En la foto Mario Humberto Chávez
La noche de los teatristas
Por Jesús Chávez Marín
A las 8:30 empezó puntualísima y a teatro lleno la tercera función de las Jornadas Culturales Fuentes Mares. La maestra Eva Lucrecia, con un brevísimo discurso dio algo así como la tercera llamada y principiamos.
Alma Montemayor fue la directora escénica de esta mesa, y lo hizo con mucha gracia y con la inteligencia que siempre la caracteriza: breve, atinada, respetuosa. Con ustedes, Manuel Talavera.
El autor de La Fragata, el actor de William Radcif, el director de Jugarreta, nos platicó en un discurso con ortodoxia literaria las peripecias que sufren y gozan dramaturgos locales, desde Remigio Córdova en 1971 hasta Víctor Hugo Rascón Banda en 1991. Habló, sobre todo, de dos recursos muy usados por los chihuahuenses, la cronología alterna y la cronología alterada.
Segunda escena: Mario Humberto Chávez empleó sus habilidades de escritor para contarnos, con bella voz, una historia, la de Saavedra, su primer maestro. Chávez construyó en un amplio mural el retrato de Fernando y en ese mural estaban casi todos los sucesos teatrales de 1966 a 1990. Como en una película pasan los montajes de Felicidad, El juicio, Espectros, Doña Rosita la soltera, La vida es sueño y Fin de partida. Esta secuencia termina con Martha Luna, la genia, quien se acerca a una butaca del Teatro de Cámara donde está Saavedra viendo la función de Voces en el Umbral. Martha recarga la cabeza en el hombro de Fernando, lo besa y emocionada pronuncia una palabra:
―¡Maestro!
A continuación Montemayor presenta a Enrique Hernández Soto, quien es hoy el decano de los teatristas y uno de sus personajes de más vitalidad. Hernández Soto debiera dedicarse a dar conferencias y cobrar carísimo. Es muy bueno en este tipo de teatro, el más maravilloso actor de sus propias conferencias, las cuales son armónicas y bien escritas, apoyadas por un experto en las artes de la voz humana, la expresividad del rostro y la gracia de fino buen humor. En su discurso cupieron crónicas teatrales escritas hace muchos años por Luis David Hernández y otros autores que han comentado la escena chihuahuense desde el Teatro Cine Alcázar de Parral hasta las funciones trashumantes ofrecidas en los territorios de este país llamado Chihuahua.
Para cerrar con broche de oro, el dramaturgo Enrique Macín atacó a los tres enemigos del teatro: el mal cine, la televisión entera y los críticos de café, sin agraviar a los presentes, esos seres blandos e ignorantes que tejen y destejen los chismes del mundo y llenan de humo y parloteos los cafetines del centro.
Al final, Alma Montemayor dijo un discurso de exactamente minuto y medio y todos nos fuimos a disfrutar el fin de fiesta con los vinos y licores que siempre aguardan a los asistentes a ese tipo de ceremonias.
Septiembre 1991
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