jueves, 28 de enero de 2021

JChM. Anemia

 

Anemia

 

 

Por Jesús Chávez Marín

 

 

Su sonrisa señalada por un dolor intenso,

la sangre de otros penetra el corazón y la bruma;

llega desde un cristal, desde una aguja

prendida en la vena de su mano.

 

Palabras de consuelo para los que llegan

a la cama de hospital, como jardines y espejos.

Reposo atormentado por la química;

nostalgia del trabajo.

 

La añoranza

de la risa lejana de los hijos,

los niños que fueron.

Hoy adultos frágiles

que vienen de visita.

 

El miedo en la espesura de la sangre ajena,

tersura fragante de las propias venas.

 

Agua que de tanto amor fue consumida:

batalla obstinada de una mujer

contra la pobreza.

 

La fruta de ese árbol: arco iris en la Tierra.

La madre conoce su victoria: sus hijos

jamás serán doblegados;

no les faltara refugio mientras vivan.

 

Por eso sus manos trabajaron tanto,

agotó sin descanso los años de su sangre

para que ellos tuvieran alimento y orgullo.

 

Alguna vez sintió el sabor

de las ofensas,

muecas de escarnio,

latigazo de sombra,

pero nadie logró lacerar su dignidad intacta.

 

El ritual del trabajo y la luz de su mirada

cultivaron sueños.

 

No hubo héroe que pudiera

igualar sus hazañas de mujer valerosa.

 

Al pasar de los años, su sangre delgadita

fue torrente y cauce de alegría,

claridad para los hijos de sus hijos.

 

Como en los salmos

que cuentan historias de quienes alcanzaron

la bienaventuranza de mirar el reflejo

de la propia vida, el eco, la sombra

en las voces, las risas, la piel hermosa

de hijos y nietos;

 

la algarabía en el hogar

donde el pan se prepara, 

las comidas, las bodas;

 

el amor consumado en alianza vigorosa

y a veces también las penas,

el tejido de la tristeza.

 

Pero siempre

con la fuerza del río,

del amor que sigue

su cauce inagotable.

 

Noviembre 2001

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