Dibujo: Beatriz Bejarano
La posada infiel
Por Rafael Cárdenas Aldrete y Jesús Chávez Marín
Cuando se conocieron
todo fueron flores, caramelos y chocolates. Una menta, un beso; sus ojos,
corolas con gotas de miel; dulce de leche, las redondas puntas de sus pechos y
lo demás. Por la ventana abierta, a la víspera de la primera posada, se colaron
el frío y las campanadas lejanas de una iglesia. Salió ella de ahí, entre arroz
y del brazo de otro. El duro golpe resquebrajó el alma del abandonado; con
dolor callado trataba de recrear los dulces recuerdos. Solitario vive sus años,
con las hordas de niños que no tuvieron, recogiendo a su alrededor naranjas,
cañas y confitados.
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