viernes, 24 de junio de 2011

literatura chihuahua 2001


Literatura Chihuahua 2001

Por Jesús Chávez Marín

La literatura que se escribe en la ciudad de Chihuahua tiene hoy un grado de madurez semejante a la que se produce en el resto del país, incluyendo por supuesto a la del Distrito Federal que se desarrolla con todas las ventajas del centralismo absoluto que la favorece. Pero no siempre ha sido así en Chihuahua. El proceso del fortalecimiento se inició con la década de los ochentas.
Antes de 1980 no se publicaban libros de literatura en Chihuahua. Cuando apareció la antología Relatos de autores chihuahuenses en 1976, compilada por Isauro Canales y Alfredo Jacob, el hecho era casi insólito, aunque también habían sido publicados La absurda espera de Lourdes Garza Quesada en 1961, Fruto prohibido de Héctor Ornelas en 1963, El norte misterioso y legendario de Pascual García Orozco, Tras un cristal azul de Manlio Favio Tapia Camacho en 1977, Viernes de Lautaro de Jesús Gardea y algunos de los primeros libros de José Fuentes Mares. Sin embargo la producción editorial de esos textos era muy mala, páginas plagadas de erratas, portadas feas, ilustrados con dibujos ingenuos o con fotos deslavadas, tipografía pobre, descuidada, sin armonía.
De revistas literarias, solo existían precariamente dos que salían cada año. Una era todavía de cartoncillo y mimeógrafo, estudiantil y sin ambiciones, se llamó Palabras sin arrugas y duró de 1978 a 1983, y aunque solamente aparecieron trece números, su estirada leyenda alcanzó para que diez años después de cancelada algunos y algunas se proclamaran a sí mismos los fundadores del hilo negro, inventores del agua hervida, poetisas honorarias y a veces, sin el menor sonrojo, fundadores de la literatura chihuahuense.
La otra revista fue Metamorfosis iniciada en 1968 por estudiantes de la Escuela de Filosofía y Letras, quienes luego del entusiasmo inicial la abandonaron cuando solo habían producido unos cuantos números. Luego los directivos de la escuela la retomaron para volverla oficial, publicar ensayos de profesores, poemas inofensivos y cuentos sin chiste.
Ese era el panorama a principios de los años ochentas cuando un grupo de escritores nacidos en los años cincuentas decidieron entre todos y cada uno por su cuenta tomar en serio la labor literaria, iniciar las acciones que fueran necesarias para llegar a ser escritores profesionales, para leer metódicamente los textos de la tradición clásica y a los autores más actuales, publicar lo que escribían y enfrentar con seriedad la crítica de lectores y su realizar su autocrítica con rigor y estudio de la teoría literaria. Algunos también se hicieron editores, labor que fue piedra de toque para que se produjera esta nueva visión de la literatura en la ciudad de Chihuahua.
Algunos de ellos habían participado en Palabras sin arrugas, otros habían estudiado letras españolas y otros andaban por la libre. Pero todos coincidían en la idea de asumir la literatura como una forma de vida y trabajo. Sus nombres son Alfredo Espinosa, Enrique Servín, Ramón Antonio Armendáriz, JChM, Rogelio Treviño, Federico Urtaza, Mario Lugo, Micaela Solís, José Piñón, Óscar Robles, Rubén Alvarado, Heriberto Ramírez, Dolores Gómez Antillón, Jorge Benavides Lee, Víctor Bartoli, Rubén Mejía, Josefina María Cendejas, Sergio Durán, Ana Belinda Ames Russek, Susana Avitia Ponce de León, Alfonso Chávez Salcido, José Pedro Gaytán, Héctor Jaramillo, David García Monroy, Guadalupe Guerrero, Humberto Payán Fierro, Guadalupe Salas, Raúl Sánchez Trillo, Manuel Talavera, Lourdes Uribe, Héctor Varela Unive, Ernesto Visconti, David Hernández González, Margarita Muñoz, Leticia Santiesteban, Alma Montemayor, Minerva Ramírez, Héctor Contreras, Luis David Hernández, Fernando Chávez Amaya, Víctor Díaz, Raúl Gómez Franco, Nacho Guerrero, Elías Holguín, Remigio Códova, Juan Guerrero, Mariano Salcedo Zaragoza, Mónica Torres Torija, Flor María Vargas y Luis Urías.
Esta generación de señores y señoras fundó revistas, suplementos, editoriales, talleres literarios; escribieron libros, ensayos críticos, crónicas, reseñas; organizaron concursos, presentaciones, ciclos de conferencias, foros. Con su presencia en la ciudad, su trabajo intenso en los años ochentas, lograron construir un respaldo fuerte para los artistas de la ciudad que en los noventas iniciaron su literatura.
Lo que no pudieron es formar lectores, excepto unos cuantos. Los escasos lectores de la ciudad casi no leen autores de Chihuahua, prefieren seguir leyendo revistas y libros publicados en la Ciudad de México, considerada por inercia la única literatura mexicana.
Los autores de aquí no han sabido tender un puente de comunicación con su ciudad, en parte porque muchos de los temas que conmueven a los chihuahuenses de estos años están ausentes: la cultura de las maquiladoras, el narcotráfico suburbano, la nueva sociedad de las mujeres independientes, el alcoholismo adolescente y juvenil en los bares del rocanrol, llamados antros, los manejos tramposos de la democracia electoral, considerada en los discursos de la clase media política la única democracia, los niños solitarios cuya madre se la pasa en el trabajo y la parranda y cuyo padre es aún más ausente, el abandono afectivo de las divorciadas y mujeres solas, algunas casadas igualmente solitarias, que después de los 45 años de su edad clausuran su vida sexual por falta de respeto, de nobleza, de cariño y de recursos económicos de los señores, con quienes pudieran establecerse nuevas relaciones o por lo menos sueños a domicilio, como dice en un poema Galia Zuverza.
A pesar de todo, ha corrido un mar de tinta en estos 20 años con la obra colectiva de los escritores de la ciudad de Chihuahua, más por su propia terquedad que porque hubieran hallado condiciones favorables. Este blog está compuesto por crónicas de ese tiempo, por supuesto una visión personal y fragmentada de todo ese magnífico panorama de generosidad, trabajo y alegría. Su ordenamiento es cronológico y el ambiente que lo anima es de fiesta, la fiesta de la literatura.

Febrero 2001.

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