Por Jesús Chávez Marín
A las ocho de la noche, llegué al Teatro Saavedra, donde se habría de presentar el libro 3 artistas camarguenses, de José Pedro Gaytán. En el vestíbulo del teatro, él recibía personalmente a sus invitados a quienes, también personalmente había entregado la invitación para esta ceremonia literaria. Era signo de la buena suerte que, media hora antes, ya hubiesen tantas personas platicando animadamente.
Me asomé al foro y allá me quedé, porque Lucha Villa cantaba con su voz ronca y sexi desde los discos viejos con la buena sonorización de la tecnología japonesa y la excelente acústica de este teatro de lujo: no me quedó otro remedio que sacar de mi portafolios un litro de tequila que traía, y servirme un generoso vaso discretamente, mientras muchísima gente seguía llenando a la función.
Con permiso de mis amigos los administradores del teatro, subí a la cabina de las luces y las sombras, desde donde se divisa por los grandes cristales las trescientas butacas y el proscenio. Salió una canción de José Alfredo Jiménez brindando por ellas y yo me quedé recordando aquel homenaje que en 1982 organizó José Pedro Gaytán y su grupo Aura a José Alfredo, donde cantaron Nidia Corral, Acihua, Eduardo Escalera y otro charro cuyo nombre no me acuerdo, acompañados del Mariachi Zapopan. El paraninfo de la universidad estuvo a reventar, la escenografía era un zarape muy fino y un sombrero enorme y de lujo, se leyeron ensayos muy alegres y eruditos escritos por Oscar Robles y Luis David Hernández. Al igual que esta noche, aquellos días eran también tiempos de dicha y cariño muy bien elaborados. Y es que aquel también fue una fiesta literaria. Cualquiera que haya saboreado siquiera una vez el agua fresca de esta fuente mágica, la literatura, sabe para siempre en donde habitan los secretos de la fábula, los orígenes, la fantasía y el amor: en las palabras que escriben los poetas.
Y antes de que esta crónica se me siga poniendo tan lírica como acostumbra, ya pasó media hora: se los juro que el teatro está casi lleno, para sorpresa de todos. Ya nos habíamos acostumbrado a que los Juegos Literarios viene poca gente y siempre empiezan tarde esperando inútilmente a que lleguen tarde otros pocos y aquello no se vea triste. Pero esta noche todo empezó puntualito. Apagaron las luces, le subieron el volumen a la música y se oyó una voz muy bronca, acompañada por el mariachi de disco, que gritaba:
—Silencio, señores, éntrenle a la pelea: el gallo de oro de San Pedro de la Pasión, contra el bulique de Lorenzo Benavides. ¡Cierren las puertas!
Con sus mejores galas. Subieron al foro muy contentos y se acomodaron en sus sillas. Del otro lado, bajó el autor del libro, José Pedro Gaytán muy del brazo de su amiga Silvia Sapién, la productora de este espectáculo, quien subió al atril y dijo en el micrófono unas leves palabras. En dos minutos, le cedió la palabra al protagonista.
Gaytán agradeció, emocionado pero muy sereno como siempre, la presencia de tantas personas que tanto lo queremos. Habló un poco de sus aventuras como periodista cultural, como crítico del arte mexicano y como profesor del Tecnológico de Monterrey. Dijo que antes nos parecía muy lejano el libro, nos conformábamos con suplementos y revistas. Pero que gracias a la energía de escritores nuestros como Alfredo Espinosa, Rubén Mejía, Guadalupe Salas, Rubén Alvarado y Gabriela Borunda que ya empezaron a sacar buenos libros, con rigor profesional y con una calidad que no le piden nada al nivel nacional, muchos nos decidiremos a seguir su ejemplo y que, por lo pronto, aquí está este libro que hoy presentamos.
Discurso brevísimo y ágil, lo cual agradece siempre el público desde sus cómodas butacas, cuya regocijante obligación es aplaudir lo que bien le parezca y también vaciar la sala cuando el espectáculo no cumpla sus expectativas. El público: ese conjunto de todos nosotros los que asistimos a los teatros y a los museos en busca de un leve fragmento de La Verdad, y también con el ánimo de hallar algo de acción y buen humor para bañar nuestras penas o para compartir la mexicana alegría.
A continuación, la escritora Guadalupe Salas leyó con su voz clara y sensual dos relatos del libro donde salen algunas de las andanzas del famoso escultor Sebastián, uno de los cinco artistas más portentosos del mundo con su geometría caliente y monumental. Guadalupe vestía unas mayas negras de licra y una camisa de algodón blanquísimo, la verdad, andaba muy guapa y estilera como siempre, así solo se visten las poetas modernas y lindas. Luego leyó este texto suyo:
“Toda aparición de un libro cualquiera es, sin duda, una celebración, primero de orden personal y segundo para la historia de una comunidad concreta. José Pedro Gaytán nos regocija con este importante recuento y análisis de los tres artistas camarguenses. Me llama la atención como sigue con extrema fidelidad el desarrollo artístico de Siqueiros, Lucha Villa y Sebastián, sin dejar de lado la apreciación sociocultural de Camargo.
Santa Rosalía de Camargo de pronto nos parece un Macondo mágico, un pueblo que ve llegar a las carpas como un anticipación quimérica donde el arte tendrá cabida a pesar de su limitado espacio.
El libro de Pedro Gaytán también es historia personal donde lo anecdótico camina paralelo a la nostalgia, a las canciones populares, a los exacerbados rasgos de los murales de un loco visionario, como lo fue Siqueiros, y a las figuras de proporciones voluptuosas de las esculturas de Sebastián”.
Mira que sabroso camina: se dirige a Guadalupe Salas con gracia desde el atril de lectura hacia la mesa del presidium. Luego el mismo Gaytán presenta al siguiente lector, el ingeniero David Carrera, minero y músico, quien leerá dos breves textos del libro que se refieren al pintor David Alfaro Siqueiros, gloria de Camargo y famoso luchador social. Después otro lector lee historias de Lucha Villa. Entre cada lector, José Pedro platica breves episodios literarios de todo un grupo de gente, los 53 escritores de esta ciudad son los protagonistas de esta nuestra colectiva educación sentimental.
Para cerrar el acto, sube Silvia Sapién con una enorme sonrisa que nos invita al vino de honor que ya está listo a la salida junto a siete frascos gigantes de Coca Cola para los abstemios y los niños que asistieron.
Quizá la escena más bella de todo este teatro tan bien dirigido, fue la firma de los autógrafos. Se hizo una gran fila al centro del escenario donde muchos hombres y muchas mujeres se acercaban con su libro en las manos para que Gaytán les estampara frases cariñosas y su famosa firma de autor en la primera página de su libro. Alfredo Espinosa me comentó: mira, para que veas que la literatura si interesa a mucha gente, no nada más a unos cuantos.
Æ Mayo 1994.
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