En la foto Juan Daniel 2018
Noemí & Daniel
Por Jesús Chávez Marín
Esta es una historia de amor de un cantante muy guapo que se llama Juan Daniel Vargas, quien vivía en Chihuahua y se fue a radicar a la ciudad de México para estudiar en la Escuela Nacional de Música.
Un domingo en la tarde, Juan Daniel fue a un concierto donde cantaban algunas mujeres. Era 1983 y ese concierto formaba parte de un ciclo llamado Cuando las mujeres cantan. Participaron cantantes mexicanas y latinoamericanas, entre ellas Betsy Pecanins, Cecilia Tousein, Eugenia León, Tania Libertad y Guadalupe Pineda.
A medio concierto, Juan Daniel vio en el foro a una jovencita a quien ya se había encontrado por allí en esos lugares donde se reúnen los músicos, cafés, bares o en tocadas de las calles y las plazas. Casi no la reconocía, porque Noemí Mondragón, que es el nombre de aquella muchacha, se transforma cuando canta, se ilumina, se perfuma y se entrega a la danza natural de su cuerpo. Entonces Juan Daniel decidió quedarse a vivir en la mirada y en la fina voz de aquella mujer.
En 1985 formaron un dueto y se lanzaron profesionalmente como cantantes. Era un buen momento para la música en la ciudad de México y a ellos les ofrecieron contratos en bares y, sobre todo, en los campus universitarios. Como las letras de sus canciones son selectas, e incluyen textos de Elías Nandino, Juan Rulfo y otros poetas a quienes hacen el regalo de la música, la guitarra, los violines y sus voces privilegiadas, cayeron muy bien al gusto de la población universitaria y ya son conocidos en todas las facultades de la UNAM.
Ellos a Chihuahua vienen cada año, porque Juan Daniel llega a visitar a sus jefes, Josefina y Daniel, quienes viven aquí en el barrio de Santa Rosa. Se están dos o tres meses y, entonces, ya les esperan contratos para hacer temporadas breves en la Hostería 1900, en el Jazz ¾ , en el Café Galería Ajos y Cebollas o en el Palacio del Sol.
Aquí Juan Daniel ya era conocido desde jovencito: tocaba la guitarra en el Grupo Amanecer con Arcelia Paz, Rubén Tinajero, Raúl González, Luis Lucero. Y en el Grupo Sol con Magda Chavira, Luis Enrique y Xicotencatl Villegas, Piluy Paz y Sergio González Rojo.
Cuando se fue ya sabía tocar todos los instrumentos que se usan para aquella música que en esos años se puso de moda: latinoamericana, canto nuevo, trova cubana, esos rollos.
Su voz era la de un cantante un poco martajado, pero su timbre de barítono siempre ha alcanzado para el gasto.
Encontrarse a Noemí fue para él enriquecedor. Ella tiene en los foros una presencia impresionante y a la vez graciosa. Una bella voz, ni quien lo dude, y mucho mejor educada que la de su esposo. Se comunica de inmediato con el público y produce una fascinación extraña. Las luces secretas de sus ojos negros hacen la mirada más profunda que haya mirado estos lugares y el vuelo de sus manos cuando canta o algún discreto quiebre de su cintura producen un efecto sensual en la audiencia.
Podría decirse que hoy es la gorda más sexy que haya nacido en la ciudad de México en los últimos cuarenta años, pero mejor no lo decimos porque esto suena a morcilla estadística y territorial.
Juan Daniel también carga bastantes kilos de más, pero a él esto lo tiene sin pendiente, se ríe de las dietas y de los aerobics, es un gordo feliz. Compone canciones con una facilidad y un desenfado que ya los quisiéramos para un domingo quienes sufrimos tanto para redactar una triste reseña de dos cuartillas.
El dueto Noemi & Daniel tienen un disco que grabaron en 1988 en Pentagrama. Incluye cuatro canciones que compuso Juan Daniel, entre ellas la maravillosa Ya se va; preciosa: sencilla, profunda, poética. También otra: Josefina y sus hermanas, una crónica urbana muy alegre.
¿Qué sigue? Conseguir un grupo de buena ley. La guitarra acústica con amplificador electrónico, que se compró Juan Daniel con todos sus ahorros en Los Ángeles. es insuficiente. Con todo que él toca bien, no parece suficiente para nuestros oídos acostumbrados a las orquestaciones producidas en programadoras japonesas computarizadas.
El sonido Noemí & Daniel deberá incluir para siempre los violines de Carlos Torres, las flautas de Rubén Tinajero y el piano de Raúl González o de otros que le lleguen con armonía a la calidad de estos dos excelente músicos.
Julio 1991
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