. Y a pesar de todo, la vida sigue. Todos los días, la mayoría de nosotros
sigue realizando su trabajo con la voluntad y la confianza de que hay otros
horizontes cuya esencia son la dignidad, la educación, la justicia y la
libertad.
En este 14 de febrero, al
que el calendario social ha designado como día del amor y la amistad, conviene
pensar un poco acerca de los valores que implican esas dos palabras, que
recordemos la alegría sencilla y natural con que se ilumina y se refresca
nuestra vida cuando logramos la convivencia sana y la comunicación con nuestros
padres, los hermanos, los hijos, los amigos, los compañeros de trabajo y de la
escuela.
La amistad genera una
energía colectiva con la que nos sentimos seguros y felices; durante las
actividades cotidianas pensamos en las palabras que nos dijeron nuestros amigos,
las historias que nos platicaron; nos sentimos contentos porque nos preguntaron
por nuestros problemas, nos dieron consejos bien pensados, nos refugiaron con
su afecto cuando nos vieron afligidos. La amistad es entonces una casa que nos
conforta, una calle por donde transitamos con tranquilidad, un parque donde
paseamos acompañados de gente que nos mira con buenos ojos.
Quienes hemos vivido el gozo
de la amistad jamás podremos creer que la violencia y la guerra sean
sustanciales a la carne y al corazón de los seres humanos. Al contrario,
tenemos fe en que la humanidad será capaz de desterrarlas para siempre, que
llegará el tiempo de la armonía plena, fundada en la magnífica labor colectiva
de la educación, la música, la ciencia, las artes y la construcción de grandes
obras urbanas y campesinas, que todos hemos de cumplir.
También otro de los grandes
ideales de la humanidad es el amor, ese sentimiento que le da sentido de
trascendencia a nuestros esfuerzos; en el nombre del amor se han formado los
mejores conceptos, se han escrito infinitas páginas y todos hemos conocido lo valioso
de nosotros mismos. Por el amor de los hijos estamos dispuestas a todos los
esfuerzos y sacrificios; por el amor a nuestros padres le encontramos una razón
a cada etapa de nuestro desarrollo; por el amor a nuestra pareja nos afianzamos
en la existencia.
Con ese tipo de ideas y de
intenciones se ofreció la función del segundo Concierto para enamorados, organizado por el Comité de Damas
Voluntarias de la Universidad Autónoma de Chihuahua. Este año se preparó un
programa en el que participa el Coro de este Comité, integrado por talentosas
cantantes y tres magníficas solistas, acompañadas por los maestros y maestras
que forman la magnífica Orquesta Sinfónica de la Universidad, que dirige el
maestro Ramón Farías Rascón. El trabajo artístico de la Orquesta es uno de los
lujos de este día, al igual que lo fue el año pasado para esta misma fecha.
La taquilla de este
concierto será para beneficio de los niños tarahumaras de la región de
Guadalupe y Calvo. Esta es una de las actividades de ayuda social que realiza
el Comité de Damas Voluntarias de la Universidad Autónoma de Chihuahua.
Febrero de 2002
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