jueves, 2 de febrero de 2012

martín chávez bejarano

Los recursos humanos en la era de la globalización 

Por Martín Chávez Bejarano 

En los últimos treinta años la economía mundial cambió radicalmente: la comunicación por satélite, cuyo avance más reciente es el Internet; el desplazamiento de los materiales metálicos por el plástico, que disminuyó sensiblemente la riqueza minera, la cual había sido pilar fundamental en la fuente de divisas de muchos países; la especulación financiera trasnacional; la firme consolidación en todo el mundo del modelo maquilador que las empresas gigantes habían iniciado apenas quince años antes; los avances espectaculares de la tecnología de producción, que de la noche a la mañana deja sin empleo a miles de trabajadores que dejaron de ser necesarios ante la automatización de los procesos, tanto en el campo como en las ciudades; la dependencia alimentaria de muchos países frente a los grandes productores, cuyo signo político más visible e impresionante fue el derrumbe del muro de Berlín en 1989, con el que se inició desmembramiento de la URSS y el fracaso del modelo comunista como concepto y como sistema político y económico: todo esto junto es el origen de un macrosistema económico a lo que en los años recientes se le ha dado el nombre de globalización.


1. La “aldea global”

En los años setentas sonaban fantasiosas las teorías de Marshall McLuhan que resaltaban el deslumbramiento ante el avance de la televisión, la tecnología telefónica y la rapidez del transporte que anunciaban, según él, que el mundo dejaría de tener fronteras territoriales y culturales y todos podríamos tener acceso inmediato a la educación, el entretenimiento y el trabajo gracias a ese nuevo mundo plenamente intercomunicado. A esta utopía la llamó la aldea global: un mundo igual para todos y al alcance de la mano. De ahí se ha tomado el nombre de ese nuevo concepto totalizador que define al mundo actual: globalización.


2. Hamburguesas en Vienam, pepsicola en China y pizzas en Japón 

La megafusión de oriente y occidente, las dos grandes zonas del mundo, se inició desde la primera guerra mundial. Como territorio y como cultura, fueron antes dos polos lejanos y oscuros el uno para el otro. Los consorcios industriales y comerciales de occidente no podían quitar la vista del extenso mercado que significaban los superpoblados países orientales. Hoy parece casi natural hallar en cualquier recinto aparatos electrónicos fabricados en Japón o mirar en la televisión un concurso de imitadores japoneses de Elvis Presley. Muchos de los diagramas industriales que ahora manejamos fueron diseñados en Japón, mejorando notablemente los diseños originales alemanes o norteamericanos. Tampoco resulta ya extraño saber que una maquiladora que produce arneses automotrices sea propiedad de algún industrial de Taiwan.


3. Maquiladoras: globalización de las relaciones laborales

Las relaciones obrero patronales que existieron hasta hace poco tenían un esquema regional y nacional: las grandes fábricas, los centros mineros, los consorcios comerciales plantaban ciudades y centros habitacionales donde vivían los trabajadores, quienes durante toda su vida trabajaban para la misma empresa, la cual cumplía por necesidades propias de su desarrollo su función social de desarrollar los servicios urbanos, centros de educación y de recreación para sus trabajadores y las familias.

Las relaciones laborales eran más cercanas y los sindicatos y organizaciones obreras tenían sentido y poder de negociación frente a los patrones y sus funcionarios, que eran conocidos y más o menos cercanos.

Con la especulación financiera trasnacional se iniciaron también la extensión de la producción y el comercio. La posibilidad de aprovechar la mano de obra barata de los países más pobres, superpoblados y con un destino laboral incierto, hizo que las grandes industrias instalaran plantas en cualquier parte del mundo donde las condiciones fueran favorables para sus programas productivos.

La industria maquiladora fabrica piezas, partes, componentes. No tiene necesidad de hacer más transferencia de tecnología que la que muy específicamente sea útil a sus fines inmediatos. De esa manera, nunca enfrentará competencia local. Capacitará a sus obreros con estrategias y habilidades que solo sean útiles para la propia empresa, en una mínima parte del proceso productivo. Esto le dará ventajas enormes para imponer sus condiciones, horarios, reglamentos y administrar hasta los derechos legales. Se concretará a pagar los impuestos, negociando agresivamente porcentajes bajos y privilegios fiscales a cambio de lo único que ofrece: la “fuente” de trabajo.


4. El mercado global de los recursos humanos

Al iniciarse el año 2002, muchas maquiladoras se fueron de Chihuahua, algunas para instalarse en otros estados de la república donde resultaba todavía más barata la mano de obra mexicana, vendida muy bajo por el salario mínimo oficial, como uno de los paquetes más atractivos del Tratado de Libre Comercio de Norteamérica, y otras para cerrarse definitivamente a causa de la reciente depresión de la economía norteamericana, que además vivió momentos de emergencia luego del ataque terrorista de las torres gemelas el 11 de septiembre de 2001.

Este movimiento de retiro, donde sin ningún problema eran despedidos y liquidados en un día las 1,200 personas que trabajaban en una planta que se retiraba, o era recortado el 30% del personal, por la baja de producción de líneas completas, es uno de los signos más visibles de los nuevos sistemas productivos, y por lo tanto, de las formas de la relación laboral.

Por un lado están los estímulos y premios a la producción, a la puntualidad, con los que el salario se difiere y se transforma en “regalo”, al compensar precariamente la mínima cantidad del salario formal. Por otro está la rotación de personal, la relativa facilidad de irse a trabajar a otra maquiladora hasta por aburrimiento, para cambiar de ambiente, como única perspectiva en el horizonte del futuro personal.

Cuando vemos en los desfiles del primero de mayo a los trabajadores que marchan con banderolas y logotipos, que gritan como bandera y señal de identidad colectiva el nombre de la empresa maquiladora donde trabajan, como si fuera la proclamación de sus derechos y sus demandas laborales en el día del trabajo, vemos cómo ha cambiado el mundo en lo que se llamaba la lucha de clases.

Ahora se confunden tanto los conceptos y las ideologías, que el oficio de la psicología industrial o el de la administración de los recursos humanos suele suplir a veces lo que anteriormente era la capacidad de negociación de los gremios y sindicatos de trabajadores ante lo que se le llamaba el “sector patronal”. Se suele olvidar que esta “ingeniería social” actúa al servicio de la empresa, que es la que paga los honorarios de estos promotores, y que finalmente responderá siempre a los proyectos e intereses de quien lo contrató para manejar sus relaciones laborales.


5. Conclusiones
Los fanáticos del Internet suelen decir que en esa navegación se hallan todas las oportunidades de trabajo que quieras. Sin embargo la tendencia lógica de la macroeconomía es hacia el desempleo para la mayoría.

La globalización trae indudables ventajas para las empresas: recursos financieros, mercados laborales cautivos y muy baratos, paraísos fiscales, servicios urbanos ya instalados. También trae ventajas inmediatas a las poblaciones: empleos y salarios. Chihuahua fue un ejemplo de economía de aparente prosperidad en los años ochentas y noventas del siglo pasado, comparada con otros estados de la república.

Sin embargo, la globalización trae también la desventaja esencial de la dependencia económica, que se traduce en dependencia política en un ambiente donde se dan las condiciones de que crezcan otros poderes sin control, como el del narcotráfico, por ejemplo.

La globalización no es un mar de oportunidades, como lo pintan. Es también la uniformidad de las costumbres, la extinción de muchas culturas y costumbres y la deshumanización de sistemas de producción.

Junio 2002

No hay comentarios:

Publicar un comentario